domingo

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana) - 171


39: A PROPÓSITO DEL HOMBRE DE MEDIANA EDAD (1)

Daniel J. Levinson (1)

Profesor de psicología en el Departamento de Psiquiatría y Psicología de la Yale University School of Medicine, New Haven, Connecticut, autor de The Seasons of a Man’s Life y coautor de The Authoritarian Personality.

La crisis de la madurez nos obliga a revisar nuestra vida y buscar la forma de conferirle un sentido más profundo. Pero para ello debemos tener en cuenta que la creación y la destrucción constituyen aspectos fundamentales de la vida. A medida que el tiempo discurre vamos tomando conciencia del proceso universal de destrucción que acabará con nuestra existencia y esa misma conciencia nos lleva a afirmar con más vehemencia nuestra propia vida y la de las generaciones venideras. En consecuencia, cada vez sentimos con más intensidad la necesidad de crear. Pero esta creatividad no se limita a “hacer algo” sino que consiste en dar vida, en dar a luz algo. El espíritu creativo es capaz de infundir vida a una canción, un cuadro, una simple cuchara o un juguete, por ejemplo, y enriquecer, de ese modo, la vida de quienes entren en contacto con él.

La certidumbre de la muerte que acompaña a la crisis de la mediana edad intensifica, pues, los dos aspectos de la polaridad creación / destrucción despertando nuestra creatividad y haciéndonos, al mismo tiempo, tomar conciencia de la presencia de las fuerzas destructivas en la naturaleza, en la vida y en nosotros mismos.

Quien es capaz de ver contempla la muerte y la destrucción por doquier. En la misma naturaleza una especie se come a otra y sirve de alimento, a su vez, a una tercera. La evolución geológica de la Tierra supone un proceso continuo de destrucción y transformación. Para construir hay que destruir, para organizar hay que desorganizar.

Nadie alcanza los cuarenta años sin haber experimentado, de algún modo, las dolorosas consecuencias de la destructividad humana. De una manera u otra, los demás (incluyendo las personas más próximas a nosotros) han dañado nuestra autoestima, dificultando nuestro desarrollo, obstaculizando, de una u otra forma, el logro de lo que más deseábamos y, en ocasiones, nosotros mismos hemos sido los causantes del sufrimiento de nuestros semejantes (incluyendo a nuestros seres más queridos).

Esta revisión de la vida que tiene lugar durante la crisis de la madurez nos obliga a considerar el daño real o imaginario que los demás puedan habernos hecho. Quizás sintamos entonces una rabia impotente hacia nuestros padres, nuestra esposa, nuestros maestros, nuestros amigos o nuestros seres más queridos a quienes, a partir de ahora, consideraremos como las causantes de todas nuestras desdichas. Y, lo que es todavía más difícil, deberemos también tomar conciencia de nuestra culpabilidad por haber sido destructivos con los demás y con nosotros mismos. Para ello deberemos preguntarnos: ¿En qué medida he renunciado a asumir mi responsabilidad con respecto a mis seres queridos y a empresas que afectaban a otros seres humanos? ¿De qué modo me he traicionado a mí mismo y he desaprovechado las oportunidades de crecimiento que se me han presentado?

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