por Andrés Monín
El discípulo de Torres García presenta
su libro y sus "Croquis de la Cárcel" el jueves 21 de mayo en el
Florencio Sánchez del Cerro. Conversamos con Julio Mancebo, artista
constructivista, pintor y escultor, discípulo de Torres García y residente de
la rambla cerrence desde la vuelta de su exilio. El jueves 21 de mayo a las 19
horas presenta el libro "MANCEBO" y su muestra "Crouis de la
Cárcel" en el Centro Cultural Florencio Sánchez. La misma se podrá visitar
durante un mes.
¿Cómo comenzó tu carrera como artista?
En el año 1942, con 9
años, comencé con Manolo Lima, y dos años después, con 11, entré al taller de
Joaquín Torres García y estuve hasta que cerró en la década de los ‘60. Torres
García murió cuando yo tenía 15, fueron pocos los años que estudie con él,
luego continuó el hijo. Lo recuerdo con mucho cariño al “viejo”, cómo nos
corregía y exigía, hasta sus últimos días, a pesar de que estaba muy enfermo.
¿Cuándo te acercaste por primera vez al Cerro?
Llegue a la casa de
Gurvich (que hoy se encuentra pegada a la casa de Mancebo), donde estaba
Fonseca. También estuvieron Sartore y Visca. En esa época se hicieron las
primeras pruebas de cerámica, me acuerdo. El taller era una casita muy modesta,
eran dos piezas pequeñas pero la pasábamos muy bien. En ese momento yo no era
del Cerro pero venía mucho por el taller. Me instalé en mi retorno al país en
el 95´.
La corriente de taller con la que más has
trabajado y estás trabajando actualemnte es el “constructivismo” ¿Qué es?
(Risas) La pregunta
del millón! En la primera mitad del siglo XX hubo un montón de escuelas que
rompían con la idea de pintura de arte. En el 1907 surge “Las señoritas de
Avignon” de Picasso y con esa obra, el cubismo, el expresionismo, el futurismo,
etc. Y Torres Garcia no entró al principio en nada de eso, después de sus
viajes por Nueva York y París, comenzó a frecuentar la pintura del 28´, la
época más expresionista de Torres. Y de ahí surge esa idea de Torres del
constructivismo, que ya estaba en el ambiente, y es la unión de las tres artes
plásticas: la arquitectura (como centro) y la pintura de acuerdo a esa
arquitectura. Surgió la idea de que fuera plano (porque la pared siguiera
siendo pared) y lo horizontal–vertical, además de usar los elementos más
elementales: la recta, el ángulo recto y los colores puros. Sin perpectiva,
pero tampoco tan plano. En resumen, es una pintura pensada para unirse a la
arquitectura; y por eso el mural aparece como pilar fundamental. En el taller
no hubo muchos trabajos de escultura, sí hubo talla en madera, pero no
figurativa.
¿Cómo consideras que está visto el arte en Uruguay?
¿Cómo te resulta trabajar como artista acá?
Lo que hay de arte en
Uruguay en la actualidad, no tiene nada que ver con nosotros, es otro mundo. Yo
volví al país en el 95´, bastante ilusionado y no pasó nada. Lo que en realidad
hay, es cierto respeto por la gente del taller de Torres, pero no nos dan
muchas posibilidades. Yo pude presentar mi libro en el taller de artes visuales
porque un amigo personal puso al director del museo entre la espada y la pared,
diciendole “Es una vergüenza que no se presente en el Brasil y no en el Uruguay”.
De todas maneras yo le pedí 15 días para la exposición, me dieron una semana y
a los tres días me pidió que la levantara. Es decir, no tenemos espacio para
exponer.
¿Cuál es la alternativa, entonces?
Y un poco en el
exterior, exponer afuera, aunque ahora se está abriendo un poco más, somos los
sobrevivientes (risas). Alumnos de Torres quedamos tres, uno que ya se fue del
taller y luego Aguiar y yo. Por ejemplo, yo ahora voy a presentar un libro en
la Fundación Unión en noviembre, “Croquis de la cárcel”, que son dibujos de
cuando estuve detenido del 75´al 82´, voy a estar en el Museo de Artes Visuales
y en el Florencio Sánchez del Cerro, se presentarán el libro y algunos dibujos.
