HUGO
GIOVANETTI VIOLA
primera edición WEB / elMontevideano
Laboratorio de Artes / 2018
obra
de portada: Haugussto Brazlleim
PRIMERA ENTREGA
La
única maldad del psiquismo humano consiste en no poder unir o reconciliar los
distintos fragmentos de nuestra experiencia. Cuando aceptamos todo lo que somos
-incluida la maldad- hasta el mismo mal se transforma. Cuando logramos
armonizar las distintas energías de nuestro psiquismo el rostro sangriento del
mundo asume el semblante de la Divinidad.
ANDREW
BARD SCHMOOKLER
Allí
donde la alquimia, por sus símbolos, es el Doble espiritual de una operación
que sólo funciona en el plano de la materia real, el teatro debe ser
considerado también como un Doble, no ya de esa realidad cotidiana y directa de
la que poco a poco se ha reducido a ser la copia inerte, tan vana como
edulcorada, sino de otra realidad peligrosa y arquetípica, donde los
principios, como los delfines, una vez que mostraron la cabeza se apresuran a
hundirse otra vez en las aguas oscuras. (…) Hay que subrayar, por otra parte,
antes de proseguir, la curiosa afición al vocabulario teatral que muestran
todos los libros de alquimia, como si sus autores hubiesen advertido desde un
principio cuánto hay de representativo,
es decir, de teatral, en toda la serie de símbolos que le sirven a la gran Obra
para realizarse espiritualmente, mientras espera poder realizarse real y
materialmente, como también en las digresiones y errores del espíritu mal
informado, en medio de estas operaciones y en la secuencia casi “dialéctica” de
todas las aberraciones, fantasmas, espejismos, y alucinaciones con que no
pueden dejar de tropezar quienes intentan tales operaciones con medios puramente humanos. (…) Tales
símbolos, que indican lo que podríamos llamar estados filosóficos de la
materia, orientan ya al espíritu hacia esa purificación ardiente, esa
unificación y esa demacración (en un sentido horriblemente simplificado y puro)
de las moléculas naturales; hacia esa operación que permite, en un
despojamiento progresivo, repensar y reconstituir los sólidos siguiendo esa
línea espiritual de equilibrio donde al fin se convierten otra vez en oro.
ANTONINE
ARTAUD
Más vale la pena en el rostro que la mancha en el
corazón. Cada uno es como Dios lo hizo, y aun peor muchas veces. El amor nunca
hizo ningún cobarde.
CERVANTES
Yo nací para eso / para robar rosas en las avenidas
de la muerte
CHARLES BUKOWSKI
Y la figura borrosa de aquí enfrente, detrás de la lluvia de sus pestañas. Una luz difusa; una luz en el lugar del corazón, en forma de corazón pequeño que palpita como llama parpadeante. “Se te está muriendo el corazón” -piensa. (…) No te aflijas por los demás, no te apures por mí. Yo tengo guardado mi dolor en un lugar seguro. No dejes que se te apague el corazón”. (…) -Déjame consolarte con mi desconsuelo -dijo, protegiendo la llama de la vela con sus manos.
JUAN RULFO
Leer a un gran poeta no es tener que decidir que es
grande, como aficionado a la literatura, que es la peor arrogancia, sino
pedirle que nos ayude. Es esperar que su radicalidad nos guíe, aunque sea un
poco, hasta la seriedad de la que tal vez uno sea capaz.
IVES BONNEFOY
EPISODIO 1: TIBURÓN
Epílogo
A fines de setiembre de
1908 Lucas Rosso llegó al galope desde San Carlos y encontró a Jonás Erik
Jönson contemplando la marea horizontal que incendiaba las cúpulas de la
catedral fernandina.
-Acabo de leer el
“Epílogo wagneriano a La Política de
Fusión” que me prestó el Inspector Camacho -le comentó el gigante sueco al
servidor saravista apenas se sentaron a tomar caña de La Habana en el Café y
Billar de Juan Stuart. -Y creo que empecé a comprender mucho mejor la barbarie
ilustrada que reina en este pantano lautréamontiano
donde se asfixian los uruguayos.
-¿Y qué quiere decir los tres montianos? -se desorbitó el
hombre treintón que había perdido el brazo derecho en la batalla de Paso del
Parque.
-Lautréamont es el seudónimo que utilizó Le Montévidéen Isidore Ducasse para firmar sus Chants de Maldoror, que fueron escritos en francés y publicados en
1869 -explicó el farero alterno de la Isla de Lobos, con su regocijante cocoliche
políglota. -Es un libro tan genial que parece vomitado por el Bajísimo y me lo
contrabandeó el capitán Södergran apenas empezó la zafra. Y me atrevería a
asegurar que Julio Herrera y Reissig lo conoce perfectamente.
-Ayer recibí una carta de
Florián Regusci donde me cuenta que don Juan Zorrilla de San Martín se ofreció
a organizarle una tenida guitarrística
con el divino Julio.
-Entonces el troubadour de los éxtasis estará terminando de resucitar. Porque la prensa comenta
que desde que perdió a la madre ya ni sale a la calle.
