domingo

HOLISMO, NEW AGE, AUTOAYUDA (5)


¿NUEVAS CARAS PARA EL INDIVIDUALISMO O NUEVO PARADIGMA PARA EL SENTIDO COMÚN?

Gerardo Menéndez

(Basado en una tesis defendida en Mayo de 2000 / Banca Examinadora: Marcelo Jasmin, IUPERJ (Presidente), Edmundo Campos Coelho, IUPERJ (Orientador), Otávio Velho, PPGAS, Rafael Bayce, UDELAR, Fátima Tavares, UFJF)


1ª edición WEB elMontevideano Laboratorio de Artes / 2018


CAPÍTULO I (2)

EVALUACIÓN DE LA PRODUCCIÓN SOCIOLÓGICA EXISTENTE


I   Nuestro problema en la sociología de la modernidad
C - Cambio de Paradigma      

Por último, recientemente han surgido algunos sociólogos teóricos que, de diferentes maneras, piensan que la actual crisis de la modernidad es definitiva, y que se está produciendo un cambio de paradigma, que sustituirá la visión del mundo moderna por una de tipo no-dualista.

En “Toward a New Common Sense”, Boaventura Santos dice que

“la idea de que el paradigma de la modernidad ha agotado todas sus posibilidades de renovación, y de que la continuación de su prevalencia como paradigma dominante se debe a la inercia histórica, es considerada [en este libro] como algo obvio.[1]

A pesar de que las características del nuevo paradigma son difíciles de predecir, Santos piensa que

“es innegable que el conocimiento de acuerdo al paradigma emergente tiende a ser no-dualístico. Es un conocimiento basado en la supresión de todas las distinciones familiares que, hasta hace muy poco, eran consideradas obvias: sujeto/objeto; naturaleza/cultura; natural/artificial; vivo/inanimado; mente/materia; observador/observado; subjetivo/objetivo; animal/persona.”[2]

Por su parte, Collin Campbell, piensa que

“el paradigma cultural o ‘teodicea’ que ha sustentado el pensamiento y la práctica en Occidente por unos dos mil años está en proceso de ser reemplazada -y con toda probabilidad, cuando estemos entrando en el nuevo milenio, habrá sido reemplazada- por una que tradicionalmente ha caracterizado a las sociedades de Oriente.”[3]

I - 1 - Santos: de la “nueva ciencia” al “nuevo sentido común”.

La aproximación de Santos parte de las ideas de Weber sobre la absolutización de la racionalidad técnica o instrumental. Según Santos, “lo que caracteriza la condición sociocultural del fin de siglo es el colapso del pilar de la emancipación en el pilar de la regulación”[4]. La ciencia no habría cumplido sus “brillantes y ambiciosas promesas” de promover una organización mas justa y eficiente de la sociedad, y de dominar la naturaleza para beneficio común de la humanidad. En cambio, “los criterios científicos de eficiencia y eficacia, se tornaron hegemónicos, y rápidamente colonizaron los criterios racionales de otras lógicas emancipatorias”.

Pero, a diferencia de Weber, Santos enfatiza que “la muerte de un paradigma dado, marca el surgimiento de uno nuevo”. Sobre el caso de la modernidad él dice que

“el colapso de la emancipación en la regulación simboliza el agotamiento del paradigma de la modernidad; pero al mismo tiempo también señala el surgimiento de un nuevo paradigma. El nuestro es, por lo tanto, un tiempo de transición paradigmática.” [5]

Como Giddens y Lasch, Santos resalta “el nuevo sentimiento de inseguridad”, derivado de consecuencias incontrolables a nivel global, que pueden ocurrir aquí y ahora. Para él, la expansión de la capacidad de actuar, permitida por la ciencia y la tecnología, no ha sido acompañada por una expansión comparable de la capacidad de predecir, con lo cual “la predicción de las consecuencias de la acción científica es necesariamente menos científica que la acción misma”.

Esta asimetría, según Santos, puede ser leída como un déficit o como un exceso. En el paradigma cognoscitivo de la modernidad, ella es vista como un déficit: la solución se encontraría en producir más progreso científico, en el “utopismo automático de la tecnología, el futuro como repetición ‘clónica’ del presente.”[6]

Nótese que esa lectura no correspondería sólo a la postura tecnocrática, neo-liberal, sino también a puntos de vista críticos, como el de Giddens. Para él –como vimos-, si bien es cierto que el avance tecnológico genera riesgos y desastres, también es verdad que -a través de la “doble hermenéutica”- permite un creciente acceso al conocimiento acumulado, introduciendo un grado cada vez mayor de predictibilidad y reflexividad a las prácticas sociales. Para él, la modernidad es “al mismo tiempo opresora y emancipatoria”, pero -aparentemente- cada vez menos opresora y más emancipatoria.

