por César Bianchi
El capitán abre las puertas de su casa en el coqueto barrio de Jardines de Carrasco y parece un oficinista: buzo cerradito, lentes de Clark Kent, el apretón protocolar de manos. El deportista aguerrido y vocacional se deja entrever en la charla, en los sofás de su living. Tan vocacional que a la edad en que los pibes están más pendientes de colarse en algún cumple de 15 y emborracharse que en jugar al básquetbol, él dejó la comodidad de su Salto natal para venirse solo a la capital, en busca de un lugar en Hebraica Macabi. No sólo consiguió el lugar: consiguió comenzar una carrera deportiva que seguramente no iba a tener como arquero de fútbol, y lo fue obligando a relegar los estudios. A cambio tuvo su compensación: selección juvenil, selección mayor, Hebraica, Welcome en su esplendor, el pase a Boca y el salto a Italia, donde fue capitán dos equipos del sur y el norte.
A su regreso al país, tras 11 años en Europa, y cuando todos esperaban
su vuelta al equipo macabeo, arregló con Malvín, no por más plata, sino porque
le dio tres años de contrato, cuando él sólo pedía dos y Hebraica le ofrecía
uno. Le tuvieron fe en Malvín y mal no les fue: hace cinco años que juega, es
el capitán y ya ganó tres Ligas desde su estadía. ¿Por qué? Porque, dice,
tienen un "gran grupo humano", eso que hace que los planteles se
fortalezcan cuando otros desfallecen.
Y ahí está Mazzarino, con su perfil bajo -la "orgumildad" como
bautizó una empresa de cable para promocionar el Mundial de Rusia- y sus ganas
de jugar un año más para demostrar su vigencia. Después probará suerte como
entrenador, pero no se anima a decir si sabrá transmitir su experiencia o
disfrutará del básquet tanto como hoy disfruta tirando triples. Ante todo el
profesionalismo, dice, quien por eso mismo no se siente hincha de ningún club.
Sos salteño. Llegaste a Montevideo con
15 años, ¿ya directamente para jugar al básquet?
El "Chumbo" (Omar) Arrestia era salteño y trabajaba en el club
Ferrocarril de Salto, donde yo jugaba. Salí de ahí, es mi club. Yo empecé a
jugar al fútbol a los 5 años y a los 9 al básquetbol, practiqué los dos
deportes hasta los 15. Pero me encantó el básquetbol, en verano estaba todo el
día en el club. El "Chumbo" veía que yo estaba todos los días ahí
tirando al aro y me dijo: "Si te consigo un equipo en Montevideo, ¿te
animás a ir a jugar allá o te cagás?" Esas fueron sus palabras. Y yo, 15
años, le dije: "Sí, claro que voy". Él había jugado en Hebraica
Macabi, entonces conocía al presidente. Rodolfo Kaminientzki, en ese momento
estaba el (hoy) difunto Ramiro De León de entrenador. Un día fue De León a
verme en Salto, me hizo una prueba, le gusté y ahí ya empezó otro tipo de
problemas: había que convencer a mis padres. Yo había terminado tercero de
liceo.
¿Costó convencer a los viejos?
A mi padre no, el problema fue mi madre. Yo ahora que soy padre lo veo,
yo quizás dejaría ir a mi hijo, a mi señora le costaría un poco más. Costó
conseguir un lugar donde quedarme, hasta que por un empleado de la fábrica
donde trabajaba el presidente (Kaminientzki) se consiguió una casa en el Prado
donde vivía Susana, una señora divorciada, que estuvo dispuesta a alojarme en
una habitación libre que tenía. Y sin pensar mucho, me vine.
Pero cuando de chico jugaste al fútbol
y al básquet fue por diversión, ¿o pensabas dedicarte a una carrera
profesional?
No, no... Yo era asmático, entonces tenía que hacer deporte: hice natación,
fútbol y básquet. Como buen uruguayo arranqué en el baby-fútbol, como arquero.
Hice todas las categorías. Llegué a atajar en la Sub 15 de Salto. Y de básquet
estuve en mini y cadetes, en la selección de básquet de Salto también. No sé si
tenía condiciones, ¡me gustaba! Me vine a Montevideo, a la meca del básquetbol,
sin mucha conciencia.
¿Te costó adaptarte a la capital siendo
un adolescente y estando solo?
