DRAMÁTICA (6)
La comparación con Kleist
no significa nada en especial. Lo que aparece como signos estilísticos
típicamente dramáticos en algunas frases de Mozart es llevado por Kleist con
rigurosa consecuencia hasta lo innegablemente trágico. Pero la prosa de Mozart
también se distingue por caracteres estilísticos que reflejan bien claramente
su naturaleza conciliadora.
…si
usted quiere llamar tomar el pelo a lo que son verdaderos obstáculos, no puedo
impedírselo. Se puede llamar cada cosa por un nombre equivocado, si a uno le
place, pero, ¿será bueno? Esa es otra pregunta. (1)
En esta redacción dual se
suavizan los contornos de la antítesis.
En vano buscamos en
Mozart la tendencia a desmenuzar, tan propia del analista. Por el contrario, a
menudo reúne lo múltiple en una expresión sintetizadora.
Tengo
que reconocer que viajé gustosamente con ello. Estábamos divertidos y
contentos. Oí hablar un hombre como ellos. No debía preocuparme de nada. Lo que
se desgarraba, lo encontraba zurcido, en una palabra, estaba atendido como un
príncipe. (2)
De lo particular llega a
la impresión general:
Yo,
el que suscribe, certifico que considero al portador de la presente, señor José
Eybler, un alumno digno de su famoso maestro Albrechtsberger, un compositor
escrupuloso, diestro tanto en el estilo de cámara como en el religioso,
entendido en el arte del canto, acabado pianista y organista, en una palabra,
un joven músico que hace deplorar que haya tan pocos que se le parezcan. (3)
Otra variante: sin
emplear medios compulsivos. Mozart despierta nuestra curiosidad con el anuncio
de cosa abstractas cuya ejecución se realizará a continuación, tal como la obertura
de una ópera expone los temas que se desarrollarán en el transcurso de la obra:
Tengo
el ojo echado en tres cosas: la primera no es segura, y aunque lo fuera -probablemente,
no mucho-; la segunda sería la mejor -pero sabe Dios si sucede-, y la tercera,
que no es de despreciar, lástima que sólo puede ser el futuro y no el presente…
Sin salirse del tema pasa
enseguida a estructurar su concepción. Consecuente con el tema describe
detalladamente qué y a quién hay que imaginar en cada una de las tres cosas.
La
primera es el joven príncipe de Lichtenstein (él todavía no quiere que se
sepa). Él quiere hacer una Harmonie Musik para la cual yo tendría que hacer los
pedazos -claro que esto no representaría mucho-, pero por lo menos sería algo
seguro. La segunda (que para mí es la primera) es el propio emperador. Quién
sabe, hablará de ello con el señor von Strack -no dudo que hará lo suyo en mi
beneficio- pues demuestra ser un buen amigo mío… La tercera es el archiduque
Maximiliano -de este puedo decir que estoy muy bien con él-; me distingue en
todas las ocasiones y casi podría decir con seguridad que si ya fuera elector
de Colonia también sería yo el Kapellmeister. (4)
Sólo en este párrafo
hemos llegado a lo concreto que en el anterior ha sido anunciado en forma
abstracta. Del mismo modo, la música de una obertura operística insinúa los
motivos que sólo se hacen plásticamente tangibles en el desarrollo escénico de
la ópera. Aun no sabemos qué conexión tiene un tema sombrío y triste u otro
caballeresco y fresco. Pero la obertura nos sume en una actitud expectante, que
se satisfará en el transcurso de la ópera., cuando represente la sombría
fatalidad o salga a escena el caballeresco héroe, etc. Todo esto ocurre en
Mozart en forma discreta, sin rigorismo violento.
Notas
(1) A su padre, Viena,
12-VII-1783, II, 210.
(2) A su padre, Mannheim,
4-II-1778, I, 383.
(3) Certificado para J.
Eybler, Viena, 30-V-1790, II, 465.
(4) A su padre, Viena,
23-I-1782, II, 153/54.
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