martes

POESÍAS - CONDE DE LAUTRÉAMONT (17)



II (8)


Los sentimientos expresan la felicidad, hacen sonreír. El análisis de los sentimientos expresa la felicidad, excluido lo individual; hace sonreír. Los primeros elevan el alma, con dependencia del espacio y de la duración, hasta la concepción de la humanidad considerada en sí misma, ¡en sus miembros ilustres! El último eleva al alma con independencia de la duración, del espacio, hasta la concepción de la humanidad considerada en su expresión más alta, ¡la voluntad! Los primeros se preocupan de los vicios, de las virtudes; el último sólo se preocupa de las virtudes. Los sentimientos desconocen el orden de su propia marcha. El análisis de los sentimientos enseña el modo de conocerlo, aumenta el vigor de los sentimientos. Con los primeros todo es incertidumbre. Expresan la felicidad, el infortunio; dos extremos, Con el último, todo es certidumbre. Expresa esa felicidad que resulta, en un momento dado, de saber contenerse en medio de las buenas o las malas pasiones. Emplea su serenidad para fundir la descripción de esas pasiones en un principio que circula a través de las páginas: la no existencia del mal. Los sentimientos lloran cuando es necesario y cuando no es necesario. El análisis de los sentimientos no llora. Posee una sensibilidad latente que toma por sorpresa, eleva por encima de las miserias, enseña a prescindir de guía, proporciona un arma de combate. Los sentimientos, señal de debilidad, no son el sentimiento. El análisis del sentimiento, señal de fuerza, engendra los más espléndidos sentimientos que conozco. El escritor que se deja engañar por los sentimientos no puede ser colocado en una misma línea con el escritor que no se deja engañar ni por los sentimientos ni por el mismo. La juventud se propone lucubraciones sentimentales. La edad madura comienza a razonar sin ofuscarse. Antes sólo sentía, ahora piensa. Antes dejaba vagar sus sensaciones, ahora les suministra un piloto. Si considero la humanidad como una mujer, no explicaré que su juventud está en declinación y que su edad madura se aproxima. Su espíritu cambia en el sentido de lo mejor. El ideal de su poesía cambiará. Las tragedias, los poemas, las elegías, ya no prevalecerán. ¡Prevalecerá la frialdad de la máxima! En tiempos de Quinault (50), hubieran sido capaces de comprender lo que acabo de decir. Gracias a algunos destellos dispersos, desde hace algunos años, en las revistas, en los infolios, yo mismo soy capaz de comprenderlo. El género que emprendo es tan distinto del género de los moralistas que sólo comprueban el mal sin indicar el remedio, como el de estos lo es de los melodramas, de las oraciones fúnebres, de la oda, del versículo religioso. No contiene el sentimiento de las luchas.

Elohim está hecho a la imagen del hombre.

Notas

(50) Philippe Quinault (1635-1688): dramaturgo francés. Estuvo en boga en el intervalo entre Corneille y Racine. Escribió los textos de varias óperas de Lulli. (N. del T.)

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