(Una novela de amor, pasión y muerte en tiempos de la Patria Vieja)
Primera edición
WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2018
Durante todo el
día continúan las consultas entre los vecinos más destacados. Correa no ha
querido salir. Su salud ha empeorado. En sus ojos hay fiebre y los dolores lo
atenazan. Apenas es consciente de lo que lo rodea. Alternativamente está
agitado, ansioso, temeroso o deprimido. Las palabras que le dirige su mujer le
parecen lejanas y no consigue seguirle la conversación. De todo desconfía,
escucha ruidos extraños y le parece que las oscuridades cobran vida y lo están amenazando.
Está recostado y su mujer le pone paños fríos, pero por momentos cae en un
profundo sueño. Es un sueño vivo, enloquecedor. Está en la plaza principal,
rodeado por los españoles prisioneros, que lo insultan en forma denigrante,
mientras dan vivas a Montevideo. Uno de ellos lo mira. Es el Comandante hispánico
Agustín de la Rosa. Los rostros de los españoles están crispados, no parecen
rostros, más bien parecen máscaras, como que está en el centro de un desfile
fantasmal. Correa despierta a medias, sobresaltado, pero entre los crepúsculos
del ensueño, el horror continúa. Entonces Viera se le acerca con una sonrisa y
le repite, como lo hizo muchas veces: “son hombres alucinados, llenos de error
y perturbadores del común sosiego”. Pero sigue con ellos. Y ríe. Y carcajea.
Correa le responde: “es bien constante que desde el momento que se instaló la
Junta de Buenos Aires, no fue de la aprobación de ninguno de los españoles
europeos…” A Viera parece no importarle. Correa lo mira perderse entre el sanguinolento
baile de máscaras y grita, mientras se ve a sí mismo alzado por los
peninsulares: “¡Averígüese ahora, qué motivo hubo para que de una hora a otra
renuncien de un hombre, que con su conocimiento se promovió toda la revolución
y que por sus instrucciones se estaba dirigiendo toda la gente, tal vez sea
porque su consejo no se mezcla ni con intereses ni con amistades, sino solo
trataba de la seguridad de una obra de tanto bulto y bien general de la Patria!”
Delira. Por momentos está retraído y somnoliento, por momentos agitado. Habla
en forma desorganizada. La mujer lo mira espantada. Ese no es su marido. Finalmente
el hombre cae en un sueño insondable, salvador.
***
Rumores y más
rumores. Intermitentes, verídicos, mentirosos, ciertos, inciertos, pegajosos,
preocupantes, graves, buenos, malos. Que aceptan, que no lo hacen, que
esconden. De padres a hijos, de madres a hijas, de hermanos a hermanas, de
hermanas a hermanos, de hijos a padres. Rumores. De liberaciones y motines.
Rumores… Siete de marzo: toda la pólvora que hay en la ciudad es recogida para
hacer cartuchos, parten emisarios a todos los pueblos de la campaña y arriban
hasta el Cordón, a un paso de Montevideo, pero contradictoriamente, el Comandante,
Don Agustín de la Rosa, es liberado para que pase con su familia a la estancia
de Francisco Haedo. Todo es nerviosismo, objeciones, movimiento. Marchas y
contramarchas. Tal vez porque así debe ser la revolución. Es el día ocho.
Benavidez parte con cien hombres, para encontrarse con otros tantos que salen
de Soriano. El objetivo es atacar la estancia de Villalba, en la costa del
Uruguay.
-Tiene reunido
sobre ciento cincuenta hombres armados y dos cañoncitos con el fin de
reconquistar los pueblos que sujetaron al gobierno de Buenos Aires los hijos
del país, así que le lleguen refuerzos de Montevideo -le informan a Viera ni
bien llega al lugar.
Desde donde están
ven a los hombres de Villalba atrincherados.
-Manden un
parlamentario -ordena Benavidez.
Algo sale mal. Hay
tiros. Jacinto Gallardo llega al galope, adonde está Benavidez.
-Fue bien recibido
pero mal despedido, porque al dar vuelta para irse le pegaron dos balazos y lo
mataron.
Benavidez reacciona
en el acto:
-Mande a Mercedes
a pedir auxilio de más gente y un cañón, porque en la disposición en que está
Villalba no podemos atacar con las fuerzas que tenemos.
Parece llegado el momento
de la confrontación. Los criollos esperan los refuerzos. A Benavidez le llega
el rumor, que luego confirma Gallardo:
-Embarcó Villalba
y toda la gente que tiene en su casa y se fue a Montevideo en tres lanchas que
había en su puerto.
La expectativa desaparece.
Benavidez y sus hombres rezongan, han sido burlados.
***
Dudas.
Incertidumbres. Desconfianzas. Todo puede ser o puede no ser. Nadie confía. En
nada se confía. El enemigo puede estar al lado. Puede estar conspirando. Puede
ser el que aparenta ser amigo. Un enviado del pueblo de Colla llega a Mercedes
a ofrecerle a Viera los servicios de cien hombres armados, pero éste duda,
recela: el que está a la cabeza es español. No quiere rechazarlos del todo para
que no cambien de bando. Es el día 9 de marzo.
-No hace falta
gente, consérvese en su partido que a su tiempo se les llamará -le contesta
Viera al enviado.
La liberación de Don
Benito Chain para que se retire a su estancia, impacta en la población. Fue
detenido por Francisco Bicudo hace apenas dos días. El militar es todo un
símbolo, a partir de que la Junta de Buenos Aires adhirió a posturas
revolucionarias ofreció sus servicios a Francisco Javier de Elío, a quien le
propuso un vasto plan contrarrevolucionario que fue desechado por irrealizable,
pero igualmente a la cabeza de más de doscientos hombres combatió contra el
ejército patriota. Los habitantes de Mercedes lo conocen bien ya que está
vinculado a esos pagos desde hace décadas. En 1790 sirvió en la compañía de
vecinos a las órdenes del Capitán Pedro Ramos, estuvo a cargo del Estanco de
Capilla Nueva y en 1803 edificó en la ciudad su primer cuartel, para el que
contribuyó con cien pesos. No vaciló en utilizar el poder militar para
favorecer sus actividades ganaderas. En sus negocios, tanto legales como
clandestinos siempre tuvo mucho éxito, aunque los habitantes más viejos de Mercedes
recuerdan el decomiso que sufrió hacia fines del siglo anterior. Es que Benito
Chain creció al amparo del poder español, tanto así que pudo comprar el extenso
predio de San Javier, lindero al Río Uruguay, una zona de macizos montes e
incontables aguadas que tiene arrendada y le aporta suculentas ganancias. Es un
hombre fiero, duro, cruel, al cual la corona le otorgó el Marquesado de las
islas del Río Uruguay y cuenta con el apoyo incondicional del Virrey, que lo
considera un “benemérito oficial”. Por eso su liberación cayó como un balde de
agua helada.
-No se sabe si lo
soltaron bajo palabra de honor o juramentado -repiten en el poblado los
vecinos.
Y corre otra vez
el cuchicheo. La población anda sin sombra, está con el alma en un hilo. En los
espíritus más débiles el rumor nutre suspicacias, perplejidades y vacilaciones.
Para los más experimentados los vaivenes políticos se producen porque no existe
una conducción unificada, recia, pujante y capaz. Es el 10 de marzo de 1811 y
hay preocupación, pese a que en la ciudad están reunidos más de quinientos
paisanos voluntarios.
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