Pablo Casacuberta es artista
plástico, escritor, cineasta y gestor cultural. Junto a la bailarina,
coreógrafa y docente Andrea Arobba fundó Gen, un espacio que concibe el arte y
la ciencia como “disciplinas hermanas” debido a que comparten un mismo
propósito: “ensanchar el ámbito de la experiencia”.
Sostiene que Gen representa en su vida un proyecto estructurador que le
permitió enmarcar sus múltiples intereses y “meter todas las frutas en una sola
canasta”. Entiende que el rol del gestor cultural tiene que ver con “conectar
partes de la sociedad que todavía no comparten sinergias” y producir
“artificialmente procesos que a la larga se convierten en naturales”.
¿Cómo nace Gen y la idea de unir en este proyecto el arte con la
ciencia?
Gen tiene un origen bastante sui generis, porque empezó como
prolongación de la labor de un colectivo artístico que además era un
matrimonio. Con Andrea Arobba hicimos muchísimos proyectos juntos, algunos de
los cuales tuvieron una fuerte carga de gestión. En determinado momento nos
llegó algo que se podría definir como la crisis de la mediana edad bien vivida,
que hizo que en vez de querer largar todo al demonio nos vinieran ganas de
pensar cómo sería un proyecto que tuviera un propósito más grande que el de un
hecho artístico particular. A lo largo de los años veníamos haciendo un
diagnóstico sobre algunas cosas que ambos percibíamos que estaban pasando a
nivel de la cultura. Una de las cuales tenía que ver con lo que para nosotros
era una progresiva balcanización o fragmentación de las distintas modalidades
de producción de conocimiento.
¿En Uruguay arte y ciencia se conciben como compartimentos estancos?
Primero que nada hay que entender que la distancia entre arte y ciencia
no ha sido ni universal ni eterna. Hasta el siglo XVIII la ciencia tenía una
dimensión espectacular, donde la intención era manifiestamente expandir el
ámbito de lo posible. En ese período estaba lleno de cenáculos literarios donde
había científicos y de cenáculos científicos donde había literatos. No era
raro, ni siquiera en Uruguay. Clemente Estable hacía excursiones para
clasificar fauna y flora y llevaba a un poeta. En las paradas para descansar y
tomar agua el poeta declamaba. Esa sensibilidad no es remota como se pretende;
de hecho hasta entrado el siglo XIX era muy concebible que artistas y
científicos compartieran la misma mesa. Es cuando se produce una cisura entre
las humanidades y las ciencias que se empieza a generar la idea de que sus
metodologías son sustancialmente distintas, pero en realidad ambos mundos
involucran creatividad, observación, experimentación y capacidades expresivas.
Hoy la ciencia para el ciudadano común en Uruguay parece ser algo
bastante lejano, el recinto de unos pocos ¿Cuál es tu opinión sobre este punto?
La ciencia uruguaya se financia con los impuestos de los ciudadanos y
sin embargo no se presenta a la ciudadanía como un logro comunitario. Tiene que
ver con que se ha generado un clima en el que la ciencia no participa en el
panorama cultural y al mismo tiempo estamos en un momento donde se requiere más
que nunca una población informada y con capacidad de crítica. Porque no
solamente hay un enorme acceso a información sino que hay un enorme acceso a
información falsa o pobremente descrita. Eso genera que exista al mismo tiempo
una ciudadanía más informada y más desinformada que antes. Muchas decisiones de
carácter estratégico vinculadas al desarrollo del país requieren una población
informada. Entonces lo que nos pareció es que sería importante generar un lugar
donde se produjera un encuentro entre el conocimiento reciente y el arte
contemporáneo.
¿Cuáles son las grandes ventajas para una sociedad de fusionar el arte
contemporáneo con la ciencia?
Hay muchísimas ventajas. Voy a hacer una analogía neurológica. En
realidad los sistemas que te permiten permanecer en vertical, tragar saliva o
pestañar, son sistemas altamente localizados en la cabeza. Pero vos has logrado
generar un sistema que funciona de una manera unívoca, con una ilusión de
consenso. Entonces el problema de los compartimientos estancos es que se
produce una especie de sensibilidad fragmentada. Subir una escalera requiere de
la participación de muchísimos módulos distintos, pero vos lo vivís como un
sólo acto concertado. Entonces cuando la cultura está fragmentada es muy
difícil desarrollar una visión estratégica de qué hacer con ella. En realidad
hay aspectos de política científica que tienen un impacto en la literatura y
viceversa; pero es difícil ver esos vasos comunicantes si no se desarrolla una
visión sistémica.
¿Cómo juega la identidad y el patrimonio en el diálogo que Gen propone
entre arte y ciencia?
