FUNCIÓN
REVOLUCIONARIA DEL PENSAMIENTO (2)
El objeto o materia del
pensamiento transformador radica en las cosas y hechos de presencia inmediata,
en la realidad tangible y envolvente. El intelectual revolucionario opera
siempre cerca de la vida en carne y hueso, frente a los seres y fenómenos
circundantes. Sus obras son vitalistas. Su sensibilidad y su método son
terrestres (materialistas, en lenguaje marxista), es decir, de este mundo y no
de ningún otro, extraterrestre o cerebral. Nada de astrología ni de cosmogonía.
Nada de masturbaciones abstractas ni de ingenio de bufete. El intelectual
revolucionario desplaza la fórmula mesiánica, diciendo: “mi reino es de este
mundo”.
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El intelectual
revolucionario, por la naturaleza transformadora de su pensamiento y por su
acción sobre la realidad inmediata, encarna un peligro para todas las formas de
vida que le rozan y que él trata de derogar y de sustituir por otras nuevas,
más justas y perfectas. Se convierte en un peligro para las leyes, costumbres y
relaciones sociales reinantes. Resulta así el blanco por excelencia de las
persecusiones y represalias del espíritu conservador. “Es Anaxágoras,
desterrado -dice Eastman-; Protágoras, perseguido; Sócrates, ejecutado; Jesús,
crucificado”. Y nosotros añadimos: -es Marx, vilipendiado y expulsado; Lenin,
abaleado. El espíritu de heroicidad y sacrificio personal del intelectual
revolucionario, es, pues, esencial característica de su destino.
* * *
La función política transformadora
del intelectual reside en la naturaleza y trascendencia principalmente doctrinales de esa función y correspondientemente prácticas y militantes de ella. En otros
términos, el intelectual revolucionario debe serlo, simultáneamente, como
creador de doctrina y como practicante de ésta. Buda, Jesús, Marx, Engels,
Lenin, fueron, a un mismo tiempo, creadores y actores de la doctrina revolucionaria.
El tipo perfecto del intelectual revolucionario, es el del hombre que lucha
escribiendo y militando, simultáneamente (1).
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“Quien está contra la
burguesía, está con nosotros”. Esta es la palabra de orden -dice Lunacharsky-
que debe servir de base para formar la Internacional de los Intelectuales.
¿Puede aplicarse esta
fórmula a los intelectuales revolucionarios de todos los países? Evidentemente
sí. En América como en Europa, Asia y África, hay ahora una tarea central y
común a todos los intelectuales revolucionarios: la acción destructiva del
orden social imperante, cuyo eje mundial y de fondo reside en la estructura
capitalista de la sociedad. En esta
acción deben acumularse y polarizarse todos los esfuerzos de la inteligencia.
Importa mucho darse cuenta de lo que hay que hacer en un momento dado. El
leninismo, en este punto, ofrece enseñanzas luminosas. “No basta -dice Lenin-
ser revolucionario y partidario del comunismo: hay que saber hallar, en cada
momento, el anillo de la cadena al cual debe uno agarrarse para sostener fuertemente
toda la cadena y para agarrarse luego del anillo siguiente”. Para los
intelectuales revolucionarios, el anillo doctrinal y práctico del momento
radica en la destrucción del orden social imperante. Tal es la consigna táctica
específica de todo intelectual revolucionario.
* * *
Nuestra tarea
revolucionaria debe realizarse en dos ciclos sincrónicos e indivisibles. Un
ciclo centrípeto, de rebelión contra las formas vigentes de producción del
pensamiento, sustituyéndolas por disciplinas y módulos nuevos de creación intelectual,
y un ciclo centrífugo doctrinal y de propaganda y agitación sobre el medio
social.
Notas
(1) Citar Clemenceau: “Un
escritor, una palabra es un acto público”. Añadir Rimbaud y Lautréamont.
Aludir: Para nosotros, no
hay separación entre las ideas de un hombre y sus actos, como sucede en el
mundo burgués. Ideas y actos, espíritu y materia, es una sola cosa. (M. del A.)
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