domingo

JAMES GEORGE FRAZER - LA RAMA DORADA


MAGIA Y RELIGIÓN

PRIMERA ENTREGA


PREFACIO

La primera aspiración de este libro era explicar la ley que regulaba la sucesión en el sacerdocio de Diana en Aricia. Cuando me propuse resolver el problema, hace más de treinta años, supuse que podría presentarse con brevedad la solución, mas pronto encontré que para interpretarla como probable y hasta inteligible era necesario discutir otras varias cuestiones generales, de las cuales algunas apenas si habían sido explanadas antes. En ediciones sucesivas, la discusión de estos temas y los relacionados con ellos han ocupado cada vez más espacio; la investigación ha derivado por distintas direcciones, al punto que los dos volúmenes de la obra original se han aumentado a doce. Al mismo tiempo se me ha expresado el deseo de que el libro fuese publicado en forma más resumida. Este compendio es un intento hecho para satisfacer ese deseo y facilitar de este modo la obra a un círculo más extenso de lectores. Aunque el volumen del libro ha sido muy reducido, he procurado retener las ideas directrices junto a un número suficiente de ejemplos para ilustrarlas con claridad. El lenguaje del original se ha conservado en su mayor parte, aunque acá y acullá he condensado algún tanto la exposición. Con objeto de conservar del texto lo más posible, sacrifiqué todas las notas y, con ellas, las referencias exactas de las autoridades. Los lectores que deseen indagar la fuente de cualquier afirmación deben consultar la obra grande, que está plenamente documentada y provista de una bibliografía completa.

En el resumen no he añadido material nuevo ni he alterado los conceptos que expresé en la última edición, pues la evidencia que mientras tanto haya llegado a mi conocimiento ha servido, casi siempre, para confirmar mis conclusiones anteriores o para proveer de nuevos ejemplos las leyes ya dadas. Así, en la cuestión crucial de condenar a muerte a los reyes, ya al término de un plazo fijado o cuando su salud o energías empiezan a decaer, el núcleo de ejemplos que señalan la persistencia tan extendida de la usanza se ha aumentado considerablemente en el intervalo. Encontramos u caso sorprendente de monarquía limitada de esta clase en el poderoso reino medieval de los tazares, en la Rusia meridional, donde los reyes eran condenados a muerte a la terminación de un plazo determinado o cuando alguna calamidad pública, como sequía, carestía o derrota en la guerra, indicaba una quiebra de sus poderes naturales. La evidencia del regicidio sistemático entre los kazares, deducida de los relatos de antiguos viajeros árabes, ha sido expuesta por mí en otro lugar. (1) También África nos ha dado diversos ejemplos nuevos de una práctica similar al regicidio, y de entre ellos el más notable, quizá, es la costumbre observada en Bunyoro en tiempos pasados, de escoger un rey de burlas de clan especial, cada año, en el que suponían encarnaba el rey difunto y que cohabitaba con sus viudas en su templotumba: después de reinar una semana, era estrangulado. (2) La costumbre presenta un paralelo estrecho con el antiguo festival babilónico de Sacaea, en el que vestían con el ropaje ideal a un rey de burlas, le dejaban gozar de las concubinas ddel verdadero rey y, después de reinar cinco días, le desnudaban, azotaban y mataban. Este festival, a su vez, ha recibido no hace mucho confirmación de algunas inscripciones asirias (3) que creemos ratifican las interpretación del festival que he dado anteriormente como una celebración del Año Nuevo y origen del festival judaico del Purim. (4) Otros paralelos recientemente descubiertos de los reyes sacerdotales de Árida son los sacerdotes y reyes africanos a quienes se acostumbraba matar al final de dos o de siete años, estando el rey o el sacerdote durante ese término expuesto a ser atacado y muerto por un hombre fuerte, que por ello le sucedía en el sacerdocio o en el reino. (5)

Con estos y otros ejemplos de costumbre semejantes ante nosotros, me es posible ya considerar como excepcional la regla de sucesión al sacerdocio de Diana en Árida; ejemplifica netamente una institución muy extendida, de las que los casos más abundantes y más parecidos se han encontrado hasta ahora en África. No podemos prejuzgar el alcance de la temprana influencia africana sobre Italia ni la existencia de una población africana en la Europa meridional, que los hechos apuntan. Las relaciones prehistóricas entre los dos continentes son todavía oscuras y están siendo investigadas.

Si es exacta o no la interpretación que ofrezco, debe dejarse que lo determine el porvenir. Siempre estaré presto a abandonarla si puede indicarse una mejor. Mientras tanto, al entregar este compendio al juicio del público, deseo prevenirle contra una errónea interpretación de su alcance, que parece ser frecuente todavía, aunque he procurado corregirla antes de ahora. Si en la obra presente me he espaciado algún tanto más en el culto de los árboles, no es por exagerar su importancia en la historia de la religión, y menos todavía porque yo desee deducir de ello un sistema completo de mitologías: es simplemente porque no puedo pasar por alto el asunto al intentar explicar la significación de un sacerdote que lleva el título de rey del bosque y uno de cuyos requisitos para el puesto era arrancar una rama, la rama dorada de un árbol del bosque sagrado. Pero estoy bien lejos de justipreciar la reverencia a los árboles como de importancia suprema para la evolución de la religión, que considero ha estado en todo subordinada a otros factores y en particular al miedo a los muertos, que en general creo ha sido la fuerza más poderosa en la formación de la religión primitiva. Espero que después de esta recusación explícita no seré ya acusado de abrazar un sistema de mitología que juzgo no sólo falso, sino hasta ridículo y absurdo. Mas estoy demasiado familiarizado con la hidra del error para esperar que cortando una de las cabezas del monstruo pueda prevenir el retoño de otra, y aun de la misma. Solamente puedo confiar en la sinceridad e inteligencia de mis lectores para rectificar esta importante deformación de mis puntos de vista, comparándola con mi propia y expresa declaración.


J. G. FRAZER


Notas

(1) J. G. Frazer, “The Killing of the Khazar King”, Folklore XXVIII (1917), pp. 382-407.
(2) Rev. J. Roscoe, The Soul of Central Africa (Londres, 1922), p. 200. Cf. J. G. Frazer, “The Mackie Ethnoloigcal Expedition to Central Africa”, Man, xx (1920), p. 181.
(3) H. Zimmern, Zum babylonischen (Leipzig, 1918), Cf. A. H.
(4) The Golden Bough, parte VI. The Scapegoat, pp. 354 ss., 412 ss.
(5) P. Amaury Talbot, en Journal of the African Society, julio 1916, pp. 309 s,; id., en Folk-lore, XXVI (1916), pp. 79 s.; H. R. Palmer, en Journal of the African Society, julio 1912, pp. 403, 407 ss.

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