Sin pensar hice todo. Si tuviera que volver para atrás, no sé si me
animaría. Llegamos en la Onda una mañana, nos bajamos en la Plaza Cagancha, y
estaba el presi. Nos llevó a tomar un café, nos mostró el club, después fuimos
hasta el Prado donde nos mostró la casa donde yo iba a vivir. Y ahí me mostró
todas las paradas de ómnibus que servían, hasta la que estaba en la Pepsi, en
Instrucciones y Millán. Pasó la tarde conmigo y a la noche se volvió a Salto. Y
ahí ya quedé solo. La señora de la casa me ayudaba con los bondis, yo no
conocía nada. Yo estaba tan atento que cada vez que subía al bondi le decía al
guarda: "Por favor, me avisás cuando llegues a Instrucciones", te
decía: "Sí, sí, quedate acá cerca". Un día el bus estaba tan lleno
que me bajé solo, y estaba lejísimos... decir que caminé por Millán y a la
larga, llegué. Al principio no extrañé, era todo una novelería...
Y en Hebraica ese quinceañero se habrá
encontrado con grandes figuras...
Claro, estaba Carlos Peinado, el "Peje" Larrosa, (Gianni)
Pagani, jóvenes como (Enrique) Tucuna, Ramiro Cortés, de Salto. Pero te digo:
al principio no extrañaba, después me pasó que me iba para Salto a visitar mi
familia un viernes, y la vuelta a Montevideo era brava... Me acompañaba mi
abuela, mi padre, mi madre y desde arriba del bondi veía llorar a la abuela.
Tenía seis horas de regreso a la capital, esas horas eran tremendas.
¿Y los estudios? ¿Los
descuidaste?
Hasta cuarto año de liceo estuve muy bien, pasé todo, incluso exoneré
las materias exonerables. Pero ese año que llegué me citaron a una preselección
con equipos de Entre Ríos y Brasil, esa vez fui citado pero después eliminado,
no quedé en la selección final. Al año siguiente pasé a quinto de liceo, venía
todo bien, y me citan a la selección uruguaya Sub 18. Tuve que viajar a Quito
con la selección. Cuando volví al liceo Bauzá después de la competencia, el
último mes de clases me lo había perdido. Volví derecho a dar exámenes, pero
había perdido el hilo... Perdí ese año. Al año siguiente, con 17 o 18, me
inscribí nuevamente y me pasó lo mismo, porque desde los 16 todos los años me
citaban a la selección. Entonces si bien podía recuperar las faltas, me faltaba
seguirle el hilo. Empecé quinto año como cinco veces y hasta hoy nunca lo pude
terminar. Me enganché con el básquetbol.
De haber seguido los estudios, ¿qué te
hubiera gustado ser?
De chico quería ser cajero de un
banco, jaja. Después, pensaba en fisioterapia o profe de educación física.
Siempre algo ligado al deporte.
Estuviste cinco años en Hebraica
(1991-97), y después cuatro (1997-2001) en Welcome. El periodista deportivo
Juan Pablo Tamborini me contó que en el año '98 Welcome te baja a reserva, pero
como teniendo oro en el banco. ¿Cómo fue eso?
Fue un tema reglamentario. En esa época Welcome tuvo sus años dorados
-con Oscar Magurno de presidente- y había acaparado las mejores figuras del
básquet nacional. Casi toda la selección estaba en Welcome. Cambiaron los
reglamentos y se podía tener siete jugadores adultos, digamos, un extranjero y
los otros cuatro Sub 23, ponele. El año 97 jugué en Primera y estaba en la
selección uruguaya mayor. Para el 98 compró más jugadores: creo que fue (Luis)
Pierri, (Diego) Losada, aparte de los que ya estaban. Entonces un día termina
la práctica y Ramiro De León, el técnico, dice: "Vos, vos y vos tenemos
que hablar". Era (Gonzalo) Caneiro, el "Pata" Pereira y el
"Tato" Martínez, y nos dice que por un tema reglamentario teníamos
que bajar a reserva. Yo era jugador de selección uruguaya, titular, y jugaba en
reserva en Welcome en el 98. En las competencias internacionales con Welcome me
tocó jugar de titular. Nunca entendí eso... En reserva fuimos campeones
invictos.
Me imagino tu reacción cuando te dieron
la noticia de bajar a la reserva...
Llegué a casa y lloré mal... Pero ese
año me propuse algo: entrené como loco, el doble que antes y decidí no bajar
los brazos. Me dio un impulso personal. Quería romperme para subir al plantel
de primera: hacía doble horario, me quedaba después de hora, entrené como loco.
