LIBRO SEGUNDO
DE LA NOCHE OSCURA, TRÁTASE DE LA MÁS ÍNTIMA PURGACIÓN, QUE ES LA SEGUNDA NOCHE (PASIVA) DEL ESPÍRITU.
CAPÍTULO 23 (3)
Declárase el cuarto verso. – Dice el admirable escondrijo en que es puesta el alma en esta noche y cómo, aunque el demonio entrada en otros muy altos, no en este.
9 / Otras veces prevalesce el demonio y comprehende al alma la turbación y el horror, lo cual es al alma de mayor pena que ningún tormento de esta vida le podría ser; porque, como esta horrenda comunicación va de espíritu a espíritu algo desnuda y claramente de todo lo que es cuerpo, es penosa sobre todo sentido. Y dura esto algún tanto en el espíritu; no mucho, porque saldría el espíritu de las carnes con la vehemente comunicación del otro espíritu. Después queda la memoria, que basta para dar gran pena.
10 / Todo esto que habemos dicho pasa en el alma pasivamente, sin ser ella parte en hacer y deshacer acerca de ello. Pero es aquí de saber que, cuando el ángel bueno permite al demonio esta ventaja de alcanzar al alma con este espiritual horror, hácelo para purificarla y disponerla con esta vigilia para alguna gran fiesta y merced espiritual que le quiere hacer ver el que nunca mortifica sino para para dar vida, ni humilla sino para ensalzar; lo cual acaece de allí a poco, que el alma, conforme a la purgación tenebrosa y horrible que padeció, goza de admirable y sabrosa contemplación espiritual, a veces tan subida, que no hay lenguaje para ella. Pero sutilizole mucho el espíritu para poder recibir este bien el antecedente horror del espíritu malo; porque estas visiones espirituales más son de la otra vida que de esta, y cuando se ve una, dispone para otra.
11 / Lo dicho se entiende acerca de cuando visita Dios al alma por medio del ángel bueno; en lo cual no va ella, según se ha dicho, totalmente tan a oscuras y en celada que no le alcance algo del enemigo. Pero cuando Dios por sí mismo la visita, entonces se verifica bien el dicho verso, porque totalmente a oscuras y en celada del enemigo recibe las mercedes espirituales de Dios. La causa es porque, como Su Majestad mora sustancialmente en el alma, donde ni el ángel ni el demonio pueden llegar a entender lo que pasa, no puede conocer las íntimas y secretas comunicaciones que entre ella y Dios allí pasan. Estas, por cuanto las hace el Señor por sí mismo, totalmente son divinas y soberanas, porque todas son toques sustanciales de la divina unión entre el alma y Dios; en uno de los cuales, por ser este el más alto grado de oración que hay recibe el alma mayor bien que en todo el resto.
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