DECLARACIÓN (1)
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Cuenta el alma en esta canción la soberana merced que Dios le hizo en recogerla
en lo íntimo de su amor, que es la unión o transformación de amor en Dios, y
dice dos efectos que de allí sacó, que son olvido y enajenación de todas las
cosas de el mundo y mortificación de todos los apetitos y gustos.
En
la interior bodega.
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Para decir algo de esta bodega y declarar lo que aquí quiere dar a entender el
alma, era menester que el Espíritu Santo tomase la mano y moviese la pluma.
Esta “bodega” que aquí dice el alma es el último y más estrecho grado de amor
en que el alma puede situarse en esta vida; que por eso la llama “interior
bodega”, es a saber, la más interior; de donde se sigue que hay otras no tan
interiores, que son los grados de amor por do se sube hasta este último. Y
podemos decir que estos grados o bodegas de amor son siete, los cuales se
vienen a tener todos cuando se tienen los siete dones de el Espíritu Santo en
perfección, en la manera en que es capaz de recibirlos el alma. Y así, cuando
el alma llega a tener en perfección el espíritu de temor, tiene ya en perfección
el espíritu de el amor, por cuanto aquel temor, que es el último de los siete
dones, es filial, y el temor perfecto de hijo sale de amor perfecto de padre; y
así, cuando la Escritura divina quiere llamar a uno perfecto en caridad, le
llama temeroso de Dios. De donde profetizando Isaías la perfección de Cristo,
dijo: “Replevit eum spiritus timoris Domini; que quiere decir: “Henchirse ha el
espíritu del temor de el Señor” (11,3). Y también San Lucas al Santo Simeón
llama timorato, diciendo: “Erat vir justus, et timoratus” (2,25); y así de
otros muchos.
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Es de saber que muchas almas llegan y entran en las primeras bodegas, cada una
según la perfección de amor que tiene, mas a esta última y más interior pocas
llegan en esta vida, porque en ella es ya hecha la unión perfecta con Dios que llaman
matrimonio espiritual, de el cual habla ya el alma en este lugar. Y lo que Dios
comunica al alma en esta estrecha junta totalmente es indecible y no se puede
decir nada, así como de el mismo Dios no se puede decir algo que sea como Él,
porque el mismo Dios es el que se le comunica con admirable gloria de
transformación de ella en Él, estando ambos en uno, como si dijéramos ahora: la
vidriera con el rayo de sol, o el carbón con el fuego, o la luz de las
estrellas con la del sol; no empero tan esencial y acabadamente como en la otra
vida. Y así, para dar a entender el alma lo que en aquella de unión recibe
Dios, no dice otra cosa -ni entiendo la podría decir más propia para decir algo
de ello- que decir el verso siguiente:
De
mi Amado bebí.
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