DECLARACIÓN (1)
1
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Responde el alma en esta canción a una tácita reprehensión de parte de los del mundo; según ellos han de costumbre de notar a
los que de veras se dan a Dios, teniéndolos por demasiados en su extrañeza y
retiramiento y en su manera de proceder, diciendo también que son inútiles para
las cosas importantes y perdidos en lo que el mundo precia y estima. A la cual
reprehensión de muy buena manera satisface aquí el alma, haciendo rostro muy
osada y atrevidamente a esto y a todo lo demás que el mundo la pueda imponer,
porque, habiendo ella llegado a lo vivo de el amor de Dios, todo lo tiene en
poco. Y no sólo eso, mas antes ella misma lo confiesa en esta canción, y se
precia y gloria de haber dado en tales cosas y perdídose al mundo y a sí misma
por su Amado. Y así, lo que quiere decir en esta canción hablando con los del
mundo; que si ya no la vieren en las cosas de sus primeros tratos y otros
pasatiempos que solía tener en el mundo, que digan y crean que se ha perdido y
ajenado de ellos, y que lo tiene tan por bien, que ella misma se quiso perder andando
buscando a su Amado, enamorada mucho de él. Y, por que vean la ganancia de su
pérdida y no la tenga por insipiencia o engaño, dice que esta pérdida fue su
ganancia, y por eso de industria se hizo perdidiza.
Pues
ya si en el exido
de
hoy más no fuere vista y hallada.
2
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Exido comúnmente se llama un lugar común donde la gente se suele juntar a tomar
solaz y recreación, y donde también apacientan los pastores sus ganados. Y así
por el “exido” entiende aquí el alma el mundo, donde los mundanos tienen sus
pasatiempos y tratos y apacientan los ganados de sus apetitos. En lo cual dice
el alma a los de el mundo que, si “no fuere vista ni hallada” como solía antes
que fuese toda de Dios, que la tengan por perdida en eso mismo, y que así lo digan;
porque de eso se goza ella, queriendo que lo digan, diciendo:
diréis
que me he perdido.
3
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No se afrenta el que ama delante de el mundo de las obras que hace por Dios, ni
las esconde con vergüenza, aunque todo el mundo se las haya de condenar; porque
“el que tuviere vergüenza delante de los hombres de confesar al Hijo de Dios,
dejando de hacer sus obras, el mismo Hijo de Dios”, como Él lo dice por San Lucas,
“tendrá vergüenza de confesarle delante de su Padre” (9,26). Y, por tanto, el
alma con ánimo de amor, antes de precia de que se vea (para gloria de su Amado)
haber ella hecho una tal obra por él, que se ha ya perdido a todas las cosas
del mundo; y por eso dice: “Diréis que me he perdido.”
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