Para nuestro gusto el más dramático de esos abismos es el que se produjo
entre la producción de conocimiento reciente y la noción de patrimonio
cultural. En los últimos 20 o 30 años se ha generado en Uruguay una suerte de
progresivo corrimiento de la noción de identidad hasta identificarla con la
tradición, cuando en realidad la tradición es una parte de la identidad. A
pesar de que es una sociedad que tiene un profundo interés por su patrimonio,
si parás a mil personas por la calle y les pedís que hagan un listado de lo que
consideran que es el patrimonio cultural, una o dos de cada mil va a incluir
dentro del patrimonio cultural uruguayo la producción científica local, la
producción académica reciente, las ideas que surgieron la semana pasada. En
general la gente va a apelar a nociones más identitarias del patrimonio y más
vinculadas a lo tradicional. A nosotros nos parecía que eso primero que nada
empobrecía la capacidad de los ciudadanos de disfrutar los frutos de la
producción de conocimiento.
Tenés un interés particular por la intersección entre la neurociencia y
el arte ¿Cuáles son los puntos de contacto en los que profundizaste para unir
conceptualmente estos dos mundos?
El punto de intersección natural entre la creación artística y la
ciencia, es la cognición; el sistema por el cual generamos y damos sentido a la
experiencia. El arte es la disciplina que se dedica a producir experiencias y
cuando lo ves desde la perspectiva de la creación, transmisión y producción de
experiencias, te das cuenta que arte y ciencia son en realidad disciplinas
hermanas. Son modalidades de hacer más propio aquello que inicialmente se nos
presenta como ajeno y de ensanchar el ámbito de la experiencia. A nosotros nos
resulta natural como humanos ir al cine y pagar una entrada para ver una
película de terror que nos va a hacer sufrir durante dos horas. Estamos
dispuestos a ello porque en realidad la moneda de cambio social es la
experiencia, aunque no somos conscientes de eso. La experiencia determina tu
vida laboral, el modelo de estructura familiar, el desempeño que vas a tener,
el lugar que vas a ocupar en la manada. Estamos dispuestos a hacer grandes sacrificios
para la adquisición de experiencias. La ciencia no es más que eso: la intención
de ensanchar el ámbito de la experiencia. El arte se podría decir que tiene
exactamente el mismo propósito.
Gen comenzó siendo inicialmente en el papel un centro cultural y se convirtió con el tiempo en un centro de artes y ciencias ¿Por qué sucedió esto?
Porque nos dimos cuenta que Uruguay tenía probablemente un déficit de
espacios culturales, pero mucho más agudamente tenía un déficit de espacios
donde se produjera esta clase de diálogo. En general hay muy pocos centros de
artes y ciencias en el mundo, porque se tiene que generar un modelo de
sensibilidad para integrar ambas cosas, que tiene que ver con una biografía
particular. Yo fui criado en una familia de científicos y se me enseñó a mirar
el mundo como una interacción de procesos materiales y nunca resultó arcano
para mí el arte en su aspecto neurofisiológico o material. Siempre me pareció
que si es un proceso neurofisiológico subir una escalera, pintar un cuadro lo
debe ser también, pero esa no es la forma más común de aproximarse a los hechos
culturales y tardé un tiempo en encontrar la bibliografía que le diera soporte
y me permitiera construir una visión coherente del asunto. Y luego al conocer a
Andrea me enfrenté a un mundo muy distinto al mío, donde hay una expresividad
corporal que no es lo más representativo de mí. Entonces no solamente es
azarosa la biografía que dio origen a mi parte de Gen, sino también el
encuentro de dos biografías muy particulares. Por eso es que son centros
infrecuentes. Tiene que pasar que la vida te haya llevado para allí de una
forma más o menos natural.
¿Qué roles tienen Andrea Arobba y vos dentro de Gen?
No somos exactamente el mismo modelo de director. Andrea tiene una
capacidad gerencial ilimitada, es un súper héroe del gerenciamiento. Mi rol
tiene que ver con contribuir al diseño de una estrategia y al discurso de Gen.
Andrea es mucho más metódica; donde pone el ojo pone la bala. Yo funciono más
como un hongo que va tirando distintas esporas, muchas de las cuales no
encuentran suelo fértil. Entonces tenemos dos estilos muy distintos y súper
complementarios. Ella está acostumbrada a hacer procesos investigativos que
duran muchos meses con enorme foco y que involucran la interacción con personas.
Mis únicos proyectos que tienen duración son libros, que es algo que uno hace
en el más absoluto y desolado aislamiento. Son dos modos muy distintos de
percibir la producción de cultura y funcionan muy bien juntos.
Tanto vos como Andrea además de artistas al frente de Gen son gestores culturales ¿Cómo definirías ese rol?
Un gestor es un conector. Una persona que facilita que se produzcan unas
interacciones que no se darían en forma natural en el ecosistema cultural. Es
decir que produce artificialmente procesos que a la larga se convierten en
naturales. El gestor se encarga de conectar partes de la sociedad que todavía
no comparten sinergias. Hace que se reconozcan juntos, generen un lenguaje, una
interface argumental y propicia que de eso salgan hechos materiales
comunicables.