Al año siguiente que volví a jugar en primera, fui el mejor jugador de la liga.
En Boca se te da una experiencia muy
breve, hasta el salto a Italia donde te consolidaste: ahí estuviste 11 años y
fuiste capitán en Viola Reggio Calabria y en el Pallacanestro Cantú. ¿Cómo es
el básquet italiano en comparación con el nuestro o la NBA?
Yo llegué al Reggio Calabria que está allá abajo, en la punta de
"la bota", en el sur, ahí me mantuve primero como extranjero y
después ya con la ciudadanía italiana. Estando ahí, recién llegado, se da que
fallece mi padre y me vine de apuro a velarlo y no llegué a despedirlo. Ahí en
ese equipo sureño terminé arreglando por tres años, el último año fui capitán.
Y después me fui a Cantú, en el norte del país. Ahí estaba a 40 kilómetros de
Milán y 20 de Como, en la frontera con Suiza. En el sur la gente es mucho más
cálida, es amable; ya en el norte la gente piensa en el trabajo, en el dinero,
y es más difícil hacer amistades. Son dos cosas bien distintas el norte y el
sur. Y respecto al básquet, hay diferencias con la NBA, pero en ese momento
Italia y España estaban fuertes. Fue un cambio enorme viniendo de Uruguay. Yo
le dije a mi señora: "Vayamos a probar, y si nos echan, nos volvemos".
Pero cuando llegué me adapté enseguida, y se fue dando todo. En Reggio Calabria
capaz que la organización no era tan buena, el norte sí es mucho más
profesional, más organizado. Lo que tiene el profesionalismo es que te dan
todo, pero tenés que rendir: vivís para eso.
Dijiste en Desayunos Informales que era
un básquetbol muy profesional, a diferencia del nuestro que tildaste de
"desprolijo". ¿Tan difícil es respetar un calendario y evitar
suspensiones de partidos acá?
Es que no somos un país del Primer
Mundo, no tenemos esa infraestructura. En Italia no me pasó eso porque los
estadios son modernos, tenés calefacción, aire acondicionado. No se llueven. Yo
creo que es una cuestión de poderío económico. Acá si todos tienen estadios más
modernos, no se van a suspender los partidos. Después, si los calendarios no se
respetan, ahí sí pasa a ser un problema humano. El principal problema
nuestro es la infraestructura: tenemos casi los mismos estadios que hace 60
años. Ya no tenemos el Cilindro, incluso. Está Malvín que hizo su estadio
cerrado, Biguá también y no mucho más. El Antel Arena será otra cancha, pero
habrá otras actividades. Ahora tenés una cancha grande sola: el Palacio
Peñarol, y si está comprometido por otra fecha, un espectáculo, tenés que
cambiar la fecha. Hubo un año en que en pleno playoffs vino
Holiday On Ice y durante 10 días no se pudo jugar. A eso me refiero con
desprolijidad. Vos llegás a Italia y ya sabés desde el primer día qué día se
jugará cada partido de todo el año.
¿Qué cosas extrañás de Italia?
La comida, por ejemplo. Me encantaba.
Hay otra variedad, me acostumbré a comer otras cosas. Y lo cerca que estás de
todo en Europa: un día fuimos a la Euro Disney en París y conseguí pasajes en
avión por 40 dólares por persona. Ni qué decirte de viajar en tren de un país a
otro. Te vas dos días de un lado a otro. Me gusta todo lo organizado: el
tránsito, las autopistas, me encanta eso. Los gurises hablaban italiano
excelente. No los trataban como extranjeros. Cantú era un pueblo de 30.000
habitantes, imaginate lo bien que trataban a los hijos del capitán del equipo,
jeje. Pero yo les decía que al volver a Uruguay, eso no iba a pasar. Que no se
acostumbren.
¿Qué cosas extrañaste de Uruguay en
algo más de una década?
Para serte sincero, no extrañaba
mucho. Tenía a mi señora y mis hijos, mi núcleo más cercano. Ponele que
extrañaba a mi madre y mis hermanos, que cada tanto iban, pero pensá que cuando
estoy acá, mi madre y mis hermanos están en Salto, así que es lo mismo. Acá
puedo agarrar el auto e irme hasta Salto, eso sí.