Si bien se está abriendo un poco, los medios no fueron nunca a una exposición mía,
por ejemplo. En definitiva, nos respetan pero no nos dan mucho espacio.
¿Cómo fueron esos años que estuviste detenido?
¿Cómo seguiste conviviendo con el arte?
La mayoría de las
cosas que hice fueron croquis, porque mis pinturas no las hubieran dejado
sacar, y en base a esos croquis hice las pinturas. En el penal no dejaban sacar
cosas, por lo general. Dependía un poco del “aprete” que hubiera. En los
últimos años casi no me dejaban sacar nada y ahí se me ocurrió, medio tarde,
pintar mis cuadros y luego arriba pintar cualquier cosa con témpera y no podía
decirle nada a mi mujer y a mis hijos que el cuadro bueno estaba abajo, y ella
pensaba: “Uy! Qué mal que está!” (risas). De esa manera saqué un par de cuadros,
y un compañero que salió antes que yo, le avisó a mi mujer que los pusiera en
la bañera y ahí salieron a flote los cuadros.
Luego de esos años detenidos vino tu vida en
Estocolmo y tu vuelta posterior al país. ¿Cúanto estuviste en Suecia? Y
contanos sobre la Casa de la Cultura Latinoamericana de esa ciudad, de la cual
sos uno de sus fundadores.
En realidad yo
todavía tengo mi casa allá y voy todos los veranos (inviernos de acá), mis
hijos están allá. Llegué a Suecia en el 83´y empecé a volver al país en el 95´.
Lo de la Casa de la Cultura Latinoamericana el nombre suena medio “pomposo”:
eran galpones que tenían los sindicatos para enseñar a leer, a escribir y a
dibujar. Se enseñaba lo básico. Comenzamos con un grupo de músicos, entre los
que estaban mi hijo y un compañero del penal; empezó con lo básico y luego el
que sabía algo se arrimaba y enseñaba lo que sabía. Yo daba cerámica, por
ejemplo. Hoy día funciona pero ya es otra cosa. La función también era mantener
el arraigo con la tierra de uno.
¿Y a esta casa en la rambla del Cerro cuándo
llegaste? ¿Cómo es tu vínculo con el Cerro y con la zona oeste en general?
Cuando llegué en el
95´me quedé en lo de un primo y luego volví a Suecia. Al año siguiente ya
vinimos y nos instalamos acá, aunque esta casa la empecé en el 60´, cuando
compré el terreno, pero era una tapera, todo de piedra, era muy barato pero
todo piedra. Y este barrio te atrapa. Llegás al Cerro y al poco tiempo sos
cerrense. Aunque ya no es el Cerro que yo conocía, aquel que los ómnibus que llegaban
hasta la Plaza Lafone porque más adentro no podían entrar y los días de paro
los almacenes cerraban todos, esa solidaridad entre obreros que no se ve en
todos lados. Y te atrapa. Y a mí me saluda todo el mundo, soy como un personaje
del Cerro y me siento muy cómodo.
Julio
Mancebo es un
artista plástico nacido en 1933 en Montevideo, Uruguay. Empieza a pintar
con Manolo Lima a los 9 años y en 1944 ingresa al Taller
Torres García, donde permanece hasta su clausura en la década del 60.
Alumno de
Joaquin Torres García, trabaja luego bajo la dirección de Augusto
Torres, Julio
Alpuy y José Gurvich. Además de pintar trabaja el metal, la madera, la
cerámica
y el gobelino.
En
1983 viaja a
Suecia, luego de estar detenido por la dictadura durante siete años Se
radica en Estocolmo, donde funda con otros artistas La Casa de la
Cultura
Latinoamericana. Viaja por Francia, Italia, España y Grecia. En 1995
retorna a
Uruguay y desde entonces alterna su residencia entre el Cerro de
Montevideo y
Estocolmo.
(+Oeste / 13-5-2015)
(+Oeste / 13-5-2015)
1 comentario:
Magali Sánchez Vera me contó que ella tejía tapices con los bocetos de Mancebo que su esposa recuperaba de la cárcel y luego se vendían en el exterior.
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