"Hay tres principios que son los que tiene aún hoy en cuenta el teatro independiente. Primero la más rica forma artística, o sea la de mayor y mejor calidad posible. El pueblo merece el mejor alimento espiritual y eso hay que darle. Segundo, que su contenido sea humanista, y tercero, que lo ofrecido tenga un claro sentido histórico y de manera clara proponga la justicia."
Américo Celestino
del Cioppo Fogliacci nació en Canelones, un 23 de febrero de 1904. A pesar de
la descripción de Jorge Abbondanza de ser (un hombre "flaco, alto y
huesudo"), en su juventud conoció dentro de la cancha al, más que capitán,
"mariscal" José Nazassi, en un partido de fútbol entre las
selecciones de Montevideo y Canelones, usando la banda de capitán de los canarios.
Tan destacada era su labor deportiva que un equipo italiano pretendió adquirir
su ficha. Pero uno de los primeros pases internacionales de la historia del
fútbol del interior se truncó rápidamente, pues Benito Mussolini accedió al
poder y Del Cioppo renunció al equipo italiano. No quería permanecer en un país
liderado por el fascismo, se lo impedía su profunda vocación por los temas
sociales.
La otra vocación
que lo iluminaba era la cultura. La poesía lo atrapó en aquellos años del
fútbol y para evitar la mofa de los rivales, adquirió el seudónimo de
Atahualpa, en homenaje al caudillo indígena. Así comenzó a forjar el nombre con
el cual lo conoce la cultura uruguaya y latinoamericana. Por ejemplo, en 1930
ganó el Concurso del Centenario organizado por el entonces Ministerio de
Instrucción Pública con su poemario "Rumor".
Un galpón solidario
La solidaridad
marcó su existencia. Poco tiempo después del comienzo de la guerra civil
española, fundó con un grupo de intelectuales la Universidad del Pueblo, cuya
sede fue un edificio ubicado en la esquina de 18 de Julio y Ejido. Hasta allí
concurrían personas sin educación que recibían clases gratuitas de todas las
materias.
Con ese mismo
espíritu organizó el programa radial "La isla de los niños", que
posteriormente se transformó en un equipo teatral, dedicado al público
infantil. Pero los niños crecieron y reclamaron a Atahualpa la realización de
obras juveniles, puestas en escena que se desarrollaban en el auditorio del
SODRE. Hasta que la noche previa a uno de los estrenos las autoridades cerraron
el local por reformas, en 1947.
Rápidamente
ubicaron un viejo galpón, en la calle Mercedes y Roxlo, pero su alquiler era
demasiado elevado para un grupo de teatro juvenil. Del Cioppo se contactó con
los integrantes del Teatro del Pueblo (pioneros del teatro independiente) y les
ofreció costear el local entre las dos instituciones. Y este es el germen de El
Galpón.
Las refacciones
demandaron dos años. Los operarios eran los propios adolescentes, que
construyeron un teatro con sus manos. En una oportunidad, los vecinos elevaron
sus quejas a la Intendencia, por ruidos molestos. Así que se organizó una
brigada para explicar el trabajo del grupo. Fue tan exitosa la labor de la
brigada que los vecinos se solidarizaron con los jóvenes teatreros y también
colaboraron con El Galpón.
La madurez
Aquel grupo teatral
infantil, que ya se destacaba por presentar obras con fuerte impronta social,
maduró en un teatro capaz de interpretar a Chejov, Miller, Pirandello, Peter
Weiss, Roberto Arlt, etc. También dirigió obras fuera de fronteras, gracias a
lo cual se lo considera "el alma del teatro de América Latina", al
decir del ministro de Educación y ministro de Cultura francés Jack Lang. Su
versión de "El círculo de tiza caucasiano" de Bretch, uno de los autores
que más defendió, fue premiado en un festival de Buenos Aires, ya en 1959.
Walter Acosta,
actor y director teatral de la Comedia Nacional recuerda que en un ensayo de
esa obra, le dijo: "Este es uno de los momentos más importantes de la
obra, me decía, por mi pequeña escena del viejo lechero, un personaje por el
cual yo sentía mucha simpatía. Tarde o temprano el maestro siempre nos decía a
todos la misma cosa y a nosotros como actores nos hacía mucho bien creerle. Es
usted quien debe mostrarnos a ese patético personaje convertido en lobo por la
guerra y la miseria. Usted no puede ser demasiado bueno con la fregona que le
pide leche para el niño ajeno. Ni tampoco puede ser demasiado generoso con su
mercadería porque de ella depende su propia vida, ¿no le parece? Y aunque la
fregona termine por darle un par de monedas de cobre... usted tiene que
morderlas -¡morderlas bien, me entiende!- para asegurarse de que son de buen
metal antes de darle una escasa medida de leche y cometer así usted mismo una
pequeña y vergonzosa estafa. Es usted quien tiene que hacernos comprender que
su personaje es tan víctima de la guerra como la pobre fregona, porque si
creyéramos que se trata simplemente de un vulgar Harpagón, de un miserable
explotador estaríamos cayendo en un grave error sobre la condición humana
sometida a las circunstancias históricas que modifican su conducta, ¿me
entiende, Acosta? Ni blanco ni negro sino una mezcla de ambas cosas. El viejo lechero
y la fregona obligada a actuar como madre viven en tiempos donde la caridad y
la solidaridad no existen. ¡Y pasará mucho tiempo antes de que las víctimas se
unan para defenderse juntos contra el enemigo común! Para eso también estamos
haciendo la obra de Brecht en El Galpón, ¿me entiende, Acosta?"
El exilio y el retorno
El teatro
independiente sufrió el embate del golpe de Estado del año 1973. La censura
cayó en 1976, "el año de la Orientalidad", y un reducido grupo
teatral emigra al exterior y con el trabajo y la palabra denunció las
arbitrariedades del régimen cívico-militar. Cosechó aplausos en toda América
Latina. También dirigió la Real Academia de Arte Dramático de Madrid.
Sin embargo, la
sala de El Galpón corría riesgo de vida. El lugar que hoy se conoce como Teatro
el Galpón abrió en 1969. Cuando el grupo teatral inició su periplo, los
recursos para sostenerla implicaron la hipoteca del local propio, pero también
se hipotecaron bienes de familiares y amigos. La dictadura fue implacable con
ese grupo de militantes y cerró el espacio.
Su sede mexicana
era el centro de un profundo debate sobre la actualidad de Uruguay y
Latinoamérica. Se presentaron más de dos mil quinientas piezas y de ellas
doscientos cincuenta se realizaron fuera de México, en menos de ocho años de
exilio.
La dictadura abrió
el paso a la democracia y Del Cioppo se hizo presente en nuestro país desde el
primer momento en el cual pudo pisar tierras uruguayas. Volvió junto a Daniel
Viglietti y se formó una gran caravana para recibirlos, un 2 de octubre de
1984.
El viejo galpón de
Mercedes y Roxlo fue devuelto a sus dueños y sus paredes fueron demolidas,
junto a su extenso archivo. Pero la Sala 18 volvió a la gestión de El Galpón.
Los abonados mensuales alcanzaron los 10 mil socios y se retomaron los
proyectos socio-educativos de la institución.
Atahualpa del Cioppo prosiguió su trabajo a pesar de un cáncer de
próstata que terminó con su labor pedagógica y literaria, un 2 de octubre de
1993. Estaba en la ciudad de La Habana, luego de una invitación. Sus restos
fueron velados en el Teatro Solís.
(4 / 4 / 2012)
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