Vayamos a lo más reciente y dulce: ¿Por
qué salió campeón Malvín? ¿Qué tuvo para coronarse después de una serie de
siete finales tan pareja?
Mirá, los dos primeros años míos en
Malvín (2013, 2014) ya sabíamos que competíamos para salir campeón. Teníamos un
gran equipo. Vos ya empezabas la Liga pensando en campeonar. El tercer año
perdimos en semifinales. Este año fue distinto: teníamos un buen equipo sí,
pero sabíamos que íbamos a depender de los americanos. Fijate que este año
cambiamos tres parejas de americanos. Después depende de la economía del club,
los jugadores que puedas traer. Empezamos el año a los tumbos, pero cuando
fuimos a Liga Sudamericana, acá iban cuatro fechas (habíamos ganado dos y
perdido dos), allá perdimos los tres partidos pero jugamos bien. Y ahí hicimos
un clic: volvimos y tuvimos una racha de cinco o seis partidos ganados, hasta
llegar a los playoffs. En la serie con Hebraica
arrancamos 2-0 arriba, nos empatan, un quinito partido donde al terminar el
primer tiempo perdíamos por 18, pero lo dimos vuelta. Creo que eso nos dio un
empujón anímico. A Defensor en semis le ganamos 3-1, pero tampoco fue un paseo,
estuvo complicado. Y en la final contra Aguada arrancamos 2-0 jugando bien, nos
empatan y nos comimos una paliza bárbara en el tercero, pero el grupo estaba
unido, fuerte y ganamos porque se nos dio el último partido. Pudo haber ganado
Aguada tranquilamente. Fijate que la mayor ventaja fue solo de cinco puntos.
¿Pero qué tuvo este Malvín?
Tuvo un gran grupo humano, donde los
últimos dos americanos que vinieron (Harper Kamp y Dominic Mc Guire, éste
último había jugado en la NBA en Golden State), aparte de ser buenos jugadores,
se adaptaron rápidamente al grupo. Lo fundamental es tener un buen grupo,
aunque hay que jugar bien al básquet, claro. Cuando tenés un buen grupo, y
llegan los momentos difíciles, ahí no te peleás. Si en las feas se empiezan a
pelear entre compañeros, ahí la cosa no funciona.
Fueron finales en las que hubo varios
episodios extra-basquetbolísticos: una persecución con insultos de Fernando
Cabrera (DT de Aguada) a López, Smith y su máscara, la suspensión de Diego
García en Aguada, los audios que involucraron jugadores en apuestas
clandestinas. ¿Se llegó a desvirtuar la competencia por todo esto?
Se desvirtuó en las redes sociales.
En la cancha, tanto ellos como nosotros, no hubo ningún tipo de problemas, más
allá del encontronazo entre los entrenadores. Se vivía de distinta manera a lo
que es el exterior. Los comentarios, las preguntas y comentarios de los
periodistas deportivos, los comentarios en redes sociales, nada de eso se
trasladó a lo basquetbolístico. No se trasladó a la cancha. Pero sí creo que
todo eso le dio a ellos un empuje extra, una motivación extra, y complicó la
tarea de los árbitros. Todas estas cosas, los comentarios, ejercieron presión y
ahí sí enrareció el clima, pero en la cancha no.
Periodistas que saben mucho de básquet,
me decían que Malvín hizo algo parecido a la selección uruguaya con Tabárez:
apostó a un proceso. Pablo López dirige Malvín desde 2006. ¿Esa es parte de la
explicación del éxito?
Sí, y tiene que ser. Sobre todo en la
conformación de los planteles. Creo que Malvín va cambiando pero de a uno o dos
jugadores, el núcleo madre continúa. Otros equipos cada año cambian casi todo
el equipo, hacen borrón y cuenta nueva, y así es difícil tener un proceso.
Malvín seguro cambia los americanos, pero de los nacionales, se fue (Bruno)
Fitipaldo, (Mathías) Calfani, antes el "Enano" (Fernando) Martínez,
que se fue a Goes, pero es más fácil cuando sumás uno o dos compañeros nuevos
que cuando cambiás cinco o seis. Eso ayuda al proceso. Él ha sabido trabajar, y
hay jóvenes que salen del club.
Un hincha de Malvín, para ilustrarme la
idea del proceso, me decía que al otro día de ganar la Liga, López y Horacio
"Chato" Martínez estaban dirigiendo el entrenamiento de la Sub 23.
