DECLARACIÓN (4)
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Y no se ha de entender que pierde allí el alma los hábitos de ciencia y
totalmente las noticias de las cosas que antes sabía -aunque quede en aquel no
saber-, sino que pierde el acto y memoria de las cosas en aquel absorbimiento
de amor. Y esto por dos cosas: la una, porque como actualmente queda absorta y
embebida en aquella bebida de amor, no puede estar actualmente en otra cosa; la
segunda, porque aquella transformación en Dios de tal manera la conforma con su
sencillez y pureza, que la deja limpia y pura y vacía de todas formas y figuras
que antes tenía, porque el acto siempre
tiene consigo estas formas; así como hace el sol en la vidriera, que,
infundiéndose en ella, la hace clara
y se pierden de vista todas las máculas y pelillos que antes en ella parecían,
pero, vuelto a quitar el sol, apartándose bien de ella, luego vuelven a parecer
en ella las nieblas y máculas que antes. Mas el alma, como le queda y dura el
efecto de aquel acto de amor, dura también el no saber (según habemos dicho) ya por aquellos hábitos naturales, sino por
los actos de ciencia; aunque a natura, de el hábito superior infuso proceden
cuando los ejercía, quedando todo resuelto en aquella transformación, la cual,
como la inflamó y mudó en amor, aniquilola y deshízola en todo lo que no era
amor, y dejola no sabiendo otra cosa sino amor, según aquello que dijimos
arriba por David, que dice: “Quia inflammatum est cor meum, et renes mei
commutati sunt et ego al nihilum redactus sum, et nescivi”; que quiere decir: “Porque
fue inflamado mi corazón, también mis renes juntamente se mudaron, yo fui
resuelto en nada y no supe” (Ps. 72,21). Porque mudarse las renes por causa de
esta inflamación de el corazón, es mudarse el alma con todos sus apetitos en
Dios, en una nueva manera de todo lo viejo de que antes usaba deshecha; por lo
cual dice que “fue resuelto en nada, y que no supo”, que son los dos efectos
que decíamos que causaba la bebida de esta bodega de Dios; porque no sólo
aniquila todo su saber primero, pareciéndole nonada cerca de aquel sumo saber,
más también toda su vida vieja e imperfecciones se aniquilan y renueva el
hombre viejo. Por lo cual se sigue este segundo efecto, que de ahí redunda, el
cual se contiene en el verso siguiente:
y
el ganado perdí que antes seguía.
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