-¿Y usted a qué le llama resucitar? -se rascó las costillas con
el muñón Lucas Rosso.
El sueco enfocó las
cúpulas purpúreas de la catedral y después de ahuyentar con un solo parpadeo un
chispazo de odio pudo curvar la boca:
-Usted sabe muy bien que
ya hace unos cuantos años que Nuestra Señora me prohibió predicar.
-No se amosque, amigazo.
Pero yo pienso que cuando ella le dijo Ahora
es tuya la luz pero en silencio usted debía estarse comunicando con una voz
de ese otro mundo que ahora llaman el peri-esprit.
Entonces Jonás Erik
Jönson fue hasta la letrina sin disimular la ferocidad de las zancadas y al
volver bufó:
-Un altar de la Santa
Madre no es un gabinete de espiritista, mijo.
-¿Y cómo hace el divino
Julio para diferenciar las voces que le
llegan desde los altares y las que gargarizan los médiums? -se le alfileraron
guerreramente las pupilas al hombre-muchacho.
-Dios sabrá.
-¿Dios?
El sueco pidió otra
vuelta y enseguida inclinó la barbaza color fuego para disimular un movimiento
labial idéntico al de los peces.
-Rece por mí, amigazo.
-Rezo por todo el mundo.
Caballo
Natalio Botana y Alberto
Zum Felde acababan de pedir el segundo calvados
cuando Julio Herrera y Reissig y su flamante esposa flanquearon lentamente
el Café de las Pyramides hasta quedar recortados en la avalancha de luz rojiza
que subía desde el puerto.
-Voilà nuestro imperator -se frotó la mandíbula Botana
con triste admiración. -Por fin salió del cucho. Lástima que esa barba lo hace
parecerse al viejo de la balada eglógica. ¿Querés que te lo presente?
-Pero él tiene que saber
que yo fui un perrito faldero de Roberto -se acomodó temblonamente la pañoleta
Zum Felde.
-¿Y qué carajo le puede
importar? Además Julieta ya nos echó el ojo y quedaría muy mal que no los
saludáramos.
-Qué muchacha elegante.
-Y tiene más cojones que
tu Lulú anarquista.
Y mientras los dos dandys
todavía adolescentes zigzagueaban hasta la puerta que daba al Boulevard Sarandí
Julio Herrera y Reissig se alzó el ala de la galera a punta de bastón y
contempló la bahía con las córneas hinchadas ensangrentadamente.
-Dios mío -murmuró
frenándose un momento Botana. -Parece un tiburón. Y Tiburón se llamaba el caballo que le hizo perder la última plata
gorda que tenía amorralada antes del casamiento.
-Y pensar que Roberto se
llenaba la boca apostando a que esa chiquilina nunca se iba a animar a casarse
con un cadáver.
Los aspirantes a
escritores salieron del café justo cuando irrumpió el estruendo del tram-way
que paraba en la esquina de la catedral, pero alcanzaron a escuchar la cuarteta
que recitó con pausas muy bronquíticas el gigante giboso:
-¡Tontovideo, Edén envenenado!
Aquí
está el mordedor de mis delirios,
Cual
cocodrilo desamortajado
Que
no sabe llorar ni en los martirios.
Entonces el futuro
periodista que sería capaz de sacudir a las masas argentinas le hizo una
reverencia con su rancho de paja al esclavo de la morfina que olía más a
alcohol antiséptico que a perfume y trató de sonreír:
-Qué cambiada está esa
estrofa, querido maestro.
-Es que hace diez años
nuestra macrocefálica ninfa Eco todavía no se había puesto más cargosa que los
mosquitos -se le transfiguró de golpe la mordacidad en bondad al hombrón. -No
me diga que vamos a tener el honor de conocer al autor de Lulú Margat. Julieta adoró esa obra.
-Favor que usted me hace
-se hincó para besarle una mano a la muchacha el entonces seudonimizado Aurelio
del Hebrón.
-¿Qué le parece este
abuelo acompañado por un pimpollito? -contempló con un filo de autocompasión
Julio Herrera y Reissig el sonrojo coqueto de su esposa-enfermera.
Odio
-¿Cómo
lo trató el invierno en la isla? -le costó mucho desenfundar el reloj de cadena
a Lucas Rosso. -Cada vez que tengo que enchastrar una carta con esta mano
idiota pienso en lo lindo que será ver el mundo desde arriba del faro, sin
tener que recibir la lástima de nadie.
-¿Lindo? Yo diría que
purgarse en aquella intemperie es tan terrible y tan hermoso como romper un
techo a cabezazos para poder adorar la sonrisa de las galaxias mientras el
resto del cuerpo sigue colgando en este infierno con jedor a masacre.
-¿Y cómo se las apaña
para vivir con las patas colgando? -se atoró divertidamente el hombre de
pómulos aguzados por la desesperanza.
-No hay otra forma de
vivir casado con el cosmos -señaló la majestuosidad del lucero recién recortado
sobre el horizonte de la plaza el sueco. -Y el “Epílogo wagneriano a La política de fusión” me convenció de
que Julio Herrera y Reissig viene tratando de romper la bovedilla espiritual
tontovideana a topetazos de odio hace unos cuantos años, aunque todavía no
pudo.
