Hugo Giovanetti Viola
Este relato está dedicado
a Rosario Fariello e Ivonne Parodi, y su trama se basa en una anécdota que
cuenta Elisabeth Kübler-Ross en La rueda
de la vida y en la fotografía de una aparición sobrenatural tomada con un
celular el 17 de agosto de 2018.
La vida de un ser humano, entre
otros seres humanos, es imposible. Lo que vendrá es apenas milagro salvo mejor
razonamiento.
JOÂO GUIMARÂES ROSA
1
-Te llamo para pedirte un favor muy especial, Senel -le explicó la pediatra
uniformada al catequista del Colegio Santa Rita. -Hoy le dimos el alta a Pedro
Roca y le prometí que iba a esperarlo en la puerta de la casa cuando lo
trajeran los padres, pero acaban de encajarme una guardia extra y va a ser
imposible. Llegan sobre las cinco, más o menos. ¿Te animás a cubrirme? Él te
quiere muchísimo.
-¿Ya le dieron el alta? -se le
quebró chillonamente la juvenilidad al sacerdote carmelita. -No entiendo nada.
-Es que esta vez no lo van a operar, porque también aparecieron metástasis
óseas.
-Y por qué te pidió que lo esperaras en la puerta de la casa.
-Dios sabrá. ¿Tenés tiempo de ir? Vive aquí atrás, en Ciudad de Guayaquil.
-Sí, conozco la casa. Pero a los que no conozco bien es a los padres. ¿Te
imaginás cómo les puede caer que los esté esperando un cura?
En ese momento se escuchó el aullido lloroso de una niña y apareció una
empleada motuda y ya vieja sacudiendo el termómetro:
-Sigue con treinta y nueve y medio, Raquel. Y ahora está enloquecida porque
no encuentra el puntero laser.
-¿Y yo cómo me voy a poner a buscar ahora
ese chiche de mierda? -se aplastó el pelo la pediatra muy demacrada antes de
murmurar en el teléfono. -Perdón. La mano viene heavy de verdad. Estas gripes
de Santa Rosa parecen pestes negras. ¿Te animás a cubrirme, entonces?
-Sí. Aunque sigo sin entender por qué Pedro precisa que lo reciba alguien.
Y además tengo la impresión de que Emilia ya se debe haber dado cuenta de que
su novio está enfrentándose a la gran aventura.
-Ellos entienden todo. Pero lo que la hace echar fuego verde es no poder ir
a recibirlo.
-No confundas a la gripe con Satanás, Raquel.
-Y vos no me salgas con chilipiorcas teológicas ahora -trató de reírse sin agresividad la mujer-muchacha de
uniforme impoluto. -Bueno, te dejo. Gracias por la gauchada.
-Aquí está el bendito laser -se le iluminó una ternura sombría a la
empleada, después de haber escarbado en todos los cajones del escritorio.
-Okey. Ponele más compresas, Gladys. Y si no le baja a treinta y ocho en
media hora le preparás un bañito de agua tibia.
Entonces Raquel fue al dormitorio de su hija de nueve años y la encontró
con la frente apoyada en el ventanal que daba a la plaza Suiza, donde los
álamos plateados ya fulguraban precozmente invadidos por la primavera.
-¿Me hacés el favor de acostarte y dejar de chupar ese puntero mugriento?
-le besó la frente la muchacha treintona a la niña de irritados ojos oceánicos.
-En este momento debés tener cuarenta, corazón. Yo me voy pero te llamo apenas
atienda al primer paciente.
-No te olvides que a mí el laser me salvó la vida -se tapó la cabeza con
una almohada Emilia y Raquel contempló el paso de dos pequeñas garzas blancas
que iban hacia el Parque Rivera como si fueran ángeles.
2
Pedro Roca también era hijo único, y cuando sus padres encontraron al
catequista con pinta de galán sentado en el murete del jardín el niño les
aclaró:
-Yo le pedí a Raquel que viniera a recibirnos, pero ella nunca tiene tiempo.
