ALGO MUY MISTERIOSO
Hombre que supo ser
asunto serio pa los misterios, aura que dice, Herrumbroso Brillo, el casau con
Patética Negrura, mujer tan flaca que en un carnaval se le fue escondida atrás
de una serpentina.
Herrumbroso era una
tremendidá pa los misterios. Solía levantarse del catre de madrugada. Se pegaba
contra la puerta a escuchar. Salía del rancho con un farol apagau (pa que no lo
vieran que andaba de farol); se quedaba un rato escondido atrás del galpón de
los zapallos, después se iba gateando hasta el chiquero de los chanchos, pasaba
por atrás de una isla de ucalitus, seguía bien agachadito hasta esconderse
atrás del ombú, se quedaba un buen rato afinando la oreja y las vistas, volvía
pal rancho en puntitas de pie, colgaba el farol sin un ruidito, se metía en el
catre, se tapaba la cabeza con el poncho, y seguía durmiendo hasta el mediodía.
Si la mujer le preguntaba qué andaba haciendo levantau de madrugada, él la
miraba como pa rejundirla.
Una noche, en el boliche
El Resorte, taban la Duvija, el tape Olmedo, el pardo Santiago, Rosadito
Verdoso y Genérico Flotante, jugando al balero por cigarros.
Taban lo más bien, cuando
entró Herrumbroso Brillo en puntitas de pie y chistando bajito. Lo primero que
hizo fue bajarle la mecha al farol. Como los otros seguían jugando al balero y
hacían ruido al embocar, con un gesto les pidió que pararan. El balero quedó
flotando en el aire en mitá de una tirada. La Duvija quedó con la cuchilla en
el aire sin terminar de bajarla contra el queso que taba picando, y el barcino
sin enderezar el lomo que había dobla upa desperezarse.
Herrumbroso, con un dedo
en los labios pidiendo silencio, se asomó apenitas por una rendija. Después,
pegau contra la paré, se fue arrimando a la ventana, se asomó lo justo como pa
ver con medio ojo pa fuera, miró, se agachó, y de barriga contra el suelo pasó
por abajo de la ventana y se paró a ver por el otro costau. Rosadito Verdoso le
estaba por reventar un higo en la nuca, cuando el otro le chistó ¡chssssssss! Y
Rosadito quedó como en una foto. El hombre se siguió arrastrando contra el
piso, llegó a la puerta y apenitas si asomó un ojo contra el marco. Siempre de
barriga se peló pa fuera, se paró, y pegau de espaldas a la paré dio toda la
vuelta al boliche, con mucho cuidau en las esquinas.
El tape Olmedo se asomó,
y lo vio alejarse saltando atrás de los árboles. Apenas si comentó:
-Parece que pasó el
peligro.
Y siguieron jugando al
balero como si nada.
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