-Florián Regusci me contó
que es posible que en Buenos Aires el imperator
haya conocido a mi compinche Sabino ya en plena locura -consultó la hora
Lucas. -Y hoy vine a Maldonado con la misión de leerle a Magdalena Tomillo el
soneto más piadoso de los que se publicaron en La Nueva Atlántida.
-¿Color de sueño?
El servidor saravista
sacudió afirmativamente una ternura de dientes mientras guardaba el reloj y
murmuró:
-Creo que ella se lo merece.
Entonces el gigante que
se había hecho cargo durante unos meses de la cátedra de astronomía anexa a la
Escuela Ramírez se inclinó para espejarse en el resplandor de su copa y chistó:
-Todas son Nuestra
Señora, mijo. ¿Entendió lo que quise expresar cuando hablé de la sonrisa de las galaxias?
-Para mí eso es nada más
que poesía, amigazo.
-Claro -hizo fondo blanco
el sueco. -Y la poesía es una quintaesencia suprema de la realidad.
-Lástima que los
soñadores de esa consolación también
terminen por convertirse en charque para los gusanos que nos tiene preparados
la suprema Ananké, don Jonás. Usted disculpará, pero tengo que irme.
Y después que se pararon
al mismo tiempo el farero volvió a señalar la ascensión de Venus y confesó
aplastándose las crenchas amarillas:
-A mí la Virgen del
Carmen del Santander me empezó a sonreír recién allá en la isla. Yo le rezo
todos los días pero ella aparece por sorpresa y me lame la vida. Y no habita en
ningún peri-esprit, amigazo. Es el
iris de mi ánima.
Y cuando salieron del
Billar Lucas Rosso extendió el brazo izquierdo para despedirse y de repente se
tuvo que chupar una lágrima que le tajeó la cara.
Gato
Cuando volvieron de la
misa del Ángelus Julio Herrera y Reissig se arrancó los guantes color crema y
el jaqué para tirarse en la cama a inyectarse una dosis de morfina, y enseguida
que Julieta empezó a tocar el piano roncó asfixiadamente:
-Enfin,
je venais de trouver quelqu’un que mi ressemblât!... Désormais, je n’étais plus
seul dans la vie!... Elle avait les mêmes idées que moi!... J’étais en face de
mon premier amour!
La muchacha interrumpió
el Preludio, Coral y Fuga de César
Franck con dos acordes de feroz disonancia y el gato llamado Holofernes se
escapó hasta la cama que apestaba a enfermería:
-Cuando nos casamos me
prometiste que la maldición del Bastardo no iba a ensuciar este nido.
-Esto no tiene nada que
ver con Roberto, negrita.
-Yo sé muy bien que este
fue el floretazo que te clavó Roberto en la Torre la última vez que armaron la
mesa de tres patas. Y no lo quiero escuchar nunca más en mi casa. Rubén Darío
ya advirtió que los aullidos del Montévidéen
eran peligrosos como los de un chacal martirizado por Satanás. Y lo peor es
que Delmira y María Eugenia también lo idolatran. ¿A qué van a la iglesia?
-A vos no te quieren ni
en la iglesia, Oro hermano -frotó a
tientas al gato el hombre que ahora parecía dormido. -Hoy este cura que debe
tener muchos más pecados que un sobrino maligno comparó a tu asesina Judith con
la Sancta María Sine Labe Concepta. ¿De dónde sacaste esa partitura tan dulce,
Chocha?
-Me la regaló Zorrilla. Y
me dijo que también se la había mandado a la cuñada del verdulero loco que
conociste en Buenos Aires. Ella vive en Maldonado.
-¿No podés volver a
tocarla?
-Ahora no tengo ganas.
Además me interrumpiste justo cuando aparecía el Coral intercalado entre el
Preludio y la Fuga, que es la innovación sublime.
-El culpable no fui yo.
Hoy cuando nos encontramos con Botana y Aurelio Del Hebrón me estaba imaginando
al Montévidéen mostrándole el culito
a la tiburona y ahora me poseyó del todo.
-Vade retrum -se persignó
Julieta. -Ese hombre odiaba a Dios.
-Ese hombre odiaba a casi
todos los sucesores del mono pero era capaz de amar a los piojos y a los
cerdos.
-Voy a bajar a comprar
algunos bollos para acompañar el chocolate. ¿Por qué se te ocurrió invitarlos
justo hoy, sabiendo lo cansado que ibas a volver de la misa?
-Es que anoche terminé de
retocar unas décimas nuevas de la Tertulia
y son dos buenos oyentes para ponerlas a prueba. A vos ya sé que no te van a
gustar mucho. Bueno, por lo menos podés distraerte pizpireteando con le petit dandy que te besó la mano.
Entonces la muchacha se
puso muy roja y cuando Julio se subió el pantalón manoteando una compresa
antiséptica Holofernes pegó un salto y le lamió una llaga que empezaba a
ponerse purulenta.
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