13 / LA LECCIÓN DEL PERDÓN (2)
Los moribundos son
grandes maestros del auténtico perdón. Ellos no piensan: “Yo tenía razón y sé
que tú estabas equivocado, pero en mi grandeza, te perdono.” Por el contrario,
piensan: “Has cometido errores y yo también. ¿Quién no? Pero ya no quiero
medirte por tus errores del mismo modo que no quiero que me midan a mí por los
míos.”
Existen muchos obstáculos
para perdonar. El principal es pensar que si perdonamos aprobamos el
comportamiento que nos hirió. Pero perdonar no consiste en estar de acuerdo con
que nos hirieran, sino en liberarnos del dolor que sentimos por nuestro propio
bien, y porque nos damos cuenta que si nos aferramos al rencor somos nosotros
quienes nos sentimos desgraciados. Las personas que se resisten a perdonar
deben recordar que sólo se castigan a ellas mismas.
Perdonar no significa
permitir que nos pisoteen. Perdonar es un sentimiento de caridad en el mejor sentido
de la palabra. Cuando perdonamos, reconocemos que la otra persona no estaba en
su mejor momento cuando nos hirió, y que es mucho más que sus errores. Los
demás también son humanos, cometen errores y han sido heridos, como nosotros.
Después de todo, el perdón se produce en nuestro interior. Perdonamos para
sanarnos a nosotros mismos. El comportamiento de los demás no es más que eso,
una manera de comportarse, pero nosotros no perdonamos su comportamiento, sino
a la persona.
El deseo de venganza es otro
obstáculo para el perdón. Cuando nos desquitamos, sólo obtenemos un sentimiento
temporal de alivio o satisfacción, si es que obtenemos algo. Acto seguido, nos sentimos culpables por
habernos rebajado al tipo de comportamiento que, al principio, pensábamos que
era incorrecto. Cuando nos desquitamos queremos que quienquiera que nos haya
herido sepa lo mucho que nos ha dolido su actuación, de modo que arremetemos
contra él…, y entonces nos duele más. No hay nada malo en expresar nuestro
dolor, pero si nos aferramos a él se convierte en un castigo que nos proponemos
a nosotros mismos.
Perdonar puede ser difícil.
En ocasiones resulta más fácil obviar la situación. Muchas veces sentimos la
necesidad imperiosa de perdonar pero lo aplazamos, y con nuestra pasividad
permitimos que, gota a gota, la infelicidad se vaya colando en nuestra vida. A
veces no somos conscientes de que no queremos vivir así y de que no disponemos
de toda la eternidad para aclarar las cosas hasta que nuestra vida está a punto
de terminarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario