por Dolores Arteaga
Una invitación para todos y cada uno de los uruguayos. Donde la democracia se vive y se palpita de verdad. Así me lo hace sentir Federico Lemos, uno de los creadores de Ecocinema, con sus cálidas palabras: “Es poder llevar una pantalla de cine a un pueblo de 14 personas, donde seguramente 13 no hayan visto cine nunca”
El bosque de Punta Ballena era el escenario perfecto. Todos estábamos al abrigo de los árboles que, en parte, nos abanicaban con sus largas ramas. Era una de esas típicas noches de otoño, donde el fresco empieza a sentirse. De pronto, el día se hizo noche, saciando la ansiedad de todos los presentes. Estábamos todos prontos para empezar a ver el work in progress (trabajo en proceso) de un documental, que pronto se verá en nuestro país.
Federico Lemos tiene 43 años y es la cabeza creativa de Medio & Medio Films y Ecocinema, junto a su socio Gonzalo Lamela. Emprendimientos que ya tienen nueve años en su haber, y cuyo objetivo es democratizar el acceso de la cultura a través del cine, así como también difundir y potenciar el cine nacional. Desde hace dos años la productora cuenta con dos nuevos socios, Álvaro Recoba e Iván Alonso. La historia laboral de Fede, como se lo conoce en el medio, es un ejemplo de que sí se puede. Como prueba, solo basta mencionar aquél día que tomó una película de producción nacional bajo el brazo, e hizo una gira durante 18 meses recorriendo distintas ciudades del mundo donde, uruguayos “nostalgiados”, tocarían un pedazo de su querido país al verla. Ese fue el grandioso augurio al comienzo de su carrera.
Contame sobre tus inicios en un mundo al que no pertenecías.
Cuando terminé el Liceo no sabía hacia dónde iba. Nunca me gustó estudiar. Me había hecho un test vocacional y me había dado Veterinaria y Música como las áreas más marcadas; los animales me encantaron siempre y la música también. En una época trabajé como disc jockey, siempre tuve buen oído para la música; cuando escuchaba un tema en la radio sabía si iba a ser un hit. Finalmente me decidí por Marketing y Administración, pero no la llegué a terminar. Desde niño y de joven siempre me gustó el relacionamiento con la gente, la organización de eventos. Fui cadete en un diario donde trabajaba mi padre como periodista de investigación, y ahí empecé a generar mis propios vínculos, con periodistas de primer nivel que hoy en día están en los medios de comunicación y televisivos. Hasta el día de hoy se acuerdan de mí, de todo lo que hacía para acercarme a ellos. Mi horario era de 10 a 18 horas, pero eran las 22 y yo seguía en el diario. Yo quería saber cómo se cerraba, seguía la cobertura de las notas paso a paso. A los 27 años me casé y me fui a vivir a Toronto, Canadá.
¿Y a qué te dedicabas en Toronto?
Tuve que volver a empezar, trabajé en una fábrica de vidrios. No tenía papeles, ni amigos. En Uruguay estaba haciendo las cosas bien y ya tenía cierta posición. Si bien Canadá es un país que te brinda muchas posibilidades, es difícil, extrañás mucho. Yo me dediqué exclusivamente a trabajar, como Charles Chaplin en Tiempos Modernos, lo único que me importaba era que pasaran los días, cobrar y guardar el dinero; nunca tomé a Canadá como país final de mi destino. Lo tomé como un momento de transición de mi vida. Después me separé, y decidí quedarme a pesar de estar mucho tiempo solo. Eso me ayudó a crecer mucho. Ahí definí lo que iba a hacer con mi vida. Así que el cine nunca estuvo siquiera en el primer horizonte. Se dio muchos años después.
La separación fue como un punto de inflexión.
Sí. Y en ese ínterin empiezo a viajar al Uruguay los fines de semanas largos, durante las vacaciones. En uno de esos viajes, me encuentro con un ex compañero de Liceo que estaba filmando una película, que me cuenta que no la podía terminar porque no tenía plata. Se llamaba La Matinée y trata de dos viejos murgueros que se juntan después de muchos años y vuelven a salir en el Carnaval, una suerte de Buena Vista Social Club uruguaya, con murga. Cuando me cuenta la historia, yo quedo fascinado. Vuelvo a Canadá, le escribo un mail y le digo que lo voy a ayudar a terminarla. Durante seis meses, haciendo horas extras, junté el dinero. Mi amigo no lo podía creer. Le dije que me gustaría ser socio productor del proyecto; o sea, no se la presté ni se la regalé, sino que me asocié. Me convierto, sin saber lo que estaba haciendo, en productor de una película. Y ahí empecé a trabajar arduamente en el estreno (2007) que fue en el Teatro de Verano para 5 mil personas. Organicé su estreno y una gira que se hizo por muchos lados del mundo.
