domingo

HABEMUS CIELO (11) - HUGO GIOVANETTI VIOLA


DOS: ME SOBRA CORAZÓN

para Amalia Giovanetti

para Ana Carolina Teixeira Pinto                                                                                                                                                                      
Quizá puedas decir: “¿Quietud? Todo lo que siento es zozobra y dolor, no descanso. Cuando intento seguir este consejo, el sufrimiento y la lucha me salen al encuentro por todos lados. Por un lado, mis facultades me azuzan a dejar esta obra, y yo no quiero; por otro, anhelo perder la experiencia de mí mismo y experimentar sólo a Dios, y no puedo. La lucha y el dolor me asaltan por todas partes. ¿Cómo puede hablar de descanso? Si esto es descanso, raro descanso es.
Mi respuesta es sencilla. Encuentras esta actividad difícil porque no estás acostumbrado a ella. Si estuvieras acostumbrado y comprendieras su valor, no la abandonarías por todos los goces materiales del mundo. Sí, lo es, es difícil y trabajosa. Pero a pesar de ello, la llamo descanso porque tu espíritu descansa en una libertad alejada de toda duda y ansiedad acerca de lo que ha de hacer; y porque el tiempo real de la oración está seguro en el conocimiento de que no errará mayormente.
Así, pues, persevera en ella con humildad y gran deseo, ya que es una obra que comienza aquí en la tierra y que seguirá en la eternidad sin fin.
LIBRO DE LA ORIENTACIÓN PARTICULAR / Anónimo inglés del siglo XIV

¡Si tan sólo la materia fuera carne para martirizar!
GASTON BACHELARD                                                                                    


1

La mujer alta y de cortísimo pelo dorado soltó la valija y el bolso de mano para jadear:

-Habemus cielo, hijita.                                                                 

Hacía mucho calor en el aeropuerto, y a la mujer-niña que la recibió se le cayó una capelina de paja mientras la abrazaba sonriendo:

-Recién mide seis centímetros. Pero ya lo vimos latir como loco.

-O como loca.

-Para mí va a ser varón -empezó a arrastrar la valija con ruedas Poli. -Me encanta tu nuevo look.

-Escuchá -se frenó un momento Brenda para poner una mano de su hija sobre su  pecho izquierdo.

-Qué te pasa.

-¿Te acordás de mis palpitaciones de la felicidad? Hacía mucho que no tenía ninguna tan celestial.

-Pero eso parece una taquicardia.

-No. Son galopes, nomás. Las más inolvidables las tuve cuando me casé y cuando nacieron ustedes. Ah, y durante la filmación del desnudo de Casiopea.

-No me acordaba que sufrías de eso.

-Pero no es nada patológico y me pasa muy pocas veces.

-A vos y a Senel les conseguí un apartamento de un colega de la universidad que está toda la semana en el Festival de Liechtenstein -se acomodó la capelina la diminuta guitarrista de facciones tahitianas. 

-La lástima es que Pierri tampoco va a poder venir al casamiento.

-¿Y Beto también piensa que vas a tener un varón?

-Beto no tiene idea y prefiere lo que yo prefiera, por supuesto. ¿Sabías que justo hoy cumple los cuarenta? -empalmó un celular Poli. -Esperate que le quiero mandar una foto a mi suegra. Ella dice que la hacés acordar a Julia Roberts pero con este look no va a reconocerte. ¿Cómo van con la película?

-Yo ya rodé mis tres monólogos -se sacó la chaqueta la mujer sesentona, que ahora sudaba mucho. -Creo que puede quedar algo precioso.

-¿Y cómo te sentiste haciendo de galante calavera de Herrera y Reissig?

-Uh. Ahí sí que las palpitaciones se volvían taquicardias. Trabajar con Moure me hace ir de vuelo a cada rato, como dice Abel.

Y después que se sentaron en el tren Poli le colocó la mano a Brenda sobre su vientre todavía muy chato y terminó lamiéndose dos gotas que no eran de sudor:

-Va a ser varón. Y se va a llamar Jerónimo.

-Mirá lo que estoy haciendo -se persignó la actriz más importante del cine uruguayo mientras contemplaba los sembrados. -Habemus cielo, hijita.

-Sí. Y papá no tiene metástasis.

