DECLARACIÓN (2)
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Esta tan perfecta osadía y determinación en las obras pocos espirituales la
alcanzan, porque, aunque tratan y usan este trato, y aun se tienen algunos por
los de muy más allá, nunca se acaban de perder en algunos puntos o de mundo o
de naturaleza, para hacer las obras perfectas y desnudas por Cristo, no mirando
a lo que dirán, o qué parecerá. Y así no podrán estos decir: “diréis que me he
perdido”, pues no están perdidos a sí mismos en el obrar. Todavía tienen
vergüenza de confesar a Cristo por la obra delante de los hombres, teniendo
respecto a cosas, No viven en Cristo de veras.
Que,
andando enamorada,
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conviene a saber; que, andando obrando las virtudes enamoradas de Dios,
me
hice perdidiza, y fui ganada.
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El que anda de veras enamorado, luego se deja perder a todo lo demás, por
ganarse más en aquello que ama; y por eso el alma dice aquí que se hizo
perdidiza ella misma, que es dejarse perder de industria. Y es en dos maneras,
conviene a saber: a sí misma, no haciendo caso de sí en ninguna cosa, sino de
el Amado, entregándose a él de gracia sin ningún interés, haciéndose perdidiza
a sí misma, no queriendo ganarse en nada para sí; lo segundo, a todas las
cosas, no haciendo caso de todas sus cosas, sino de las que tocan al Amado; y
eso es hacerse perdidiza, que es tener gana de que la ganen.
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Tal es el que anda enamorado de Dios, que no pretende ganancia ni premio, sino
sólo perderlo todo y a sí mismo en su voluntad por Dios, y esa tiene por su
ganancia; y así lo es, según dice San Pablo, diciendo: “Mori lucrum”, esto es: “Mi
morir” por Cristo “es mi ganancia” (Fil, 1,21), espiritualmente a todas las
cosas y a sí mismo. Y por eso dice el alma: “fui ganada”; porque el que a sí no
se sabe perder no se gana, antes se pierde, según dice Nuestro Señor en el
Evangelio, diciendo: “El que quisiere ganar para sí su alma, ese la perderá; y
el que la perdiere para consigo por mí, ese la ganará” (Mt. 16,25). Y, si
queremos entender el dicho verso más espiritualmente y más a propósito que aquí
se trata, es de saber que, cuando un alma en el camino espiritual ha llegado a
tanto que se ha perdido a todos los modos y vías naturales de proceder en el
trato con Dios, ya no le busca por consideraciones ni formas, ni sentimientos,
ni otros medios algunos de criatura y sentido, sino que pasó sobre todo eso y
sobre todo modo suyo y manera, tratando y gozando a Dios en fe y amor, entonces
se dice haberse de veras ganado a Dios, porque de veras se ha perdido a todo lo
que no es Dios, y a lo que es en sí.
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