Santos, por su parte, adhiere a la lectura de la ciencia como exceso: la ciencia ha absolutizado sus fines, invadiendo las otras esferas de valor, con consecuencias como el desastre ecológico, la pérdida de libertad, etc.

A diferencia de Giddens o Habermas, Santos cree que nos encontramos ante el colapso final de la modernidad, y estamos ingresando en lo que -“a falta de un término mejor”- llama “pos-modernidad”. Pero, a diferencia de lo que él llama “posmodernismo conservador”, en el que incluye a Bell, Lyotard, Baudrillard, Vátimo y Lypovetsky,

“la conceptualización adoptada aquí podría ser designada como posmodernidad oposicional [oppositional posmodernity], una conceptualización de nuestra condición sociocultural actual que, al tiempo que reconoce el agotamiento de las energías emancipatorias de la modernidad, no celebra este hecho, sino que busca oponérsele con un nuevo mapa de prácticas emancipatorias.”[7]

La especificidad de su propuesta radica en su suposición de que el mencionado descrédito de la ciencia está en el centro de un cambio hacia un nuevo orden socio-cultural, basado en una visión del mundo tan radicalmente novedosa, que sólo puede ser concebida como un “cambio de paradigma”.

Para Santos, estaríamos viviendo un “período de transición paradigmática”, similar al ocurrido “en la revolución científica o en la transición del feudalismo al capitalismo.”[8] Según él, dichas transiciones ocurren cuando las contradicciones internas del paradigma vigente no pueden ser resueltas por “los recursos intelectuales, institucionales y organizacionales” de éste.

Sobre la configuración precisa del paradigma naciente, según Santos, sólo podemos especular. A pesar de que ya estamos inmersos en él, es muy difícil figurarse sus características principales, en parte porque aún no contamos con nombres adecuados para los nuevos conceptos. “Dado que todas las transiciones son a la vez mitad invisibles, mitad ciegas, es imposible nombrar nuestra situación con exactitud.”[9]

Además, las transiciones paradigmáticas serían momentos de gran creatividad y libre albedrío. Este tipo de transición se diferenciaría de conceptos tradicionales de “revolución”, en el sentido de que se trata de un momento de gran indeterminación y contingencia, e implica, por lo tanto, una amplia capacidad de libre arbitrio. En el sentido marxista, la revolución y su resultado posterior son, o hechos determinados por fuerzas estructurales, o puntos de confluencia de necesidades históricas. Según Santos las transiciones paradigmáticas, al contrario,

“una vez puestas en movimiento, son indeterminadas, se mueven hacia resultados inciertos, y se abren a futuros alternativos. Es por eso que ellas también expanden  enormemente el ‘libre albedrío’, esto es, la capacidad de transformación e innovación social. Además, tal consciencia social activa es reforzada por el hecho de que en períodos de transición paradigmática, similarmente a lo que ocurre en los períodos de bifurcación de Prigogine, pequeños cambios pueden producir enormes fluctuaciones sistémicas (al contrario de lo que ocurre en las épocas o en las crisis normales o sub-paradigmáticas, en las cuales grandes cambios usualmente producen muy pequeñas fluctuaciones)”.[10]

Según Santos, esto es así porque cuando las contradicciones internas del paradigma vigente se hacen visibles y se convierten en tópicos de lucha política, ellas “pierden su rigidez, y el tipo de determinismo que el paradigma ha generado es drásticamente atenuado”.

Santos dice que en nuestra época conviven dos lecturas alternativas de los cambios que están ocurriendo a nivel global, y de las direcciones a las que apuntan: la lectura paradigmática y la lectura subparadigmática. La primera afirma que

“a partir de fines de los 60 y principios de los 70 vivimos un período de transición paradigmática en el sistema mundial, un período de crisis final y de creatividad social y política radicalmente novedosa [...] Hemos entrado en un período de bifurcación en el sentido de Prigogine. La expansión económica mundial se está acercando a las asíntotas de la total mercantilización y de la total polarización (no sólo cuantitativamente sino también socialmente) y, en consecuencia, está agotando su último margen  de rectificación, y pronto habrá de agotar su habilidad para mantener los ritmos cíclicos que son su pulso. El quebrantamiento de los mecanismos de ajuste estructural abren un amplio terreno de experimentación social y opciones históricas verdaderas, por naturaleza muy difíciles de predecir.”[11]

Para esta lectura,
“las crisis del régimen de acumulación y del modo de regulación son meros síntomas de una crisis mucho más profunda: una crisis epocal y civilizacional.”[12]

