domingo

FRANCISCO "PACO" ESPÍNOLA - DON JUAN, EL ZORRO



primera edición WEB / 2018


ARTURO SERGIO VISCA: PRÓLOGO (1)

HISTORIA DE UNA NOVELA EXCEPCIONAL

1

EN LA DÉCADA DEL CINCUENTA

Cuando corría la década del cincuenta y durante el invierno de un año que con exactitud no puedo precisar, concurrimos, Guido Castillo y yo, dos o tres veces por semana, a la casa que por ese entonces habitaba Francisco Espínola -para nosotros: Paco- en la calle Isla de Flores. En el curso de esas reuniones, que solían prolongarse varias horas, se conversaba sobre temas de muy diversa índole, pero casi inevitablemente terminaban con la lectura, por parte de Paco, de fragmentos de su novela, -que solía llamar poema- Don Juan, el Zorro. La composición de esta obra constituía, en ese tiempo, el motivo sustancial de los afanes creadores de su autor. Esas lecturas, es conveniente señalarlo, eran interrumpidas frecuentemente por los comentarios que el autor hacía sobre la índole de su novela, sobre las características de los personajes que transitan por sus páginas, sobre los propósitos que le indujeron a escribirla, sobre los problemas de composición que la obra le planteaba y sobre los mecanismos técnicos empleados para resolverlos. Nada tiene de extraña la complacencia que el autor experimentaba al hacer esos comentarios y que era bien ostensible en esas ocasiones. Porque, en efecto, sus afanes creadores no estaban motivados por la ambición, como ocurre generalmente, de obtener fama o nombradía literaria, sino, y muy en consonancia con su personal temperamento, por el íntimo placer intelectual y emotivo que obtenía de la actividad creadora, placer que se potenciaba con el que le producía el compartirlo con sus amigos, mediante largos diálogos que, con frecuencia, se convertían en no menos largos monólogos del autor. Previamente a estas lecturas acompañadas de comentarios explicativos, había leído yo, desde luego, los fragmentos que de su novela había hecho conocer el autor a través de algunas publicaciones periódicas. Pero a través de las lecturas realizadas por su autor en aquel invierno, conocí íntegramente todo lo que de la novela estaba escrito, que es, por lo demás, casi todo lo que de la misma se ha conservado, porque, desdichadamente, la novela quedó inconclusa, a pesar de que el autor tenía ya diseñado, en sus líneas esenciales, el plan al que se ajustaría la misma. Sobre este punto, haré más adelante las necesarias precisiones. Aquí debo señalar que ya en aquel invierno, el autor manejaba, cada vez que iniciaba una lectura, una verdadera montaña de páginas mecanografiadas y manuscritas, muchas de las cuales lo estaban con esa letra endiabladamente difícil de interpretar con que solía escribir en algunas ocasiones. De esa montaña de papeles, extraía Paco, tras algunas búsquedas, las páginas que quería leer y debo acotar que la búsqueda me pareció siempre milagrosamente breve al considerar que lo hacía en una montaña de papeles que parecían constituir un verdadero caos en el que no eran ni medianamente visibles huellas que denotaran siquiera un comienzo de ordenación. Muchos años después, esa montaña de papeles, devotamente conservados por la viuda e hija del escritor, llegó a mis manos con el fin de que los estudiara y recompusiera, en la medida de lo posible, el inconcluso Don Juan, el Zorro. Proceder al estudio de esa montaña de papeles, distribuidos anárquicamente en varias carpetas, fue una tarea difícil pero apasionante. Resultado de ese trabajo es la presente edición de la novela.


ORDENACIÓN DEL CAOS

La tarea de ordenación de todos los materiales relacionados con Don Juan, el Zorro, reitero, no fue fácil, porque si bien en algunas carpetas se hallaron copias mecanografiadas de relativamente fácil ordenación, en otras, multitud de páginas manuscritas, generalmente de muy difícil lectura, se amontonaban en un total desorden. Tras una ardua tarea, fie posible ordenar todo el material relacionado con la novela en los siguientes grupos:

a) Apuntes varios. Está constituido por un conjunto de páginas de carácter heterogéneo: anotaciones relacionadas con las características (por ejemplo: tamaño, pelaje, hábitos, etc.) de los animales que viven en la campaña uruguaya; anotaciones de dos o tres líneas a integrar en alguna escena; cálculos muy cuidadosos -tomando en cuenta el número de espacios de cada línea y el número de líneas de cada página- sobre la cantidad de páginas que tendría la novela una vez terminada e impresa; cálculos de la misma índole sobre lo ya escrito y lo que debería escribirse para concluirla; nóminas de vocablos del habla popular campesina rioplatense; anotaciones relativas a problemas  de composición y estilo; nómina de los personajes que intervienen en la novela; anotaciones relacionadas con el plan de la misma. La enumeración que antecede, destinada meramente a proporcionar una idea de lo que son estos apuntes varios es, desde luego, incompleta, pero no es necesario ampliarla. Es necesario, sí, señalar que algunos de estos apuntes, tras cuidadoso estudio, sirvieron para la tarea de recomposición de la novela, especialmente en lo que se relaciona con el orden en que debían sucederse los capítulos. Muchos otros -en verdad, la mayoría- no fueron de utilidad para la tarea indicada, pero son de mayor interés para el estudio de los métodos de trabajo del autor y del proceso de creación de Don Juan, el Zorro.

