domingo

LA PEQUEÑA CRÓNICA DE ANA MAGDALENA BACH (80) - ESTHER MEYNEL


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Mientras escribo esto, llega a mis manos, gracias a la bondad de Gaspar Burgholt, una descripción del carácter musical de mi esposo, descripción que refuerza todo lo que he dicho de su grandeza y que voy a copiar aquí con profunda satisfacción: “Juan Sebastián Bach era un genio de primera categoría y de tan rara cualidad que pasarán siglos antes de que aparezca otro semejante. Tocaba el clavecín, el piano, el címbalo y todos los instrumentos de teclas, con igual virtuosidad, y nadie dominaba el órgano como él. ¿Quién será el organista que llegue a igualarle? Tenía unas manos formadas de una manera extraordinariamente propicia para su arte; podía abarcar con la izquierda quince teclas y tocar a la vez notas rápidas con los tres dedos intermedios. Manejaba el pedal con precisión, seguridad y rapidez, y sacaba los registros con tal calma y silencio que los oyentes no lo notaban y se quedaban sorprendidos por aquellas combinaciones de tonos tan puros y armoniosos. Sus infatigables manos podían tocar el órgano un día entero. Le eran tan familiares los estilos graves como los humorísticos. Era un virtuoso y un compositor. Tenía tal riqueza de ideas, que solamente su hijo mayor podía comparársele, y por si esto fuera poco, poseía el don de enseñar a los demás desarrollado de una manera asombrosa”.

En su juventud, escribió Sebastián un Capricho con motivo de la partida de su hermano mayor Juan Jacobo, y, en nuestros conciertos familiares, tocábamos con frecuencia esa pieza para divertirnos, pues es muy graciosa y a los niños les gustaba mucho la fuga para la trompa de posta, mientras que el lamento por el hermano, al que no habían podido convencer para que se quedase en casa, en una melodía difícil de olvidar. Sebastián se ponía siempre muy alegre cuando tocábamos esa composición de su juventud, y una vez nos dijo que, al oírla, le parecía volver a los años juveniles en que la escribió.

La mayor parte de su música es religiosa; pero, como ya he contado, en Cöthen escribió mucha música de cámara; mas, aparte del citado Capricho, compuso muy pocas cantatas mundanas. Las más importantes son la de los Aldeanos, la del Café y la de Febo y Pan. Después, algunos dramas musicales compuestos para el cumpleaños de varios personajes, unas cuantas cantatas nupciales y la encantadora “Canción de primavera”, escrita para solo de soprano y que yo cantaba con bastante frecuencia en casa, a petición de Sebastián. Para mí y para mi voz escribió también una canción religiosa del domingo de septuagésima, “Estoy gozosa”. Cuando la canté me dijo con su habitual bondad que las palabras del título me iban muy bien a mí.

-¿Cómo no, siento tu mujer? -le respondí.

Yo sabía cuál era la causa de mi gozo 

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