Bueno, eso va en cada técnico, es
parte de su persona. Es como yo cuando era chico y jugaba básquet todo el día,
y entrenaba en triple horario. Eso es ser profesional, y ahí está viendo los
jóvenes para reclutar y capaz que llevarlos al primer equipo.
A los colegas de Sport 890 les decías
que los primeros años te costó mantener una buena relación con el DT, que no se
entendían muy bien. ¿Por qué?
Es que yo estaba acostumbrado a otro
tipo de juego y entrenamiento, y había cosas que no me adaptaba o no me
gustaban, pero bueno... era más que nada algo mío, personal. Me costó
adaptarme, pero siempre mis diferencias eran de metodología y para mejorar. A
veces llevó a algún roce, pero son normales. Ahora la relación es buena y ya
nos conocemos. Si ahora hay algo que no me gusta de él o de la forma de
trabajo, lo hablamos o sencillamente la evitamos. Nada puede perjudicar el
equipo, y nunca perjudicó la parte deportiva, porque los dos queremos salir
campeones.
¿Terminaste opacando la llegada de
Esteban Batista a Welcome o incluso a Leandro García Morales, que juega en tu
puesto?
No, para nada. Ahora se habla mucho
de mí porque salimos campeones. Si hubiera salido campeón Hebraica, se estaría
hablando mucho de Leandro o si hubiera salido campeón Welcome, se hablaría de
Esteban. No es tenis. No es Mazzarino contra Batista o contra Leandro. Para mí
ellos dos siguen siendo los dos mejores jugadores que hay acá, los dos más
determinantes, esa es la realidad. Yo estoy en un buen grupo, juego bien, pero
dependo mucho de mis compañeros, porque ya tengo 42 y no tengo la capacidad
individual de llevarlos solo a la victoria. Ellos capaz que sí, te pueden ganar
un partido.
No sos un histórico del club, pero ya
hace cinco años que estás, desde que volviste de Europa, y fuiste tres veces
campeón de la Liga. ¿Sentís que te convertiste en un referente, aunque no te
hayas criado en Malvín?
No sabría decirlo. Habría que preguntarle a los hinchas de Malvín.
Quiero pensar que sí, que algo he dejado, creo que cuando me contrataron la
idea era tener un referente para los jóvenes, un ejemplo... si bien no me gusta
la palabra ejemplo, porque yo no hago nada para ser un ejemplo, yo soy así, y
si me quieren tomar como ejemplo, bárbaro. Es un club con muchos socios, muchos
jóvenes, quiero pensar que sí, que algo de todo eso quedará para el futuro.
Consulté a algunos hinchas de Malvín,
les pregunté por vos, y me dijeron cosas como: "Mazzarino es todo lo que
está bien", "es magia, respeto, un ejemplo". Y uno de ellos me
dijo que esta quinta estrella está asociada directamente a vos, como alguna de
las anteriores a Fernando Martínez. ¿Lo ves así? ¿Crees que en un futuro se va
a asociar esta Liga contigo?
No sé, sería injusto. Tal vez hay gente que me tiene más aprecio porque
soy un viejito de 42 y que todavía está jugando bien. Lo veo por ese lado.
Jugué bastante bien, pero tampoco la rompí, no fui una cosa que
"¡guau!". Claro que esos comentarios son un mimo, me llenan de orgullo.
Siempre me sentí respetado por la gente del básquetbol.
Una amiga fanática de Malvín me dijo
que piensa en vos y se acuerda de Manu Ginóbili: por la veteranía, por el
don de gentes y por el profesionalismo en alta competencia. ¿Ves puntos de
contacto?
Manu Ginóbili es un jugador que
admiro profundamente. Jugué en contra de él, en la selección. Era un Sub 21 en
un torneo en Vila Velha (Brasil), él estaba de suplente, y era un flaquito que
en el entretiempo iba y la hundía. El famoso era "Pepe" Sánchez en
ese momento. Ese mismo año fue a la Liga argentina y empezó a jugar, al toque
se fue a Italia. Cuando yo fui a Reggio Calabria estaba el base Montecchia, de
la selección argentina, y él me pasó el número de Ginóbili, y nos mensajeamos
un tiempo, intercambiamos algún mensaje. Yo seguí su carrera y fue un
espectáculo. Pero ha sido un espejo para mí, sí.
Hebraica coqueteó con llevarte, cuando
querías pegar la vuelta al país, ¿no? ¿Por qué no se dio?
