domingo

LÍRICA PARA PERDEDORES (2) - MARCOS DURAÑONA


(primera edición WEB elMontevideano Laboratorio de Artes / 1017)

XI

HEROÍNA

En mis sueños veo ríos de sangre bajando por los montes y arrugando los paisajes.
La sangre viene bajando por ríos inmundos para inundarlo todo en miseria
y privarte la entrada al cementerio.
La cara se mancha con la sangre de otra cara.
Sangre que baja de árbol en árbol para darnos de beber.


XII

Éramos dos gotas de agua
hasta que caí
en la mejilla equivocada.


XIII

El asqueroso ocaso
que causaste en mi corazón
mientras besabas cigarros
con las rodillas en la pera
y la bufanda tajeando tu cuello.

Abriste un agujero donde habías cerrado otro.


XIV

Rasco y rasco
el nicho donde te quebrás
todas las noches en mi corazón

el ambiente podrido
de flores sucias
de arena y fechas.

El lugar donde dormís.

¿Quién dijo muerto?

Sólo te vas
por una senda clara.


XV

Recuerdos mojados
en lo cruel de la noche

y tus labios fruncidos
masticándome el alma.

Remojamos la muerte
entre las sábanas
y nos escupimos las manos
como en una promesa
de niños chicos.

Hoy de viejo recuerdo
tu mordedura a corazón abierto.


XVI

Un ocaso cayó en mi corazón.

Mientras juntaba los vidrios anaranjados
tu mirada se cruzó con la mía
en mil sonetos.

Entonces Bach supo lo que tocaba
y yo entendí lo que veía:

armonía hasta en la muerte.


XVII

Uno no cree.
Hasta que el mal avanza
por las calles de tu casa
por las venas de tus queridos
y entonces uno agacha la cabeza
dobla su rodilla
lo piensa
lo acepta
lo traga.

El mal avanza.

Y uno cree.


XVIII

Estoy llorando en el cuarto olvidado
desangrado entre sábanas
vírgenes de pureza.

Una gota espesa llega el piso
matando la paciencia de los que miran.

Gruñendo la pestaña
me señalan antes de sufrir
antes de que palpite
el último atardecer de mi corazón.


XIX

Explota el horizonte en un fulgor verde
y los diamantes exploran todo el lugar.

Doy vueltas
hasta encontrar el fuego de mi alma
que siempre estuvo en el centro.

Caballos corren libres en la pradera hasta padecer
y las cerraduras del destino estarán abiertas
para que agarre al toro por los huevos
y caiga el latigazo

o ese detalle que nos hace sordos
el detalle omitido que será clavado
en la pupila como un rayo.


XX

Entro al dulce lago
donde mis muertos esperan

ellos desnudos y yo desnudándome.

Me duelo hasta las rodillas
y llego a tocar la mano de mi padre.

El abuelo que no es mi abuelo
me rodea junto a mis otros abuelos
hasta que llego a una puerta donde suena Chuck Berry
y aparece la magia.

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