-No entiendo -suspiró la mujer casi obesa y con facciones de muñeca
mientras bajaba de la Mitsubishi 4 por 4 sin poder sonreír.
Entonces el chiquilín esquelético corrió a abrazarse con Senel y enseguida
se desabrochó la campera para mostrar una camiseta celeste con el nombre de
Cavani que llevaba embutida sobre el polar.
-Bueno, menos mal que se nos repuso el goleador -comentó el cura dándole la
mano al hombre alto y de bondad perruna que nunca iba a la iglesia. -Mucho
gusto, señor Roca.
-¿Y a qué debemos su visita, padre? -agarró a su hijo como para protegerlo
de un contagio la mujer maquillada.
-Eso es un misterio hasta para mí, señora. Porque la mamá de Emilia me
pidió que viniera a esperarlos, pero no me explicó por qué.
-Bueno -se empezó a retorcer nerviosamente la camiseta el chiquilín de
turgencia cianótica. -Es que ahora tengo que hacer algo muy importante y sé que
si la doctora no me da permiso es imposible que mis padres me dejen. ¿No la
podés llamar para consultarla, Senel? Por favor.
La mujer caderuda se
agachó a contemplar la palidez sudorosa de Pedro y su marido se acercó
murmurando:
-No te enojes, Beatriz.
-¿Pero cómo no voy a
enojarme si esto parece una película de espionaje, carajo? ¿Qué es eso tan importante que nos tenés que pedir?
El niño de nueve años
miró al cura sin dejar de tironearse la camiseta y tardó una fracción de
eternidad en explicar:
-Quiero dar una vuelta
manzana en la bici que me regalaron antes de que me internaran. Solo. Y sin que
me vigilen ni me manden mensajes.
El pajarerío empezó a
enfervorizarse entre la horizontalidad dorada del último día de agosto y Senel
Rabí le alcanzó el celular a uno de sus mejores alumnos sugiriendo con dulce
autoridad:
-Llamala vos, mejor. La encontrás
en mi WhatsApp.
Pedro fue hasta el murete
y enseguida de mandar un mensaje recibió una llamada de la doctora y al final
de una conversación inaudible se dio vuelta para anunciar iluminadamente:
-Raquel me deja, pa. ¿No
me traés la bicicleta?
El hombre alto y un poco
giboso fue hasta el garaje sin atreverse a mirar a su esposa, que gruñó con
menos susto que odio:
-Ya se sabe que un pelo
de pepa tira más que una yunta de bueyes, pero esta locura es peor que las de
las telenovelas.
Entonces el chiquilín le
devolvió el teléfono a Senel, que le hizo una guiñada.
3
-Ya te bajó a treinta y
ocho y medio -sonrió Gladys, empapando otra compresa. -Y eso que esta es la
hora de la fiebre. Pero seguí contándome lo del aparatito con rayo laser que usaron
para operarte.
-Era algo muy parecido a
este chiche -contempló el aduraznamiento de la tarde la niña ya sosegada. -A mí
tuvieron que pincharme un sobrehueso que me descubrieron en una vértebra y me
dolía horrible. Rengueaba todo el día.
-¿Y fue muy complicado?
-No: se me pasó al toque.
Y al otro día Pedro me regaló este puntero y ya hace casi dos años que somos
novios.
-Qué divino -carcajeó
Gladys. -Como Romeo y Julieta. ¿Y a él de qué lo operaron?
-A él le sacaron un tumor
del riñón cuando estábamos en primero y después lo tuvieron que volver a operar
dos veces. El domingo pasado fuimos a verlo y le regalé una camiseta con el
nombre de Cavani.
-Ese Cavani tiene mucha fe.
-Sí, pero lo más difícil de
la fe es aprender a rezar igual que si respiraras: sin parar nunca. ¿Entendés? Aunque
haya pila de momentos que no te vengan ganas o te emboles o sientas que Dios no
te oye. Y lo peor es que mi novio justo se llama Pedro.
-¿Y qué tiene que ver que
el pobre chiquilín se llame Pedro, mija?
-¿No conocés la parte del
evangelio cuando Jesús le pide que camine por arriba del agua y él empieza a
hundirse salado? Lo tuvieron que salvar con la fuerza del Espíritu Santo. Lo
acabamos de dar en catequesis.
-Bueno, en la vida hay
que aguantar tanta cosa que a veces nos hundimos -suspiró fatigadamente la
mujer de cutis descascarado.
-Ayer soñé que mis padres
se estaban gritando de todo antes de separarse y aparecía la Virgen con el niño
y Jesús igual se reía. ¿No es
insólito?
-¿Y qué quiere decir insólito?
-Mi maestra dice que
quiere decir extraordinario, pero yo
creo que la única gente extraordinaria que hay en el mundo es la que aprende a
caminar por arriba del agua. ¿Vos qué pensás?
-A mí lo que me parece es
que vos pensás demasiado -se paró para llevarse la olla con las compresas
Gladys.
-¿Sabías que el laser que
me regaló Pedro tiene una cabecita con forma de corazón y otra con forma de
estrella?
-Qué divino.
-Y yo siento que si
enfocás a alguien con la luz en forma de corazón lo ayudás a reírse, por
ejemplo. Pero si lo tocás con la estrella le curás el sobrehueso que le hace
renguear el alma.
-A ver -se puso de
espaldas la empleada que parecía sobrecargada por toda la sumisión de sus
antepasados. -Pinchame con la estrella.
Y en ese momento sonó el
teléfono y Gladys le contestó a Raquel que a Emilia le había bajado un poco la
fiebre aunque estaba delirando igual que una mâe-de-santo.
4
Diez minutos después de
que el niño de ojos llagadamente celestes dobló por Friburgo en dirección a la
plaza Suiza, su madre prendió el segundo cigarrillo y bufó:
-Esto sí que es la
muerte.
-Tranquila -se animó a consolarla
el hombre de pureza perruna. -La pediatra habrá pensado que esto podía ayudarlo.
-¿Lo qué? ¿Seguir jugando
al príncipe azul con la nena sabionda? Mejor récele a su Dios para que Pedro no
termine con una pulmonía, padre. Y ahora no se me ponga bravo como cuando
suenan los celulares en las misas.
-¿Se me nota tanto la
histeria?
-Pero si es usted mismo
que el que hace chistes sobre eso. Yo lo único que le pido es que le rece a su
Dios para que mi hijo no se me muera dando la vuelta a la manzana, por lo
menos.
-El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa, señora.
-¿Y eso quién lo
escribió? -se le distendió el miedo al hombre encorvado.
-San Juan de la Cruz.
-Y es tal cual.
-Ah, pero no me digas que
ahora te importa la religión -dejó de caminar en círculos la muñeca
elefantiásica.
-Yo creo en Dios, Beatriz.
-Sí, vos sos flor de
santo. ¿Y la que tiene que bancarse la misa para que el nene crea en el otro
mundo quién es? Mirá que yo soy
católica porque me torturaron mandándome a un colegio de monjas, pero la
iglesia siempre me paspó.
-¿No me invita con un cigarrillo,
señora? -se miró el reloj Senel.
-Ah, está nervioso. ¿Entonces
usted también piensa que este capricho de mi hijo es una misión imposible? ¿No
se dio cuenta de que antes de llegar a la esquina ya casi no podía darle una
vuelta entera a los pedales sin tambalearse? ¿Me pueden explicar de una vez a
qué estamos jugando, carajo?
-Yo fui un gran fumador y
a veces sigo precisando pegar unas pitadas -cambió de tema avergonzadamente el
biblista y doctor en teología más joven del Uruguay.
-Pero mire qué bien: no
puede con el vicio.
-Satanás no descansa.
-¿Y usted cree en esos
bolazos? -tiró el pucho lleno de rouge en el cantero la mujer de uñas que
rebrillaban más que los malvones -Debe ser hincha de este último Papa, que se
pasa nombrando al diablo.
-La lástima es que Pedro
nos haya prohibido mandarle mensajes -se agachó agarrándose las manos como para
rezar el hombre ya cuarentón.