-Me enteré. Y además nadie puede imaginarse lo que yo necesitaba volver a estar aquí, con el corazón pegando saltos como cuando jugábamos a la rayuela.


2

La suegra de Poli se llamaba Doris y estaba terminando de preparar una ensalada cuando vio resplandecer a Brenda en el celular y largó una risita:

-Santa Madonna: acaban de mandarme una foto. Es increíble. Ahora mi consuegra se cortó el pelo a lo garçon y le das por lo menos diez años menos que a mí.

Beto dejó de tocar el violín y levantó los ojos hacia el mediodía que rielaba sobre un hilo de cañada rocoso:

-Poli dice que desde que empezó la terapia Brenda dejó de sentirse expulsada de la vida.

-La verdad es que aquí parece que estuviera levitando.

-¿Te dije que esta mañana la primera persona que me llamó para felicitarme fue mi suegro?

-Mirá vos. Hoy estaba pensando que el asado con el costillar cortado a la criolla que nos preparó ese hombre fue de los más ricos que comí en mi vida. ¿Cómo está?

-Le acaban de confirmar que no tiene metástasis.

-¿Y quién te dice que después de este viaje no aparezca una posibilidad de que se reconcilien?

-Pero si desde que les salió el divorcio ella no quiere ni verlo.

-Bueno, yo tendría que ser la primera en entenderla -prendió un cigarrillo con un rictus de culpabilidad la mujer del Osttirol que hablaba un castellano casi perfectamente rioplatense. -Lo que pasa es que el doctor Rabí es muy distinto a tu padre.

Beto volvió a empezar el Andante del tercer concierto para violín de Mozart y el pajarerío del bungalow tapizado por la hiedra se alborotó como si estuviese amaneciendo.

-Yo nunca me sentí expulsada de la vida -lo interrumpió poniéndose a cortar otra cebolla Doris. -Y eso que tuve mis motivos.

-Ah, también llamó papá para decirme que el viernes vienen con Karla -informó después de cerrar el estuche el hombre de pómulos aindiados. -Al casamiento y a la fiesta. ¿Tenés necesidad de recibir a mi suegra con tanto olor a cenicero?

-Espero que en el asado a tu padre no se le ocurra hacer un numerito del stand-up pornográfico que inventó ahora. Dicen que es algo horrible

-Llorando olés peor, mamá. ¿No podés aguantarte? Ayer Poli me enseñó una oración inventada por una niña que pierde la vista en una novela de un uruguayo amigo de Jerónimo. Dice: Jesús, yo ya no sé quién soy pero sé que tú sos el Padrenuestro. Ayudame a ser buena y feliz y no me dejes olvidarme de los colores del mundo. Amén.

-Okey. Por hoy no fumo más.

-Gracias. ¿Sabés que cuando toco este tipo de frases de Mozart siento que es como si la maldad lo hubiese dejado a oscuras a la misma edad que a mí y no tenía más remedio que abrirnos el cielo a todos?

-¿Jerónimo es el famoso tío poeta de Poli?

-Sí. Y la madre de ella piensa que fue un santo suicida.


3

El apartamento que le prestaron a Poli quedaba muy cerca del canal del Danubio, y enseguida de desempacar salieron a tomar un helado entre el verdor de una orilla que reverberaba como un paisaje puntillista.

-A mí también se me antojaban nada más que cosas dulces en los embarazos -sonrió la mujer de perfil y melancolía idénticos a los de Simonetta Vespucci.

-No me digas que ya te bajoneaste.

-Y a vos te hice escuchar a Mozart todos los días desde que medías un centímetro -no le prestó atención Brenda a su hija, hasta que el eructo de un cuervo que bajó en picada del puente la hizo aplastarse fóbicamente las orejas. -Lo único que no soporto de Viena son estos pajarracos.

-Y sin embargo está estudiado que son inteligentísimos y saben reconocer quién los quiere y quién los odia.

-Ah. Me olvidaba de contarte algo infartante: mi padre y mi hermano me llamaron el domingo para mandarte un beso.

-¿Vos sabés que yo ya no me acuerdo bien ni de las caras que tienen?

-Y yo no los veo desde que murió mamá.

