domingo

LA PEQUEÑA CRÓNICA DE ANA MAGDALENA BACH (83) - ESTHER MEYNEL


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Sin embargo, yo siempre tuve la impresión de que donde demostraba más esa potencia era en sus composiciones de órgano. ¡Le he oído tocar su instrumento favorito tanto y con tal entusiasmo! Su música para órgano está tan ligada a la historia de mi matrimonio -la primera vez que le vi y oí fue sentado al órgano-, que no puedo prescindir de mi corazón al formar juicio sobre él. Inútil creo decir que también algunas de estas obras me gustan más que las otras. Aprecio particularmente la exquisita Pastoral en fa, la Canzona en re menor y una serie de preludios corales de su librito para órgano, que es lo que conozco mejor. Pero cuando el mismo Sebastián tocaba cualquiera de sus obras para órgano, todas sonaban subyugadoras y se experimentaba la sensación de estar sumergido en el gran oleaje de su genio. A veces, al oír algunas de sus nuevas composiciones me sentía turbada, pues no me agradaba enseguida; pero no tenía más que oírla varias veces para comprender la significación de su línea melódica y reconocer que la primera impresión sólo se debía a mi necedad. El esplendor de la “Tocata y Fuga en re menor” atrae al momento a su órbita a todo oyente, y lo mismo sucede con la gran belleza de la “Tocata dórica”. ¡Y qué decir de los grandes preludios y fugas en do mayor, si bemol mayor, fa sostenido menor, mi mayor, sol sostenido menor y sol mayor, y del maravilloso “Pasacalle”! El pequeño preludio con fuga en mi menor, es también de un atractivo especial. ¿Y habrá algún corazón insensible a la suave tristeza que se desprende de “Las aguas de Babilonia”? También quisiera recordar una serie de preludios de órgano del coral “Gloria in excelsis Deo”, para el que escribió nueve. Pues ¿y los preludios de coral en que trabajaba cuando lo llamó la muerte, que contienen trozos tan hermosos como “¡Ven a mí, Espíritu Santo!”? No, no quiero ennumerar sus obras: las siento tan profundas que no encontraría palabras dignas de su música para órgano y sus sonidos contienen gran parte de mi felicidad pasada. Desde que él se fue, no puedo oír sonar un órgano; me limito a leer sus originales y a recordar.

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