b) Originales manuscritos. El análisis de estos originales manuscritos permitió dividirlos en tres grupos que corresponden a tres etapas bien diferenciadas del proceso de elaboración de la novela. Esos tres grupos son los siguientes: borradores manuscritos (se denominan así a las páginas -nunca más de dos- en las que queda esbozada una escena o situación, generalmente incompleta y que en ocasiones ha pasado, y en otras, no, a estados más avanzados de la elaboración de la novela); versión manuscrita primaria (esta denominación se utiliza para aquellos conjuntos de páginas manuscritas que componen un capítulo íntegro cuyo estado de elaboración es evidentemente el primario); versión manuscrita secundaria (esta denominación se reserva para aquellos conjuntos de páginas manuscritas que componen un capitulo íntegro cuyo estado de elaboración es ostensiblemente más avanzado del que presenta la versión manuscrita primaria con la cual se corresponde). En relación con la totalidad de los manuscritos que integran este grupo b), es conveniente efectuar algunas precisiones. Los borradores manuscritos y las versiones manuscritas primarias conforman un conjunto muy numeroso de páginas, escritas, en su casi totalidad, con letra difícilmente legible. No así las versiones manuscritas secundarias que el autor escribía cuidadosamente, al copiar y corregir las versiones manuscritas primarias. La mayor parte de los originales manuscritos no fueron de mayor utilidad para la tarea de recomposición de la novela, porque, como se verá enseguida, existen versiones más avanzadas que, obviamente, fueron las utilizadas. Pero los borradores manuscritos sirvieron, como se verá más adelante, para reconstruir algunos episodios importantes que se transcriben en este prólogo; fue posible, asimismo, rescatar de entre la caótica masa de originales manuscritos dos capítulos (el IV, La partida del Sargento Cimarrón, y el VI, En la casa del Zorrino) de los cuales no han quedado versiones más avanzadas. Entre estos originales manuscritos, hay un conjunto de 36 folios, muchos de ellos escritos en ambas caras, que no sirvieron de nada para la recomposición de Don Juan, el Zorro que ahora se publica, pero que tienen real importancia, como será ostensible más adelante, para el estudio de las distintas etapas en que puede dividirse el proceso de creación de la novela.

c) Originales mecanografiados. También este grupo de materiales admite -en rigor, exige- una subdivisión en dos: versión mecanografiada primaria (copia las versiones mecanografiadas secundarias y les agrega muy numerosas correcciones); versión mecanografiada secundaria (copia las anteriores y les agrega, asimismo, numerosas correcciones). Debe destacarse aquí que no de todos los capítulos se conservan versiones de las cuatro categorías referenciadas.

d) Versiones impresas. Son la siguientes:

1. Don Juan el Zorro. Fragmento publicado en Escritura (Montevideo, Nº 1, octubre de 1947) con esta nota al pie de página: “Este fragmento comprende varios capítulos de “Don Juan el Zorro”, novela que Francisco Espínola (h) publicará el año próximo”. Constituyen los capítulos I, La mala acción del Peludo y V, Muerte y velorio del Peludo.

2. La Comisaría. Capítulo publicado en Ficción (Buenos Aires, Nº 5, enero-febrero 1957).

3. Don Juan, el Zorro. (Fragmento de una novela en preparación). Publicado, con la aclaración que figura entre paréntesis, en Asir (Mercedes-Uruguay, Nº 11, setiembre 1949). Es un fragmento del capítulo VIII, El sitio de la Mulita.

4. Un cuento de Paco Espínola. Publicado en Acción (Montevideo, 23/10/63 – Suplemento Especial). Corresponde al capítulo III, Agonía del Peludo. Corrigiendo el título, que dice un cuento, una anotación entre paréntesis dice: “Fragmentos de una novela inédita”.

5. Don Juan, el Zorro, Fragmentos de una novela inédita. Publicado en Puente (Montevideo, Nº 1, Otoño de 1963). Constituye el capítulo IX, Los tres viejos.

6. Don Juan, el Zorro (Tres fragmentos). *La Comisaría. *La pulpería. *Muerte de los Sargentos y de la Mulita. Montevideo - Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1968.

Estos impresos reproducen, cuando las hay, las versiones mecanografiadas secundarias. Debe destacarse que en la versión impresa el autor efectúa a su vez correcciones. En los fragmentos publicados en Acción, en el capítulo publicado en Ficción y en los tres que componen el libro editado por CEDAL, estas correcciones no son muy numerosas; más abundantes son las que figuran en lo publicado en Escritura y Puente. Obviamente: para la presente edición se han utilizado para cada capítulo la versión más avanzada que se conserva del mismo. En el correr de estas páginas se harán algunas precisiones al respecto. Mientras tanto, creo oportuno consignar un recuerdo personal relacionado con la tenaz tarea correctiva efectuada por el autor en los originales de su novela y en busca de una quizás inalcanzable perfección. En 1970, Paco me regaló un ejemplar de la segunda edición (Buenos Aires, Editorial Claridad, 1939) de Sombras sobre la tierra. Ese ejemplar, que sirvió para realizar la tercera edición (Montevideo, Centro de Estudiantes de Derecho, 1966), está abrumado de correcciones. Y Paco me lo dio dentro de un sobre en el que había copiado estas palabras de Paul Valéry: “Un libro no termina nunca si no es por impotencia o por cansancio”.

e) Comentarios del autor sobre Don Juan, el Zorro. Estos comentarios fueron escritos por el novelista para que sirvieran de introducción a las grabaciones -efectuadas por el SODRE- de varios capítulos de la novela leídos por su propio autor. Estos comentarios -que constituyen el Apéndice III de esta edición de Don Juan, el Zorro- son de capital importancia para la cabal comprensión tanto de las finalidades que se propuso cumplir el autor al escribir la novela como de los procedimientos narrativos empleados para su composición y el por qué de la utilización de esos procedimientos. La lectura de esas páginas hará evidente la lúcida conciencia estética que guiaba la mano del escritor al elaborar las páginas de su novela.

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