JUEGO (8)
Cuando Mozart inventa una
historia, esta es de poco contenido, pero la ejecución se extiende por puro
gusto de inventar, considerablemente.
…era
pues un lugar. Había un pastor que era ya bastante viejo, pero que se
conservaba aun fuerte y robusto, que era soltero y bastante adinerado, y vivía
muy contento, sí, esto tengo que decírselo antes que le cuente el cuento, él tenía
un espantoso timbre de voz cuando hablaba; siempre que se le oía hablar causaba
espanto. Bueno, para abreviar el asunto, debe usted saber que tenía un perro,
al que llamaba Bellot, un perro muy hermoso, blanco con manchas negras. Bueno,
un día iba con sus ovejas de las que llevaba 11.000, llevando un báculo en la
mano con una bonita cinta rosa en la empuñadura. Pues él no andaba nunca sin
báculo. Esa era su costumbre. Sigamos. Cuando había andado una buena hora se
sintió cansado y se sentó a la orilla de un río. Finalmente se durmió y soñó
que se le habían perdido todas sus ovejas, y con este susto se despertó, para
encontrarse, para su gran alegría, con todas sus ovejas. Se levantó y siguió
andando, pero por poco tiempo, pues apenas había pasado una media hora cuando
llegó a un puente, que era muy largo pero con buenas protecciones a ambos lados
para que no hubiera peligro de caerse, y allí se puso a contemplar su majada. Y
como tenía que pasar después de sus ovejas empezó a arrear las 11 mil ovejas
por el puente. Ahora deberá usted tener paciencia hasta que las 11 mil estén
del otro lado y entonces le termine de contar la historia… (1)
Esperamos que cada uno de
los distintos motivos enunciados tenga una significación emocional dentro del
cuento. Tiene el tono del cuento popular, donde se caracteriza detalladamente,
en un primer lugar, un pastor, con el punto de partida típico y el compás
igualmente típico de los cuentos infantiles: “Había un pastor, que era…” Algo
muy especial parece prometer el “espantoso timbre de voz”; detalle que el autor
había olvidado y que advierte a la lectora le es indispensable decírselo para
poder seguir con el cuento. Del mismo modo, el perro Bellot seguramente tendrá
un papel importante, por lo que tenemos que conocerlo. Por segunda vez el autor
se dispone a reemprender animoso el cuento con un “Bueno”. Pero enseguida
vuelve a interrumpir el suspenso con la descripción del báculo del que, en
principio, se sospecha, jugará un papel importante, aunque en el momento sólo
describe una costumbre. “Sigamos” escribe Mozart y vuelve a enardecer nuestra
impaciencia. El sueño del pastor seguramente no lo satisfará, pero hasta el
prometedor tema del sueño se disuelve en una pompa de jabón y no significa nada.
Ahora el suspenso, siempre defraudado y otra vez anunciado, es creado por la
minuciosa descripción del puente y ya creemos alcanzar con las manos la
solución. Contra todo lo esperado arribamos a un final muy poco satisfactorio.
Todo el prolijo dibujo y la descripción detallada que no descuida ningún
detalle no tienen ninguna razón funcional, sino que, solamente, el
desbordamiento de una naturaleza juguetona. Al mismo tiempo que este puro gusto
por la broma se insinúa el talento dramático de Mozart. El cuento del pastor
está en el límite entre juego inmotivado y la tendencia consciente del dramaturgo.
Notas
(1) A la primita,
Mannheim, 28-II-1787, 338.
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