-¿Y vos pensás que te iba
a abrir los mensajes? Está engualichado, Eduardo. ¿Por qué no tratás de vichar
disimuladamente desde la esquina a ver si sigue vivo, por lo menos?
-Callate de una vez y
dejá en paz a esta pobre señora -chilló entonces Senel, apuntándole con el
cigarrillo a la matrona histérica. -Te conozco, Satanás.
5
Pedro demoró otros diez
minutos en llegar a la mitad de la cuadra que desembocaba en la plaza Suiza, y
después de atravesar unas baldosas flojas se cayó de costado contra el pasto.
-Y eso que les pedí que
no me atomizaran -jadeó al oír la campanita del celular que llevaba en la
campera.
Pero después que el
aparato siguió sonando ininterrumpidamente abrió el Whatsapp y encontró tres
mensajes de Emi que repetían lo mismo:
-¿Dónde estás?
-En Friburgo -contestó el niño dándose cuenta de que tenía un raspón
rojo en la muñeca.
-¿Y estás bien?
-Más
o menos. Me acabo de reventar un brazo.
-No
te asustes. ¿Sabés quién soy?
-Más
bien.
-No
creo. Porque soy la Virgen milagrosa usando el Whatsapp de Emi.
Ahora el niño se quedó
unos momentos escuchando el pajarerío que despedía al crepúsculo-vitral y contestó
el mensaje sonriendo con tristeza:
-Tengo
mucho miedo, Madre.
-Pero
si yo estoy aquí.
-Es
que la doctora me dejó volver a casa porque voy a morirme pronto.
-Y
también te explicó que todos vamos a morirnos.
Entonces Pedro se puso
muy cianótico mientras se paraba para enderezar la bicicleta y digitó con
torpeza:
-Pero
en este momento quiero volver a casa. Ya no tengo más fuerza.
-A
mí no vas a encontrarme en tu casa.
-Es
que yo necesito verte, pero no aguanto más.
-Te
prometo que cuando llegues a la plaza y veas la calle Palestina vas a recibir
toda la fuerza del Espíritu Santo.
-Bueno,
dale.
-Y rezá un Avemaría y un Padrenuestro en cada pedaleo. Pero no los
pienses: decilos en voz alta. Y no te olvides que soy la catedral de su Rostro.
-¿Emi
tiene mucha fiebre?
-Ahora
volvió a subirle a treinta y nueve, pero cuando te vea con la camiseta de Cavani
se le va a pasar todo.
-Okey.
-Y
a la parte del Padrenuestro que dice “no nos dejes caer en la tentación”
agregale “y danos fuerza para caminar sobre todos los océanos”.
Entonces Pedro se paró en
los pedales y conservó el equilibrio hasta el penúltimo árbol de la cuadra pero
volvió a caerse y el raspón empezó a sangrarle.
-No puedo más -tiritó.
Y cuando el Whatsapp
volvió a sonar tres veces no lo sacó de la campera.
6
-Ah, pero usted está más
zarpado que este Papa que jiede a oveja -se desorbitó la mujer de pestañas
enruladas. -No me diga que también es comunista.
-Basta, Beatriz -le contrabandeó
una seña el marido a Senel como para pedirle que no la escuchara y de golpe le
resplandecieron los dientes: -Padre: ¿usted está emparentado con el poeta
Jerónimo Rabí?
-Era mi tío.
-Ah. Yo leí un libro muy
bueno que me prestó un amigo: Todo ángel
es terrible. ¿Así que usted también tiene sangre judía?
-Por parte de padre -se
le encrestó la cabeza querúbica al hombre-muchacho.
-Yo también -siguió
sonriendo Eduardo. -Y le puedo asegurar que los poemas de su tío me acercaron mucho
a Dios.
Entonces la mujer que
había empezado a dar vueltas alrededor del cantero de malvones torció la mirada
globulosa y aulló:
-¿Y por qué no le piden al
Rey de los Judíos que deje de mandarle metástasis a los chiquilines?
