domingo

EL RAT-PICK (5) - JOSÉ ENRIQUE RODÓ


(Una profética denuncia de la crueldad espectacularista y consumista que campea en la actual barbarie posmodernista, escrita hace 117 años.)

No en balde aquel manso y sedentario pueblo de Egipto, donde el respeto por el animal llegó a los extremos de la superstición idolátrica, profesaba a los ganaderos y pastores el odio que conocieron duramente las espaldas del israelita. De las faenas pastoriles vino Rozas a la ciudad, y es circunstancia de que supo sacar razones el autor del Facundo. La puñalada que parte la garganta de la res se transporta al modus operandi de la “Mazorca”; y los excesos de la guerra civil, que han alimentado las leyendas trágicas de medio siglo, se iluminan de un relámpago revelador cuando consideramos, en una estancia al uso antiguo, los procedimientos, los hábitos y el ambiente afectivo que ellos crean. El valor de estas relaciones sólo será dudoso para que el que ignore que el pueblo, como el niño, son sonámbulos naturales, en cuanto a su docilidad para la sugestión que, mediante un acto imitado y repetido, funda la ciega fatalidad de la costumbre.

En suma: la prohibición que pesa sobre las riñas de gallos y las lidias de toros, no hay razón para que no se extienda a este repulsivo deporte del rat-pick; que a todas las condiciones de inmoralidad propias de aquellos espectáculos, une su inferioridad estética, su exhibición de lo feo; la cual no deja de ser, si se desmenuzan las cosas, otro género de inmoralidad. Por mucho que teóricamente y como ideal propendamos a un libérrimo individualismo, sería insensato que en su práctica quitásemos de manos del Estado estos resortes de higiene moral, que, como las demás aplicaciones de su atribución educadora, se justifican e imponen doblemente en pueblos nuevos, necesitados de consolidar sus cimientos de civilización. Tratándose de sociedades tales, las insignias de la autoridad han de tener mucho de la férula del magisterio; y bien lo conoció y aplicó aquel enorme argentino que después de haber empuñado en su mocedad la palmeta de maestro de párvulos, supo hacer -maestro de muchedumbres-, de su bastón presidencial, algo así como una palmeta hercúlea y gloriosa. Y este magisterio, lo mismo comprende la faz afirmativa de fomentar lo que educa, lo que civiliza, lo que dignifica la sensibilidad y forma el gusto, que la faz negativa de proscribir o dificultar lo que embrutece, desmoraliza y deprava.

1907

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