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LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN (44) - CARLOS CASTANEDA


“LAS ENSEÑANZAS”

V (1)

Don Juan inquiría periódicamente, en forma casual, sobre el estado de mi datura. En el acto transcurrido desde que replanté la raíz, la planta se había convertido en un arbusto grande. Había dado semillas y las vainas de las semillas se habían secado. Y don Juan juzgó que era hora de que yo aprendiera algo más sobre la yerba del diablo.


Domingo, 27 de enero, 1963.

Don Juan me dio hoy la información preliminar sobre la “segunda parte” de la raíz de datura, el segundo paso en el aprendizaje de la tradición. Dijo que la segunda parte de la raíz era el verdadero principio del aprendizaje; en comparación con ella, la primera parte era juego de niños. Había que dominar la segunda parte; había que tomarla veinte veces por lo menos, dijo, antes de poder avanzar hacia el tercer paso.

-¿Qué hace la segunda parte? -pregunté.

-La segunda parte de la yerba del diablo se usa para ver. Con ella, un hombre puede remontarse por los aires y ver qué está pasando en cualquier sitio que escoja.

-¿Puede en verdad un hombre volar por los aires, don Juan?

-¿Por qué no? Como ya te dije, la yerba del diablo es para aquellos que buscan el poder. El hombre que domina la segunda parte puede usar la yerba del diablo para ganar más poder haciendo cosas que nadie imagina.

-¿Qué clase de cosas, don Juan?

-No te lo puedo decir. Cada hombre es distinto.


Lunes, 28 de enero, 1963

-Si completas con bien el segundo paso -dijo don Juan-, sólo podré enseñarte otro paso más. Al ir aprendiendo sobre la yerba del diablo me di cuenta que no era para mí, y ya no adelanté más en su camino.

-¿Qué le hizo decidir en contra de ello, don Juan?

-La yerba del diablo estuvo a punto de matarme todas las veces que traté de usarla. Una vez me fue tan mal que me di por acabado. Y sin embargo, yo habría podido evitar todo ese dolor.

-¿Cómo? ¿Hay alguna manera especial de evitar el dolor?

-Sí, hay una manera.

-¿Es una fórmula, o un procedimiento, o qué?

-Es una manera de agarrarse a las cosas. Por ejemplo, cuando yo estaba aprendiendo sobre la yerba del diablo, era demasiado ansioso. Me agarraba a las cosas de la misma manera que los niños agarran dulces. La yerba del diablo es sólo un camino entre cantidades de caminos. Cualquier cosa es un camino entre cantidades de caminos. Por eso debes tener siempre presente que un camino es sólo un camino; si sientes que no deberías seguirlo, no debes seguir en él bajo ninguna condición. Para tener esa claridad debes llevar una vida disciplinada. Sólo entonces sabrás que un camino es nada más un camino, y no hay afrenta, ni para ti ni para otros, en dejarlo si eso es lo que tu corazón te dice. Pero tu decisión de seguir en el camino o de dejarlo debe estar libre de miedo o ambición. Te prevengo. Mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo tantas veces como consideres necesario. Luego hazte a ti mismo, y a ti solo, una pregunta. Es una pregunta que sólo se hace un hombre muy viejo. Mi benefactor me habló de ella una vez cuando yo era joven, y mi sangre era demasiado vigorosa para que yo la entendiera. Ahora sí la entiendo. Te diré cuál es: ¿tiene corazón este camino? Todos los caminos son lo mismo: no llevan a ninguna parte. Son caminos que van por el matorral. Puedo decir que en mi propia vida he recorrido caminos largos, largos, pero no estoy en ninguna parte. Ahora tiene sentido la pregunta de mi benefactor. ¿Tiene corazón este camino? Si tiene, el camino es bueno; si no, de nada sirve. Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace gozoso el viaje; mientras lo hagas, eres uno con él. El otro te hará maldecir tu vida. Uno te hace fuerte; el otro te debilita.

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