-Terminala de una vez,
Beatriz.
-La termino las pelotas.
Y te juro que si en cinco minutos no aparece mi hijo arranco a traerlo de los
pelos y los denuncio a todos, empezando por la doctora alcahueta.
-Hace poco Vera Sienra
grabó una canción con letra de mi tío que se llama Oración por Ma Dame -le contó Senel al hombre mucho más aliviado
que humillado. -Está en youtube. Y la analizamos en catequesis.
-¿Pero por qué le puso Ma
Dame? ¿Se la escribió a la esposa?
-No. Es como un Ave María
dedicado a una mujer que conoció siendo muy joven y adoró platónicamente toda
la vida. Y en una parte dice: Madre / sos
la estrella del reino / catedral de su Rostro / mirá en vuelo a tus hijos /
misioneros de amor / ahora y en la hora / de la gran aventura / vos que sos la
bendita / estrella de los tristes / dueña del tiempo / dueña del sol / madre-muchacha
/ tu Hijo soy.
-A Pedro le habrá
encantado.
-Los maravilló a todos.
-Pero esperá un poquito
-se crispó la mujer. -¿Ese poeta no es el degenerado que se suicidó después de
violar a una vecina en Atlántida o algo así?
-No fue una violación ni un suicidio, señora -contempló dos garcitas que pasaron espejando la
avalancha solar horizontal y ya anaranjada el hombre-muchacho. -Mi tío no podía
tener sexo porque estaba muy enfermo del corazón, y dio la vida haciéndole el amor contra viento y marea a una muchacha
infectada de VIH. Y ella recuperó completamente la fe.
-¿Pero no se dan cuenta
que los machos están todos locos? -corrió hasta la Mitsubishi a buscar un
abrigo Beatriz. -Bueno, moishes poéticos: yo voy a buscar a mi hijo antes de
que el engualichamiento lo mate y les recomiendo que no traten de cerrarme el
paso.
Y mientras mostraba las
uñas ya purpúreas le sonó el celular en la cartera.
7
Emilia había vuelto a
apoyar la frente en el ventanal del primer piso que daba a la plaza presidida
por un ciprés gigante.
-Acaba de llamar tu madre
para contarme lo que está pasando -entró con una bandeja Gladys, que trabajaba
en la casa como empleada de tiempo completo desde que los padres de la niña se
separaron a fin de año. -Te traje un té con limón para que tomes la otra Novemina.
¿No querés que vaya a ayudar a Pedro a estrenar la bicicleta?
-Mirá. Ahí viene -empezó
a pegar saltitos la niña. -Y de golpe le llegó un Whatsapp que decía: Recién se me cerraron los ojos un momento y
soñé que a Cavani le habían cortado una pierna antes del partido con Francia,
Ma Dame. Y ahora tengo miedo de que mi madre venga a buscarme y me mate.
El niño de fragilidad
raquítica iba arrastrando los pies en lugar de pedalear y Emilia lo enfocó con
el puntero laser que titilaba como una estrella roja en la semipenumbra de la
vereda.
-Lo peor es que ahora me parece imposible terminar de dar la vuelta
manzana -se frenó para escribir lentísimamente el mejor alumno de Senel
Rabí. -Aunque con verte ya me alcanzó, Ma
Dame.
-¿Pero si Palestina sigue toda en bajada y la cuadra de Rivera es igual
de corta que la de Friburgo cómo no vas a poder, Hijo?
-Este
laser es divino.
-Me
lo regalaste vos. Bueno, y ahora seguí concentrándote igual que cuando Cavani le
hizo los dos goles a Portugal que yo te voy guiando. No te olvides que Ella
prometió empujarte con toda la fuerza del Espíritu Santo. Y no pienses en tu
madre.
El chiquilín retomó el
pedaleo bamboleante y Gladys se puso a aplaudir como si estuviese en la tribuna
de un estadio ruso.
-Ahora mismo le aviso a
tu madre -chilló la mujer de rostro resplandecientemente rotoso. -Tenías razón,
guría. Lo que quería tu novio era animarse a andar en bicicleta por arriba del agua.