Hebraica y Trouville. De hecho,
Trouville fue el primero que cuando yo me vine de Italia me propuso algo y
después echó para atrás. Es que todo indicaba que iba a volver a Hebraica,
porque salí de ahí, porque tengo buena relación con quien era el presidente,
pero no se dio. Yo volví con 37 y quería un contrato de dos años, ni yo sabía
qué iba a pasar acá, si me iba a adaptar nuevamente a jugar en Uruguay. El
dinero no era problema, pero me ofrecieron un año solo y yo insistí con que
quería un contrato de dos años. Yo le dije a Jesús Rostán, mi agente, que sí o sí
quería dos años. Y apareció Malvín, que no llegaba a ese dinero en dos años,
pero me ofrecían tres años de contrato. Yo no sabía si podría andar bien tres
años, pero sí me tenía fe para dos años. Y arreglamos. Hace cinco años que
estoy en Malvín.
¿Cómo podés evaluar tu pase por la
selección?
Arranqué a los 16 años y jugué hasta los 33. Hice un parate en 2006
porque nació mi hija, un año que había Sudamericano y no jugué por eso. Creo
que fue bueno, pero no obtuvimos grandes resultados deportivos. Fui campeón
Sudamericano en el 97, en mi debut. Y la medalla de bronce en los Panamericanos
de Rio en 2007, esos fueron los mayores logros. Capaz que no tuvimos los
resultados que el grupo se merecía: siempre nos quedamos en la orilla de
clasificar a un Mundial o a Juegos Olímpicos.
¿Pero siempre un buen grupo humano, con
buen clima de fraternidad?
En general, sí; ya en los últimos
años dentro de la selección capaz que había distintas personalidades y
distintos grupos, y no logramos expresar todo el potencial a raíz de eso.
Ponele que eran grupos con distintas mentalidades, no había el feeling que tiene que haber en un equipo. Nada
grave. Yo dejé en 2008, el grupo siguió, pero tampoco pudo clasificar.
¿Sos hincha de algún club de básquet o
siempre te consideraste un profesional?
No soy hincha de ninguno. Pero en
todos los equipos que estuve he hecho amigos. Después de no haber arreglado con
Hebraica, en mi regreso de Italia, mucha gente me insultó, pero yo en Hebraica
tengo muchos amigos. Ese club me marcó, marcó mi adolescencia. Pero no puedo
decir que soy hincha de Macabi. Lo mismo me pasó con Welcome. Y ahora en
Malvín. No sé si cuando me vaya del club me voy a hacer hincha de Malvín, pero
sí me voy a llevar muchos amigos de acá. Pero no soy hincha de ningún equipo de
básquetbol, y si fuera de alguno, sería de Ferrocarril de Salto, donde me crié.
Siempre fui profesional y a todos los equipos donde fui di el máximo.
En fútbol sos manya. De hecho, jugaste
aquel partido amistoso de setiembre de 2013 entre Peñarol y su tocayo de Mar
del Plata, donde al final los jugadores se sacaron una foto con la gallina
inflable con los colores de Nacional, lo que fue denunciado por Nacional en el
Tribunal de Penas de la Federación Uruguaya de Básquetbol por entenderlo una
provocación. ¿Crees que se equivocaron al sacarse esa foto con la gallina
inflable, o fue un chiste malinterpretado?
Para mí fue una trampa. Yo había
llegado hacía poco de Italia, y no tenía ni idea qué era esa gallina. No había
mirado el clásico donde la barra de Peñarol sacó la gallina, no miro fútbol
uruguayo. Soy simpatizante de Peñarol, no hincha. Cuando me llamaron para una
foto fui, pero caí como un paloma. Cuando saltó todo el lío yo me quería morir,
porque no me interesa el tema de Nacional o Peñarol, menos sumarme a una
gallina... La pasé mal, porque no soy así. Claro que entendí que se podía ver
como una provocación. Me dio vergüenza, porque yo no soy así. Eso estuvo
horrible. Tanto que me arrepentí de haber ido a jugar ese partido después de
esa foto. No es mi estilo sumarme a esas cosas, para nada.
¿Y si Peñarol vuelve al básquet te
gustaría ir?
