LA MAGIA DEL BARCINO
Hombre que supo tener
problemas con la magia, aura que dice, Pirilo Poroso el rejuntau con Abúlica
Cerdosa, mujer más inútil que despertador en día domingo.
Pirilo Poroso era mago de
un circo, pero una miseria de circo. Había tenido un león, que cuando salía
delante del público abría la boca como pa pegar un rugido, pero le salía un
bostezo y se despatarraba pa dormir como un angelito. Un día que el domador lo
toreó con la silla se sentó. ¡Una miseria de circo! El traga fuego, dos por
tres tenía que suspender el número por falta de fósforos. Un circo tan pobre,
que no tenía ni pa comprar clavos. El faquir se tenía que acostar arriba de una
tabla con espinas de tala.
El único mono que tenían,
dos por tres faltaba porque le convenía más hacer changas de albañil. En los
andamios era una luz. Colgao de la cola y con cuatro manos, venía gente de
lejos pa verlo bolear ladrillos.
Y Pîrilo Poroso era el
mago. De adentro de la galera le sacaba palomas, conejos, liebres, y cualquier
cantidá de pañuelitos de colores.
Pero con el hambre que
había en aquel circo, un día le comieron las liebres, los conejos y las
palomas.
Le dejaron los pañuelitos
pa que se sonara el llanto.
Por ese entonces fue que
cayó al boliche El Resorte. Dentró, saludó, pidió un vino, puso la galera y la
varita mágica arriba de un taburete, y allí se quedó con las vistas perdidas en
una tela de araña, seguro que soñando con redes de trapecistas y aplausos pa
sus malabares.
A la Duvija le vino como
un mareo por la emoción, porque en el boliche se daban poco los magos, y menos
de galera y varita.
En un rincón el tape
Olmedo le hacía punta a un palito, mientras bajaba una botella de vino. El
pardo Santiago se limpiaba las uñas con un peine, el barcino miraba curioso
unos higos.
Pero la Duvija no se
aguantó. Se arregló las mechas, se tiznó las rayitas de los ojos, y pa llamarle
apenas la atención al mago, sin dejar de darse su lugar, lo salpicó entre las
patas con un buche de vino.
El mago la miró sin
intención, y ella se arrimó y fue y le dijo:
-Usté desculpe don mago,
pero… ¿no sería gustoso de mandarse alguna pruebita con la galera, cosa que una
se sienta de lo más emotiva, si no le altera el oficio?
El mago no se pudo negar.
Agarró la galera, se concentró, la golpeó tres veces con la varita mágica, hizo
así con una mano, y de adentro de la galera apenas si salieron cuatro polillas
y un bichito de la humedá.
Al mago se le cayó la
cara de vergüenza. Hubo un silencio como de respeto, el tape Olmedo lo invitó
con un vino y Rosadito Verdoso con dos higos.
Desolau y triste, el mago
puso la galera arriba del taburete y se quedó de cabeza gacha. Estaba
terminado.
Nadie se dio cuenta, pero
el barcino desapareció del mostrador.
El tape Olmedo le
insistió al mago con el vino, le dijo que se tuviera confianza y que no perdía
nada haciendo la prueba de nuevo, tanto como pa verlo mover las manos.
El hombre se negaba, pero
al final aceptó. Sin ninguna esperanza, golpeó la galera tres veces con la
varita mágica, hizo así y así con las manos… y de adentro de la galera salió el
barcino con semejante salto mortal pa caer parado en la orilla del mostrador.
¡Una alegría tenía aquel mago, que amaneció bajando una damajuana e vino con el
tape y la Duvija!
El barcino se paseaba por
arriba del mostrador. ¡Animalito e Dios, taba de lo más artista!
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