CANCIÓN 26
Detente,
cierzo muerto:
ven,
austro, que recuerdas los amores,
aspira
por mi huerto,
y
corran sus olores,
y
pacerá el Amado entre las flores.
DECLARACIÓN
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En este aspirar de el Espíritu Santo por el alma, que es visitación suya en
amor a ella, se comunica en alta manera el Esposo Hijo de Dios a ella; que por
eso envía su Espíritu primero (como a los apóstoles), que es su Aposentador,
para que le prepare la posada de el alma esposa, levantándola en deleite,
poniéndole el huerto a gesto, abriendo sus flores, descubriendo sus dones,
arreándole de la tapicería de sus gracias y riquezas. Y así, con grande deseo
desea el alma esposa todo esto, es a saber, que se vaya el cierzo, que venga el
austro, que aspire por el huerto, porque en esto gana el alma muchas cosas
juntas; porque gana el gozar las virtudes puestas en el punto de sabroso
ejercicio (como habemos dicho); gana el gozar el Amado en ellas, pues mediante
ellas (como acabamos de decir) más subidamente se comunica a ella y haciéndole
más particular merced que antes, y gana que el Amado mucho más se deleita en
ella por este ejercicio de virtudes, que es de lo que ella más gusta, es a
saber, que guste su Amado, y gana también la continuación y duración de tal
sabor y suavidad de virtudes, la cual dura en el alma todo el tiempo que el
Amado asiste allí en la tal manera, estándole dando la esposa suavidad en sus virtudes,
según en los Cánticos ella dice en esta manera: “Cum esset rex in accubitu suo,
nardus mea dedit odorem suavitatis” (1,11). Y es como si dijera: “En tanto que
estaba reclinado el rey en su reclinatorio”, que es mi alma, “el mi arbolico
oloroso dio olor de suavidad”, entendiendo aquí por arbolico oloroso, que
consta de muchas flores, el plantel de muchas virtudes que arriba se dijo estar
en el alma, que allí llamó viña florida, o la piña de flores que después dijo.
Y así este arbolico da la suavidad de olor a Dios y a la alma, en tanto que Él
mora por sustancial comunicación en ella.
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