La lectura paradigmática supone también que

“la ciencias sociales son de poca ayuda aquí, a no ser que ellas mismas sean sometidas a una revisión radical e integradas en una búsqueda más amplia. Tal búsqueda Wallersteirn la llama utopística (como distinta de utopianismo), esto es, ‘la ciencia de las utopías utópicas...el intento de clarificar las alternativas históricas reales que están ante nosotros cuando un sistema económico entra en fase crítica, y de evaluar en el momento de extremas fluctuaciones las ventajas y desventajas de las estrategias alternativas.”[13]

La lectura subparadigmática, mientras tanto,

“ve el período actual dentro de los límites del capitalismo como un macro-proceso de ajuste estructural, para la realización del cual el capitalismo no parece carecer ni de los recursos e imaginación adecuados ni del tiempo-espacio social necesario.”[14]

La lectura subparadigmática, es más agnóstica con respecto a procesos de larga duración, desestimando su base cognitiva como no-científica.

“Ella sostiene que, si el pasado tiene una lección para enseñarnos, ella es que, hasta aquí, el capitalismo ha resuelto con éxito sus crisis y siempre en un período de tiempo relativamente corto.”[15]

Santos dice que la coexistencia de estas dos lecturas “apunta hacia los dilemas intepretativos cruciales de nuestro tiempo”. Ellas son “los dos argumentos principales sobre nuestro tiempo”, estructuran la gran variedad de discursos adaptativos y trasformativos que proliferan en esta época.

“Desde el punto de vista discursivo y fenomenológico, las lecturas paradigmática y subparadigmática son dos experiencias vividas, dos modos de praxis social.”[16]

“La coexistencia de las interpretaciones paradigmática y subparadigmática es probablemente el rasgo más distintivo de nuestro tiempo. Dota a nuestra época de una nueva y más amplia abertura epistemológica y social, una medida del caos que mide tanto peligros incontrolables como insospechadas emancipaciones.”[17]

Pero, en la práctica, esas dos visiones no se presentan claramente diferenciadas sino entretejidas en “constelaciones de praxis, en las cuales elementos de las dos interpretaciones arquetípicas de nuestro tiempo son combinadas en diferentes formas y medidas.”[18]

Santos dice que si bien él adhiere a la lectura paradigmática, “y realmente a su versión más radical, los méritos relativos de ambas lecturas son hoy en día un tópico de intenso debate a lo ancho del mundo”.

Desde el punto de vista metodológico, Santos privilegia el nivel teórico-filosófico sobre el nivel “societal” de la transición paradigmática, como el mejor lugar de constatación observacional de los nuevos significados.

“La crisis del paradigma dominante es el resultado de una serie de condiciones interactuantes. Yo hago una distinción entre las condiciones sociales y las condiciones teóricas. Habré de prestar más atención a las condiciones teóricas.”[19]          

Dada la importancia de la ciencia en el orden social moderno, Santos cree que la crisis actual puede ser mejor comprendida si se observa la crisis epistemológica que atraviesa la misma.

“La transición epistemológica es más visible que la transición societal, y ocurre entre el paradigma dominante de la ciencia moderna y un paradigma epistemológico emergente que habré de llamar el paradigma de un conocimiento prudente para una vida decente. La transición social ocurre entre un paradigma del sistema capitalista mundial, y uno o más paradigmas emergentes de los cuales tenemos hasta el momento nada más que lo que Fourier una vez designó como ‘vibrations ascendants’.”[20]

El nuevo paradigma socio-cultural que sustituirá a la modernidad podría ser prefigurado, mejor que en cualquier otro lugar, en las especulaciones filosóficas de los científicos.

“Sólo podemos especular sobre la configuración precisa del paradigma naciente [...] Podemos conocer la coherencia global de nuestra verdad física y metafísica sólo retrospectivamente. [...] Por eso, no importa que [...] las síntesis que han sido presentadas hasta ahora sean tan diferentes. Ilya Prigogine, por ejemplo habla de la nueva alianza y de la metamorfosis de la ciencia; Fritjof Capra habla de la nueva física y del Tao de la física; Eugen Wigner, de los cambios de segundo tipo; Erich Jantsch, del paradigma de la auto-organización.”[21]

Notas






[1] Santos, 1995, p. 18.
[2] Idem., p. 33-34.
[3] Idem., p. 3
[4] Idem., p.
[5] Idem., p.
[6] Idem., p. 9
[7] Idem., p. 5
[8] Idem., p. 92.
[9] Idem., p.
[10] Idem., p. 1.
[11] Idem., p. 259
[12] Idem.
[13] Idem., p.
[14] Idem., p. 260.
[15] Idem.
[16] Idem., p. 261.
[17] Idem.
[18] Idem., p. 261
[19] Idem., p. 17
[20] Idem., pp. ix-x
[21] Idem., p. 22.

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