Poli se terminó de comer el cucurucho entornando una ternura aterciopelada hacia el canal:

-En esa barcaza fuimos a Bratislava a tocar La historia del tango con Beto, antes que operaran a papá. Y yo creo que fue en ese viaje que nos enamoramos, aunque no nos dimos cuenta hasta que volvimos a actuar en Salzburgo. Pero yo jamás le hubiese podido cantar el Lladre al gordo cuando estaba en el sanatorio si no fuera por Beto.

-No entiendo.

-Porque él fue el que me hizo entender que hasta Mozart tuvo que perdonar a Dios. Nadie se salva, mami. El problema es de qué hablamos cuando hablamos de perdonar en serio.

-Bueno, habría que salir a vichar vestidos porque a las cinco quedé en skypear con mi vecina -se enderezó eléctricamente para escrachar el cucurucho en el depósito de basura la mujer de aura renacentista.

-¿Pero no era que habemus cielo? -mostró los colmillos Poli. -Además la que nombró a mi abuelo y a mi tío fuiste vos.

-No tenía más remedio. Te mandaron un beso.

-¿Y lo habrán hecho nada más que por protocolo?

-Basta, nena. Yo tuve un solo hermano y fue tu tío Jerónimo. Y la noticia de que mi nieto se va a llamar así es más linda que este canal y toda Viena juntos.

-Perdoname, pero lo último que podía imaginarme era que a las dos horas de llegar ya ibas a bajonearte. Ahora lo que te falta es ponerte a tararear Maldigo del alto cielo y cagamos la fruta.

-¿Pero estás ciega o no viste que me cuando subimos al tren me persigné, carajo?

-Si fuera así de fácil -se hundió la capelina con una mueca resignada la mujer-niña.


4

La vecina de Brenda sobrenombrada Michita salió a atender al doctor envuelta en una gran pañoleta que llevaba estampado El beso de Klimt:

-¿Cómo me queda?

-Pipicucú -carcajeó el hombrón de papada arcillosa y ojos irreversiblemente jóvenes. -Y pensar que en el Belvedere nos peleamos con Poli porque yo le decía que no ibas a animarte a usarla.

-Bueno -lo hizo pasar la vieja casi enana y con agilidad de paloma al comedor donde reinaba el póster de Casiopea, la película que hizo célebre a la ex-esposa del doctor Rabí a fines de los 90. -Te confieso que es la primera vez que me pongo algo chillón desde que falta mi esposito.

-¿Sabías que Poli piensa que va a ser varón?

-Sí -se le azuló titilantemente la novelería a Michita. -Y me acaba de mandar una foto divina desde Viena.

-Wow -se puso los lentes Rabí para contemplar el celular con una admiración casi celosa. -Brenda nunca usó el pelo así.

-Pero le queda espectacular.

-A mí lo único que me importa es que se sienta bien.

-Bueno, pero yo te pedí que vinieras para brindar por el resultado de tu tomografía y mostrarte una foto que desenterró Abel en el cuartel de Lepanto.

Y cuando la viuda volvió de la cocina con la muchachez sobredorada por la unción dionisíaca de Klimt encontró al hombre ancho sondeando heridamente el póster de Casiopea:

-Me parece que vos nunca probaste el licor de caña con butiá que preparábamos con Pirín.

-No. Aunque Senel me dijo que es un elixir.

-Mirá que yo ahora tampoco pruebo una gota de alcohol, pero este brindis es muy importante.

-Claro -recogió la copa diminuta de la bandeja el doctor y la olfateó extasiado. -Y te aclaro que la noche que festejamos el compromiso de Poli y Beto en el bungalow bucólico que le prestan a mi consuegra tomé espumante durante horas, tranquilo.

-Fijate: esta es la foto de Jerónimo y mi esposito que encontró Abel ordenando la biblioteca. Estaban en el salto del Penitente.

-Meu Deus. Y pensar que yo nunca pude abrirme una semana para acampar con ellos.

-¿Viste la felicidad que tienen?

-Mi hermano siempre decía que el título del último libro le cayó de las alturas justo cuando nadaba abajo de la cascada del Penitente.

-Habemus cielo. Y eso es lo que está escrito en la parte de atrás de la foto.

-No se puede creer. Si querés la escaneo y se la mandamos de regalo de casamiento a la nena.

-A la nena y a Brenda. A ver si se decide a casarse de una vez con el Espíritu Santo.

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