domingo

LA PEQUEÑA CRÓNICA DE ANA MAGDALENA BACH (65) - ESTHER MEYNEL


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Cuando el señor Gesner dimitió el cargo y ocupó su lugar el segundo de los Ernesti, Juan Augusto Ernesti, cambiaron las cosas muy en nuestro perjuicio; y aquí tengo que hablar de un asunto que siempre recuerdo con profundo disgusto: la lucha de Sebastián con el rector, el Consejo y el Consistorio. Esta lucha duró casi dos años y, aunque Sebastián salió de ella triunfante gracias a la intervención del Elector, esparció una nube sombría por toda aquella época, y creo que esas disensiones perjudicaron la salud de Sebastián mucho más de lo que él quería confesar. Cuando terminó la lucha, ya no volvió a entregarse todo corazón a la escuela y a la vida musical de Leipzig, sino que se fue retirando cada vez más al encierro de su casa y a la soledad de su trabajo de composición.

Al principio todo fue bien con el rector Ernesti. Era padrino de dos de nuestros hijos y mucho más joven que Sebastián, que, por la edad, hubiera podido ser su padre. Esa hubiera sido una razón más para que tratase con respeto a su Cantor, a pesar de ser oficialmente su superior. Pero la cuestión del director de coros Teodoro Krause destruyó toda amistad y relación entre Rector y Cantor.

La raíz más profunda de todas estas dificultades, consistía en que el nuevo Rector sentía una profunda indiferencia por la música. Hasta parecía que, en su interior, despreciaba este arte; de lo contrario, no hubiera sido posible que dijese a los muchachos a quienes encontraba ensayando música:

-¿Conque queréis convertiros en una murga de taberna?

Pero se hubiera podido pasar por ello si hubiese dejado la dirección de la parte musical de la escuela en manos de Sebastián. Mas esto era precisamente lo que no quería; intervenía en todos los nombramientos y ascendió al director del segundo coro a director del primero, lo que fue un paso muy grave; porque, como escribía Sebastián en su protesta dirigida al Consejo, el director del primer coro tenía que ser no solamente un hombre de carácter firme y con buena voz, sino disponer también de grandes conocimientos musicales, puesto que había de dirigir toda la parte musical cuando el cantor, por cualquier motivo, no pudiese estar presente.

De modo que la primera contrariedad se produjo  por el director de coro Teodoro Krause, a quien Sebastián había encargado de vigilar a los más pequeños, que, en su mayoría, eran muy díscolos; sobre todo, Krause tenía que castigar severamente toda falta de comportamiento en la iglesia.

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