-Sí. Pero va a precisar la
fuerza del puntero después que doble por Rivera. ¿No te animás a llevárselo?
-¿Y para qué, mijita? Ahora
que ya les metió los dos goles a los portugueses no precisa más nada.
-Es que la madre no le va
a perdonar nunca lo que está haciendo.
-¿Y qué tiene que perdonarle?
-Que haya cargado la cruz
para encontrarme a mí.
-No entiendo.
-Eso no se entiende,
Gladys. Dale, apurate que ya está en la esquina. Y decile que cuando llegue a
la casa use la puntita con forma de corazón para calmar a la bruja.
-Pero vos tomá la
Novemina antes que se enfríe el té. Y ponete contenta en lugar de llorar.
-Yo sé bien por qué lloro
-contempló el ciprés aterciopelado por el último sol la niña de resplandor
oceánico.
8
La mujer de uñas siniestras
le pegó un zarpazo al celular y cuando abrió el Whatsapp que le había mandado
su hijo murmuró:
-Ay, mi Dios. Vení,
Eduardo.
Y después que el hombre
se abalanzó a contemplar una fotografía de granulosidad tridimensional
compartida a las 18:35 le hizo una seña al catequista para que se acercara:
-Fijesé, padre.
-Esto es una aparición
-se miró el reloj Senel. -Y fue hace diez minutos.
Y de golpe sintieron el
chirrido del pedaleo mientras un rayo laser con forma de corazón se acercaba zigzagueando
por la vereda como si fuera un OVNI.
-¿La vieron? -demoró una
fracción de eternidad en juntar aire Pedro, apenas dejó caer la bicicleta. -Le
saqué la foto cuando doblé por Rivera. La Virgen estaba en la vereda y se le distinguía
nada más que la cabeza. Gladys la vio, también.
La mirada del niño
fosforecía más que la camiseta y mientras lo llevaban para adentro agregó:
-Estaba allí, flotando
entre los árboles como si fuera una luna. Y después que le saqué la foto
desapareció.
La doctora llegó enseguida
que lo bañaron y lo acostaron y antes de irse les explicó a los padres y al
sacerdote:
-Pedro también le
compartió la aparición a Emi, pero pienso que sería mejor que no se viralizara.
Hay gente que odia esto.
-Y pensar que yo siempre
me reí de las historias de Lourdes y de Fátima y ahora me paso peleando con los
fanáticos que van a Salta y a Medjugorge -volvió a prender el celular Beatriz.
-¿Y por qué le habrá tocado verla a mi hijo?
-Emilia dice que cuando
ella lo tocó con el laser supo que iba a pasar un milagro -guardó el juguete la
pediatra. -Pero que el verdadero milagro es que Pedro se haya animado a caminar
por arriba de todos los océanos.
-¿Por arriba de todos los océanos? -sonrió Eduardo.
-Ella siempre habla así.
Y como hoy tenía fiebre Gladys me escribió que estaba delirando igual que una mâe-de-santo.
Entonces el catequista se
puso a cantar casi con diversión: Madre /
sos la estrella del reino / catedral de su Rostro / mirá en vuelo a tus hijos /
misioneros de amor / ahora y en la hora / de la gran aventura / vos que sos la
bendita / estrella de los tristes / dueña del tiempo / dueña del sol /
madre-muchacha / tu Hijo soy.
-¿Y eso lo escribió su
tío? -se le ensombrecieron las pestañas a la muñeca elefantiásica.
-Sí. Él decía que a mucha
gente hay que violarle el alma para que crea en lo eterno.
-¿Y qué es lo eterno?
-La vida, señora.
-¿Sabe que lo que más
odio de este infierno es que los peores locos siempre seamos los cuerdos?
-Ojo que me pongo
histérico -alzó el mentón el catequista de resplandor querúbico.
Cuartel Artiguista de la
calle Lepanto / 2018
https://www.youtube.com/watch?v=6tf0a_i0X3w
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