¿Cómo es la dinámica de trabajo en Gen y cómo eligen los proyectos que
van a desarrollar?
Gen funciona de dos maneras. Primero hay una disposición a dispersar
desde adentro hacia afuera unas ideas y eso tiene que ver con el diseño que
hacemos de lo que Gen se propone generar aquí adentro. Y después es un
“reaccionador” hacia lo que el mundo nos propone. Por un lado entonces recibimos proyectos y en general tendemos a
tomar con mayor atención aquellas iniciativas que están bien presentadas y
tienen un sustrato conceptual. Nos interesan sobre todos los proyectos que
llevan ya un cierto proceso de profundidad recorrido y estamos abiertos a
proyectos de muy variado pelo.
¿Esos proyectos que reciben tienen que tener al arte y la ciencia en su
génisis?
No necesariamente. Hay proyectos que hacemos que son estrictamente de
desarrollo tecnológico. El año pasado hicimos un proyecto que tenía un borde
artístico, pero sobre todo era un proyecto de investigación tecnológica. Una
pantalla táctil que está expuesta en Antel. Es una pantalla que es de lycra,
entonces cuando la tocás se hunde y produce un gradiente temporal. La imagen se
distorsiona hacia el pasado de forma gradual en el lugar donde estás
oprimiendo. Se podría decir que eso tiene un sustrato fundamentalmente
tecnológico, pero en realidad también es un proyecto interactivo y artístico.
¿Cuál es el aporte que Gen hace a un proyecto que viene de afuera?
¿Viste esos amigos que pueden ser molestos pero te cantan la posta?
Tratamos de ver en qué aspectos el proyecto se puede desarrollar y ser una
plataforma de profesionalización. Es decir que tengan un nivel de definición
que se puedan presentar en cualquier país del mundo. No porque los desproveamos
de la identidad local, pero tratamos de que haya un estándar internacional de
producción.
Gen es además un espacio de residencias y se plantea el objetivo de
“incubar vocaciones” ¿Cómo es esto?
Sí. En el piso de arriba vivimos nosotros y los residentes. Hemos tenido
residentes de Japón, Francia, Israel, Bélgica, Chile, Ecuador, Bolivia e Irán.
Tratamos de que en general el rango de propuestas sea diverso pero muchas veces
simplemente nos adaptamos a lo que se nos presenta. Lo que sí tratamos que pase
es que desde Gen haya dos o tres iniciativas anuales grandes, donde se tiendan
puentes entre arte y ciencia. Este año hicimos un largometraje sobre la vida,
obra y legado de Clemente Estable, que justamente es un punto de intersección
muy fuerte en la historia uruguaya entre las humanidades y la ciencia. Además
uno de los objetivos más importantes de Gen más allá de promover el diálogo
interdisciplinario es incubar vocaciones. El sistema educativo uruguayo no está
estructurado actualmente entorno a la incubación de vocaciones, ni científicas
ni artísticas. A pesar de que hay especializaciones científicas y bachilleratos
artísticos, no hay una incubación temprana de la vocación, no hay un intento
por elucidar en forma temprana qué es lo que el niño quiere ser. Nadie te lo
pregunta hasta quinto año de liceo. Entonces uno de los objetivos centrales, de
los nortes que guían nuestra acción es incubar vocaciones y producir insumos
para una reforma educativa. Creemos que la educación está en crisis no solo en
Uruguay, sino en todo el planeta tierra. La primera cosa que me parece que es
interesante entender acerca de la crisis educativa es que es un problema
complejo, no es problema que se va a resolver con una corporación o un
personaje sacando su espada. Cambió la modalidad de acceso a la información y el rol de los docentes. Ese
hecho además de ser complejo es mayormente bueno. Pero nos parece que hay un
sustrato de esa reforma que tiene que ver con alojar la vocación y la
curiosidad. Cuando un pibe que hoy es adolescente tenga 50 años no va a existir
casi ningún trabajo. Entonces tratamos de privilegiar aquellas cosas en las
cuales esa mirada, la curiosidad y particularmente la curiosidad temprana está.
Desde el punto de vista personal a vos Pablo ¿qué te ofrece Gen?
Muchas cosas. Siempre he sido un sujeto con una disposición adaptativa a
la realidad. Soy un entusiasta de la supervivencia. En general el discurso post
judeocristiano hace aparecer la supervivencia como un hecho menor, pero si
tenés un cuadro darwiniano de la realidad, entendés que sobrevivir es una gran
cosa. Entonces siempre tuve una lectura adaptativa del lugar de las personas en
la trama de la vida. Hasta los 40 años no tuve un proyecto sino floraciones
artísticas en distintos géneros. Pero no un proyecto estructurador y coherente.
Lo que le dio Gen a mi vida fue justamente meter todas las frutas en una sola
canasta.
(Fundación Itaú / 30-5-2018)
(Fundación Itaú / 30-5-2018)
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