domingo

JULIO CÉSAR CASTRO (JUCECA) - LA VUELTA DE DON VERÍDICO (27)


ALGO MUY MISTERIOSO

Hombre que supo ser asunto serio pa los misterios, aura que dice, Herrumbroso Brillo, el casau con Patética Negrura, mujer tan flaca que en un carnaval se le fue escondida atrás de una serpentina.

Herrumbroso era una tremendidá pa los misterios. Solía levantarse del catre de madrugada. Se pegaba contra la puerta a escuchar. Salía del rancho con un farol apagau (pa que no lo vieran que andaba de farol); se quedaba un rato escondido atrás del galpón de los zapallos, después se iba gateando hasta el chiquero de los chanchos, pasaba por atrás de una isla de ucalitus, seguía bien agachadito hasta esconderse atrás del ombú, se quedaba un buen rato afinando la oreja y las vistas, volvía pal rancho en puntitas de pie, colgaba el farol sin un ruidito, se metía en el catre, se tapaba la cabeza con el poncho, y seguía durmiendo hasta el mediodía. Si la mujer le preguntaba qué andaba haciendo levantau de madrugada, él la miraba como pa rejundirla.

Una noche, en el boliche El Resorte, taban la Duvija, el tape Olmedo, el pardo Santiago, Rosadito Verdoso y Genérico Flotante, jugando al balero por cigarros.

Taban lo más bien, cuando entró Herrumbroso Brillo en puntitas de pie y chistando bajito. Lo primero que hizo fue bajarle la mecha al farol. Como los otros seguían jugando al balero y hacían ruido al embocar, con un gesto les pidió que pararan. El balero quedó flotando en el aire en mitá de una tirada. La Duvija quedó con la cuchilla en el aire sin terminar de bajarla contra el queso que taba picando, y el barcino sin enderezar el lomo que había dobla upa desperezarse.

Herrumbroso, con un dedo en los labios pidiendo silencio, se asomó apenitas por una rendija. Después, pegau contra la paré, se fue arrimando a la ventana, se asomó lo justo como pa ver con medio ojo pa fuera, miró, se agachó, y de barriga contra el suelo pasó por abajo de la ventana y se paró a ver por el otro costau. Rosadito Verdoso le estaba por reventar un higo en la nuca, cuando el otro le chistó ¡chssssssss! Y Rosadito quedó como en una foto. El hombre se siguió arrastrando contra el piso, llegó a la puerta y apenitas si asomó un ojo contra el marco. Siempre de barriga se peló pa fuera, se paró, y pegau de espaldas a la paré dio toda la vuelta al boliche, con mucho cuidau en las esquinas.

El tape Olmedo se asomó, y lo vio alejarse saltando atrás de los árboles. Apenas si comentó:

-Parece que pasó el peligro.

Y siguieron jugando al balero como si nada.

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