No, no, lo tomaría como un equipo
más. Soy profesional. No va a pasar, porque si vuelve al básquet, arranca en
Tercera. Cuando llegue a Primera yo voy a estar retirado. Pero suponiendo que
volviera a Primera el año que viene, lo tomaría como cualquier equipo: si me
conviene el proyecto y la plata, iría, como también iría a Nacional o cualquier
club.
Hiciste el curso de entrenador. ¿Ya
tenés claro que cuando dejes el básquet vas a ser DT?
Claro no tengo nada. Sí tengo el diploma y puedo ejercer como
entrenador. No voy a hacer las dos cosas: agarrar alguna categoría de
inferiores mientras sigo jugando. No es mi estilo. Una vez que termine de
jugar, voy a probar. No significa que por haber jugado a un buen nivel voy a
ser un buen técnico. Voy a probar, voy a ver si sirvo, si me gusta y si puedo
transmitir lo que sé. Sí sé que voy a probarme como entrenador.
Tenés 42 años, pero querés jugar, por
lo menos, un año más... ¿Cómo conservás la motivación?
Lo hago hace 30 años. A mí me da
miedo dejar porque no sé qué voy a hacer después... Yo no tengo la vida
resuelta. Si dejo de jugar, tengo que buscar otras cosas. Tengo que trabajar de
algo o generar algo, algún negocio. He pensado: "Si dejo, ¿qué
hago?". Siempre estoy pensando alguna sociedad con algún amigo, pero son
negocios que pueden funcionar o no. A mí me gusta entrenar, estar preparado,
trato de mantenerme motivado, porque cuando ya no tenga la motivación, largo
todo. Creo que voy a jugar un año más y después veré. Ya van cinco años desde
mi regreso, y me encuentro bien.
Has ganado 7 títulos, y uno de tus
mejores amigos, Gustavo Szczygielski, es el basquetbolista más ganador de la
historia del básquet uruguayo, con 9 títulos. Le diste una ventaja: estuviste
11 años afuera... ¿Ahora querés empatarle?
Creo que no hay chance. No hay chance
porque no tengo margen de error. No es mi motivación ser el más ganador, nunca
fue. Mi motivación es jugar, mejorar y dar el máximo. Y junto con los demás
lograr lo mejor. Lo que me queda de mi carrera es el camino recorrido, los
amigos que hice. Yo no cambiaría nada de lo que hice: podría haber sido mejor o
peor.
Hace más de 30 años que jugás al
básquet y jugaste con un sinfín de jugadores. Armame tu cinco ideal, de
jugadores de Uruguay con los que jugaste.
De base pongo a Marcelo Capalbo, que
en su momento era uno de los mejores de América, en mi posición (ayuda base)
pondría a Leandro (García Morales), después pondría al Oski Moglia de 3,
Esteban (Batista) y a Gustavo (Szczygielski) lo pondría de 5.
¿Y tu ránking a nivel mundial?
Tengo mis favoritos, lo que no quiere
decir que sean los mejores. Pondría Gary Payton de base, Michael Jordan, Lebron
James juntos, Tim Duncan y Shaquille O'Neill.
Tu hijo Francesco, de 15 años, también
juega al básquet en Malvín. ¿Te gustaría que se dedicara profesionalmente a una
carrera en este deporte?
Me gustaría que estudiara, ya se lo
he dicho. Él quiere ser jugador de básquetbol. Yo le digo que puede ser, sí,
pero tendría que esforzarse mucho más que ahora y tendría que dejar los
estudios. Él me dice: "Vos los dejaste", y yo le contesto:
"Yo a tu edad ya vivía fuera de casa, vivía solo y me había ido de mi
ciudad". Si hoy o mañana veo que tiene las condiciones como para romperla,
capaz que lo apoyo. Pero mi idea es que no deje los estudios. Es difícil vivir
del básquetbol. Yo le hago ver el ejemplo de muchos amigos que jugaron al
básquet a nivel profesional, y hoy son escribanos, contadores, dentistas. Yo
soy amigo de Edgardo Ottati, mi hijo lo conoce también y siempre le pongo el
ejemplo de él. Con Edgardo jugué en Hebraica, siempre jugó, tuvo su nombre en
el básquetbol, y hoy trabaja como contador en un banco. Después tengo a
Delfina, que tiene 11 y hace hockey, handbol, natación, pero no me dijo nada de
dejar los estudios...
¿Sos feliz?
Sí, sí, no soy demostrativo, pero sí lo soy.
(Montevideo Portal / 7-6-2018)
(Montevideo Portal / 7-6-2018)
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