EL
MONOMITO (2)
1
/ EL MITO Y EL SUEÑO (2)
“Soñé -escribió un joven
norteamericano al autor de una publicación periodística asociada-, que estaba
reparando nuestro tejado. De pronto oí la voz de mi padre que me llamaba desde
abajo. Me volví repentinamente para oírlo mejor, y al hacerlo, el martillo se
me cayó de las manos, resbaló por el tejado en declive y desapareció por el
borde. Oí un golpe fuerte, como el de un cuerpo que cae.
Terriblemente asustado,
bajé por la escalera. En el suelo estaba mi padre muerto, con la cabeza
ensangrentada. Desesperado, sollozante, empecé a llamar a mi madre. Ella salió
de la casa y me abrazó. ‘No te preocupes, hijo, fue un accidente, tú cuidarás
de mí ahora que él no existe’. Cuando me besaba, desperté.
Soy el hijo mayor de
nuestra familia y tengo veintitrés años. He estado separado de mi esposa desde
hace un año; no pudimos vivir juntos. Quiero mucho a mis padres y nunca he
tenido dificultades con mi padre, pero él insiste en que vuelva a vivir con mi
esposa y yo no podría ser feliz con ella. Y nunca lo seré.” (1)
Este marido fracasado
revela, con una inocencia verdaderamente maravillosa, que en vez de empujar sus
energías espirituales hacia el amor y hacia los problemas de su matrimonio, se
ha quedado inactivo en los secretos rincones de su imaginación, con la ahora
ridículamente anacrónica situación dramática de su primera y única complicación
emocional, la del triángulo tragicómico de la primera infancia: el hijo contra
el padre por el amor de la madre. Al parecer, la más permanente de las
disposiciones de la mente humana es la que se deriva de que, de todos los
animales, somos los que nos alimentamos durante más tiempo del pecho materno.
Los seres humanos nacen demasiado pronto, están incapacitados para enfrentarse
con el mundo. En consecuencia, su única defensa frente a un universo de
peligros es la madre, bajo cuya protección se prolonga el período intrauterino.
(2) De aquí que el niño dependiente y su madre constituyen meses después de la
catástrofe del parto una unidad dual, no sólo física sino también psicológicamente.
(3) Cualquier ausencia prolongada de la madre causa tensión en el niño, e
impulsos agresivos correspondientes; también cuando la madre se ve obligada a
oponerse al niño provoca respuestas agresivas. De esta manera, el primer objeto
de hostilidad del niño es idéntico al primer objeto de su amor, y su primer
ideal (que a partir de entonces permanece como la base inconsciente de todas
las imágenes de felicidad, belleza, verdad y perfección) es el de la unidad de
la Virgen y el niño. (4)
Notas
(1) Clement Wood, Dreams: Their meaning and Practical
Application (Nueva York: Greenberg, 1931), p. 124. “El material de sueños
en este libro -dice el autor (p. VIII)-, está tomado principalmente de más de
mil sueños que me han sido enviados semanalmente para análisis, en conexión con
mis trabajos publicados en todos los periódicos del país. También he utilizado
sueños que he analizado en mi práctica privada.” Contrastando con la mayor
parte de los sueños presentados en trabajos similares sobre la materia, los
utilizados en esta popular introducción a Freud, vienen de personas que no están
siendo analizadas. Son extraordinariamente ingenuos.
(2) Géza Róheim, The Origin and Function of Culture (Nervous
and Mental Disease Monohraphs, Nº 69, Nueva York, 1943), pp. 17-25.
(3) D. T. Curlingham, “Die
Einfühlung des Kleinkindes in die Mutter”, Imago,
XXI, p. 429; cita de Géza Róbeim, War, Crime
and the Convenant (Journal of Clinical Psychopathology, Monograph Series,
Nº 1, Monticello, N. Y., 1945). P. I.
(4) Róheim, War, Crime and the Convenant, p. 3.
No hay comentarios:
Publicar un comentario