II
(4)
Las tragedias excitan la
piedad, el terror, por el deber. Es algo. Es malo. No es tan malo como el lirismo
moderno. La Medea de Legouvé (34) es
preferible a la colección de las obras de Byron, de Capendu (35), de Zaccone
(36), de Félix (37), de Gagne (38), de Gaboriau, de Lacordaire, de Sardou, de
Goethe, de Ravignan (39), de Charles Diguet (4). ¿Qué escritor de entre
vosotros, decidme, puede levantar -¿qué pasa? ¿qué significan esos resoplidos
de contrariedad?- el peso del Monólogo de
Augusto? Los sainetes bárbaros de Hugo no proclaman el deber. Los
melodramas de Racine, de Corneille, las novelas de La Calprenède (41) lo
proclaman. Lamartine no es capaz de componer la Fedra de Pradon (42); Hugo, el Venceslas
de Rotrou; Sainte-Beuve, las tragedias de Laharpe o de Marmontel. La
tragedia es un error involuntario, admite la lucha, es el primer paso del bien,
no aparecerá en esta obra. Ella conserva su prestigio. No sucede lo mismo con
el sofisma (a deshora, el gongorismo metafísico de los autoparodistas de mi
época heroico-burlesca).
El fundamento de los
cultos es el orgullo. Es ridículo dirigir la palabra a Elohim, como han hecho
los Job, los Jeremías, los David, los Salomón, los Turquéty. La plegaria es un
acto falso. La mejor manera de agradarle es indirecta, más conforme a nuestra
fuerza. Consiste en hacer feliz a nuestra raza. No existen dos modos de agradar
a Elohim. La idea del bien es una sola. Como ejemplo de un bien que aparece
como menor siendo mayor, autorizo a que me mencionen la maternidad. Para
agradar a su madre, un hijo no le dirá en voz alta que es comprensiva,
deslumbradora y que él se comportará de modo que sea merecedor de la mayoría de
sus elogios. Procede diversamente. En lugar de decirlo, lo sugiere por sus
actos, despojándose de esa tristeza que hincha a los perros de Terranova. No
hay que confundir la bondad de Elohim con la trivialidad. Cada cual es
verosímil. La familiaridad engendra el desprecio; la veneración engendra lo
contrario. El trabajo destruye el abuso de los sentimientos.
No hay razonador que crea
en contra de su razón.
La fe es una virtud
mediante la cual aceptamos las verdades que Elohim nos revela por la
conciencia.
No conozco más gracia que
la de haber nacido. Todo espíritu imparcial la encuentra completa.
Notas
(34) Ernest-Wilfrid
Legouvé (1807-1903): dramaturgo y literato francés de estilo académico. (N. del T.)
(35) Ernest Capendu
(1826-1860): novelista y comediógrafo francés. (N. del T.)
(36) Pierre Zaconne
(1817-1895): novelista francés de tipo folletinesco. (N. del T.)
(37) Le Père
Céletin-Josph Félix (1810-1891): predicador jesuita francés. Publicó muchos
volúmenes de controversia religiosa. (N.
del T.)
(38) Paulin Gagne: nació
en 1808. Abogado y poeta. Personaje muy curioso. Inventó un lenguaje universal:
el monopangloto. Propuso un sistema de antropofagia para solucionar el hambre
en Areglia, al que llamó “filoantropofagia” por su carácter civilizado. Entre
sus libros figuran los siguientes títulos: “La unidad del mundo visible e
invisible”, “El suicidio” (poema de 3.000 versos), “El océano de las
catástrofes y el imperio universal”. (N.
del T.)
(39) Le Père
Fustav-Xavier de Ravignan (1795-1858): predicador jesuita francés. Sucedió
a Lacordaire en N^tre-Dame. Son famosos
sus “Sermones”. (N. del T.)
(40) Charles Diguet:
nació en 1836. Novelista francés, (N. del
T.)
(41) La Calprenède
(1610-1663): escritor francés contemporáneo de Corneille, autor de novelas y
dramas dentro del estilo preciosista. (N.
del T.)
(42) Nicolás Pradon
(1632-1698): poeta trágico francés, autor de una “Fedra” mediocre que algunos
contemporáneos quisieron oponer a la de Racine. (N. del T.)
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