domingo

POESÍAS - CONDE DE LAUTRÉAMONT (15)



II (6)


¡Cómo se acuclillan en los escaparates las infamias de la novela! Por un hombre que se pierde como otro por una moneda de cien céntimos, parece a veces que uno mataría un libro.

Lamartine creyó que la caída de un ángel se convertiría en la Elevación de un Hombre. Se equivocó al creerlo.

Para hacer que el mal sirva a la causa del bien, comenzaré por decir que la intención del primero es mala.

Una verdad trivial encierra más genio que las obras de Dickens, de Gustave Aymard (43), de Víctor Hugo, de Landelle (44). Con las últimas, un niño que sobreviviera al universo, no podría reconstruir el alma humana. Con la primera, podría. Presumo que no llegaría a descubrir tarde o temprano la definición del sofisma.

Las palabras que expresan el mal están destinadas a adquirir un significado útil. Las ideas mejoran. El sentido de las palabras contribuye a ello.

El plagio es necesario. Está implícito en el progreso. Sigue de cerca la frase de un autor, se sirve de sus expresiones, borra una idea falsa, la reemplaza por una idea justa.

Una máxima, para estar bien hecha, no requiere ser corregida. Requiere ser desarrollada.

Desde que despunta la aurora, las chiquillas van a recoger rosas. Un soplo de inocencia recorre los valles, las capitales, socorre la inteligencia de los poetas más entusiastas, deja caer protecciones para las cunas, coronas para la juventud, creencias en la inmortalidad para los ancianos.

He visto a los hombres fatigar a los moralistas descubriéndoles su corazón y hacer caer sobre ellos la bendición de lo alto. Emitían meditaciones lo más amplias posibles, llenando de júbilo al autor de nuestras felicidades. Respetaban la infancia, la vejez, lo que respira y lo que no respira, rendían homenaje a la mujer, consagraban al pudor las partes que el cuerpo se cuida de nombrar. El firmamento, cuya belleza admito, la tierra, imagen de mi corazón, fueron invocados por mí, a fin de que me señalaran un hombre que no se creyera bueno (45). El espectáculo de ese monstruo, de haber sido realidad, no me habría hecho morir de asombro: se muere por mucho más. Todo esto no necesita comentarios.

La razón y el sentimiento se aconsejan, se complementan Quienquiera que conozca a uno solo de ellos, renunciando al otro, se priva de la totalidad de la ayuda que nos ha sido acordada para conducirnos. Vauvenargues ha dicho: “Se priva de una parte de la ayuda.”

Aunque su frase y la mía descansen sobre las personificaciones del alma en el sentimiento y la razón, la que yo eligiera al azar no sería mejor que la otra, si yo las hubiera escrito. Una de ella de no puede ser rechazada por mí. La otra pudo ser aceptada por Vauvenargues.

Cuando un predecesor utiliza para el bien una palabra que pertenece al mal, es peligroso que su frase subsista al lado de la otra. Es mejor que la palabra conserve la significación del mal. Para utilizar en pro del bien una palabra que pertenece al mal, es preciso tener derecho a ello. Aquel que utiliza en pro del mal las palabras que pertenecen al bien, no lo posee. No es creído. Nadie querría usar la corbata de Gérard de Nerval (46).

Notas

(43) Gustave Aymard: nació en 1818. Viajero y novelista. Escribió libros de aventuras en el ambiente de los indígenas de América, de un tono parecido a los de Fenimore Cooper. (N. del T.)
(44) Guillaume-Joseph-Gabriel de la Landelle: nació en 1812. Novelista de temas marinos, en boga en la época de Lautréamont. Muy leído también por Rimbaud. (N. del T.)
(45) En el canto I, estrofa 5 de “Los cantos de Maldoror” hace la invocación a que se refiere aquí, pero en esta forma: “muéstrame a un hombre que sea bueno”. (N. del T.)
(46) Alusión al suicidio de Nerval, que se ahorcó. (N. del T.)

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