domingo

CÁNTICO ESPIRITUAL (43) - SAN JUAN DE LA CRUZ


DECLARACIÓN (1)

1 / Cuenta el alma en esta canción la soberana merced que Dios le hizo en recogerla en lo íntimo de su amor, que es la unión o transformación de amor en Dios, y dice dos efectos que de allí sacó, que son olvido y enajenación de todas las cosas de el mundo y mortificación de todos los apetitos y gustos.

En la interior bodega.

2 / Para decir algo de esta bodega y declarar lo que aquí quiere dar a entender el alma, era menester que el Espíritu Santo tomase la mano y moviese la pluma. Esta “bodega” que aquí dice el alma es el último y más estrecho grado de amor en que el alma puede situarse en esta vida; que por eso la llama “interior bodega”, es a saber, la más interior; de donde se sigue que hay otras no tan interiores, que son los grados de amor por do se sube hasta este último. Y podemos decir que estos grados o bodegas de amor son siete, los cuales se vienen a tener todos cuando se tienen los siete dones de el Espíritu Santo en perfección, en la manera en que es capaz de recibirlos el alma. Y así, cuando el alma llega a tener en perfección el espíritu de temor, tiene ya en perfección el espíritu de el amor, por cuanto aquel temor, que es el último de los siete dones, es filial, y el temor perfecto de hijo sale de amor perfecto de padre; y así, cuando la Escritura divina quiere llamar a uno perfecto en caridad, le llama temeroso de Dios. De donde profetizando Isaías la perfección de Cristo, dijo: “Replevit eum spiritus timoris Domini; que quiere decir: “Henchirse ha el espíritu del temor de el Señor” (11,3). Y también San Lucas al Santo Simeón llama timorato, diciendo: “Erat vir justus, et timoratus” (2,25); y así de otros muchos.

3 / Es de saber que muchas almas llegan y entran en las primeras bodegas, cada una según la perfección de amor que tiene, mas a esta última y más interior pocas llegan en esta vida, porque en ella es ya hecha la unión perfecta con Dios que llaman matrimonio espiritual, de el cual habla ya el alma en este lugar. Y lo que Dios comunica al alma en esta estrecha junta totalmente es indecible y no se puede decir nada, así como de el mismo Dios no se puede decir algo que sea como Él, porque el mismo Dios es el que se le comunica con admirable gloria de transformación de ella en Él, estando ambos en uno, como si dijéramos ahora: la vidriera con el rayo de sol, o el carbón con el fuego, o la luz de las estrellas con la del sol; no empero tan esencial y acabadamente como en la otra vida. Y así, para dar a entender el alma lo que en aquella de unión recibe Dios, no dice otra cosa -ni entiendo la podría decir más propia para decir algo de ello- que decir el verso siguiente:

De mi Amado bebí.

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