domingo

EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (2) - JOSEPH CAMPBELL


EL MONOMITO (2)

1 / EL MITO Y EL SUEÑO (2)

“Soñé -escribió un joven norteamericano al autor de una publicación periodística asociada-, que estaba reparando nuestro tejado. De pronto oí la voz de mi padre que me llamaba desde abajo. Me volví repentinamente para oírlo mejor, y al hacerlo, el martillo se me cayó de las manos, resbaló por el tejado en declive y desapareció por el borde. Oí un golpe fuerte, como el de un cuerpo que cae.

Terriblemente asustado, bajé por la escalera. En el suelo estaba mi padre muerto, con la cabeza ensangrentada. Desesperado, sollozante, empecé a llamar a mi madre. Ella salió de la casa y me abrazó. ‘No te preocupes, hijo, fue un accidente, tú cuidarás de mí ahora que él no existe’. Cuando me besaba, desperté.

Soy el hijo mayor de nuestra familia y tengo veintitrés años. He estado separado de mi esposa desde hace un año; no pudimos vivir juntos. Quiero mucho a mis padres y nunca he tenido dificultades con mi padre, pero él insiste en que vuelva a vivir con mi esposa y yo no podría ser feliz con ella. Y nunca lo seré.” (1)

Este marido fracasado revela, con una inocencia verdaderamente maravillosa, que en vez de empujar sus energías espirituales hacia el amor y hacia los problemas de su matrimonio, se ha quedado inactivo en los secretos rincones de su imaginación, con la ahora ridículamente anacrónica situación dramática de su primera y única complicación emocional, la del triángulo tragicómico de la primera infancia: el hijo contra el padre por el amor de la madre. Al parecer, la más permanente de las disposiciones de la mente humana es la que se deriva de que, de todos los animales, somos los que nos alimentamos durante más tiempo del pecho materno. Los seres humanos nacen demasiado pronto, están incapacitados para enfrentarse con el mundo. En consecuencia, su única defensa frente a un universo de peligros es la madre, bajo cuya protección se prolonga el período intrauterino. (2) De aquí que el niño dependiente y su madre constituyen meses después de la catástrofe del parto una unidad dual, no sólo física sino también psicológicamente. (3) Cualquier ausencia prolongada de la madre causa tensión en el niño, e impulsos agresivos correspondientes; también cuando la madre se ve obligada a oponerse al niño provoca respuestas agresivas. De esta manera, el primer objeto de hostilidad del niño es idéntico al primer objeto de su amor, y su primer ideal (que a partir de entonces permanece como la base inconsciente de todas las imágenes de felicidad, belleza, verdad y perfección) es el de la unidad de la Virgen y el niño. (4)


Notas

(1) Clement Wood, Dreams: Their meaning and Practical Application (Nueva York: Greenberg, 1931), p. 124. “El material de sueños en este libro -dice el autor (p. VIII)-, está tomado principalmente de más de mil sueños que me han sido enviados semanalmente para análisis, en conexión con mis trabajos publicados en todos los periódicos del país. También he utilizado sueños que he analizado en mi práctica privada.” Contrastando con la mayor parte de los sueños presentados en trabajos similares sobre la materia, los utilizados en esta popular introducción a Freud, vienen de personas que no están siendo analizadas. Son extraordinariamente ingenuos.
(2) Géza Róheim, The Origin and Function of Culture (Nervous and Mental Disease Monohraphs, Nº 69, Nueva York, 1943), pp. 17-25.
(3) D. T. Curlingham, “Die Einfühlung des Kleinkindes in die Mutter”, Imago, XXI, p. 429; cita de Géza Róbeim, War, Crime and the Convenant (Journal of Clinical Psychopathology, Monograph Series, Nº 1, Monticello, N. Y., 1945). P. I.
(4) Róheim, War, Crime and the Convenant, p. 3.

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