domingo

POESÍAS - CONDE DE LAUTRÉAMONT (13)



II (4)

Las tragedias excitan la piedad, el terror, por el deber. Es algo. Es malo. No es tan malo como el lirismo moderno. La Medea de Legouvé (34) es preferible a la colección de las obras de Byron, de Capendu (35), de Zaccone (36), de Félix (37), de Gagne (38), de Gaboriau, de Lacordaire, de Sardou, de Goethe, de Ravignan (39), de Charles Diguet (4). ¿Qué escritor de entre vosotros, decidme, puede levantar -¿qué pasa? ¿qué significan esos resoplidos de contrariedad?- el peso del Monólogo de Augusto? Los sainetes bárbaros de Hugo no proclaman el deber. Los melodramas de Racine, de Corneille, las novelas de La Calprenède (41) lo proclaman. Lamartine no es capaz de componer la Fedra de Pradon (42); Hugo, el Venceslas de Rotrou; Sainte-Beuve, las tragedias de Laharpe o de Marmontel. La tragedia es un error involuntario, admite la lucha, es el primer paso del bien, no aparecerá en esta obra. Ella conserva su prestigio. No sucede lo mismo con el sofisma (a deshora, el gongorismo metafísico de los autoparodistas de mi época heroico-burlesca).

El fundamento de los cultos es el orgullo. Es ridículo dirigir la palabra a Elohim, como han hecho los Job, los Jeremías, los David, los Salomón, los Turquéty. La plegaria es un acto falso. La mejor manera de agradarle es indirecta, más conforme a nuestra fuerza. Consiste en hacer feliz a nuestra raza. No existen dos modos de agradar a Elohim. La idea del bien es una sola. Como ejemplo de un bien que aparece como menor siendo mayor, autorizo a que me mencionen la maternidad. Para agradar a su madre, un hijo no le dirá en voz alta que es comprensiva, deslumbradora y que él se comportará de modo que sea merecedor de la mayoría de sus elogios. Procede diversamente. En lugar de decirlo, lo sugiere por sus actos, despojándose de esa tristeza que hincha a los perros de Terranova. No hay que confundir la bondad de Elohim con la trivialidad. Cada cual es verosímil. La familiaridad engendra el desprecio; la veneración engendra lo contrario. El trabajo destruye el abuso de los sentimientos.

No hay razonador que crea en contra de su razón.

La fe es una virtud mediante la cual aceptamos las verdades que Elohim nos revela por la conciencia.

No conozco más gracia que la de haber nacido. Todo espíritu imparcial la encuentra completa.


Notas

(34) Ernest-Wilfrid Legouvé (1807-1903): dramaturgo y literato francés de estilo académico. (N. del T.)
(35) Ernest Capendu (1826-1860): novelista y comediógrafo francés. (N. del T.)
(36) Pierre Zaconne (1817-1895): novelista francés de tipo folletinesco. (N. del T.)
(37) Le Père Céletin-Josph Félix (1810-1891): predicador jesuita francés. Publicó muchos volúmenes de controversia religiosa. (N. del T.)
(38) Paulin Gagne: nació en 1808. Abogado y poeta. Personaje muy curioso. Inventó un lenguaje universal: el monopangloto. Propuso un sistema de antropofagia para solucionar el hambre en Areglia, al que llamó “filoantropofagia” por su carácter civilizado. Entre sus libros figuran los siguientes títulos: “La unidad del mundo visible e invisible”, “El suicidio” (poema de 3.000 versos), “El océano de las catástrofes y el imperio universal”. (N. del T.)
(39) Le Père Fustav-Xavier de Ravignan (1795-1858): predicador jesuita francés. Sucedió a  Lacordaire en N^tre-Dame. Son famosos sus “Sermones”. (N. del T.)
(40) Charles Diguet: nació en 1836. Novelista francés, (N. del T.)
(41) La Calprenède (1610-1663): escritor francés contemporáneo de Corneille, autor de novelas y dramas dentro del estilo preciosista. (N. del T.)
(42) Nicolás Pradon (1632-1698): poeta trágico francés, autor de una “Fedra” mediocre que algunos contemporáneos quisieron oponer a la de Racine. (N. del T.)

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