Y ahí empezó tu nueva vida.
Sí. Me independicé y decidí poner una productora, Medio & Medio, con mi socio Gonzalo Lamela, que el año que viene va a cumplir diez años. Nuestro principal objetivo no era hacer cine, sino distribuirlo.
¿Viste una oportunidad?
Sí, vi una oportunidad de desarrollar un sistema de distribución alternativa del cine. Porque La Matinée tenía un problema que lo siguen teniendo las películas en el Uruguay, y es la pantalla. Las salas de cine no le dan espacio al cine nacional, porque tienen todas las salas ocupadas para los estrenos de Hollywood, que son su negocio. Porque venden entradas, y las películas nacionales no. Entonces, ¿qué hacer con una película si la tenés pronta, la estrenás en salas y no vende entradas?
En su momento, pensé en hacer una gira con la película por todas las ciudades del mundo, donde existan uruguayos radicados y exiliados. Y el uruguayo tiene eso, extraña, y todo lo que venga de Uruguay va desesperado a verlo. Eso significó agarrar la película, ponerla debajo del brazo y hacer una gira durante 18 meses, recorriendo varias ciudades del mundo, entre ellas Sidney, Toronto, Montreal, México, Estocolmo, Gotemburgo, Copenhague, Madrid, Barcelona, Lisboa… Todos los lugares del mundo donde había un club de uruguayos, yo me contactaba para ver si les interesaban verla y se hacía una función para los socios. Se necesitaba vender 200 entradas, y con eso financiábamos el costo de la producción, el club ganaba un evento social, juntaba a su comunidad, y vendía con la cantina, rifas, etcétera. La idea cerraba por todos lados.
¿Y cuáles fueron los resultados?
La Matinée es una película que no fue estrenada en el cine, ya que no íbamos a vender entradas. Hicimos una Avant Premiere en el mundo. ¿El resultado? En 18 meses se vendieron casi 18 mil entradas en todo el mundo. ¡Una bestialidad! Y eso significó que la película no sólo pudo recabar lo invertido, sino también dejar ganancias.
Te arriesgaste porque estabas convencido que iba a funcionar.
Bueno, mi primera experiencia fue en Toronto, ya que yo todavía vivía allí y rápidamente pude activar los canales de difusión, convocando a mucha gente. La primera función fue en el Club Uruguay de esa ciudad, un éxito total, con 500 personas enloquecidas, aplaudiendo de pie y llorando rabiosos. Fue en ese momento cuando le dije a mi socio que ahí había una oportunidad. Renuncié a mi trabajo en Canadá y coordiné, a través de todos los cónsules honorarios del mundo, una función similar a la primera. Armé mi valija y empecé a viajar. Los uruguayos me recibían y me alojaban en sus casas. A través de mi presencia se generaba un evento y la película se proyectaba. Ese fue el puntapié inicial para que el cine uruguayo tuviera la oportunidad de ser exhibido.
¿Cuántos uruguayos hay desperdigados por el mundo?
Casi 1 millón. Hay muchos viviendo en Canadá, España, Estados Unidos, Australia, México, Portugal y Argentina.
La gira por el exterior disparó la idea de replicar el esquema en Uruguay.
Sí, dije: “Esto mismo lo tengo que hacer en nuestro país.” Y ahí es donde yo vengo a Uruguay, montamos Medio & Medio junto a mi socio Gonzalo, y comenzamos a pasar películas en el interior del país, ya que tienen una carencia cultural horrible, la diversión es sentarse a ver los autos en la ruta o dar una vuelta en la moto. Lamentablemente, la movida cultural en nuestro país está centrada en la capital. Lo primero que vimos es que había que comprar una pantalla, alquilamos una camioneta y salimos a hacer esto mismo que hice en el exterior. Así surgió Ecocinema. Con el objetivo de enseñar a ver cine nacional, cine que habitualmente no se consume.
¿Con qué objetivo comenzó la productora Medio & Medio?
En sus orígenes su foco de trabajo era la distribución itinerante del cine. Nuestras frases de cabecera son: “Democratizar el acceso de la cultura a través del cine” y “Difundir y potenciar el cine nacional.” ¿De qué manera? Salir a buscar productores uruguayos que tengan su película y no saben qué hacer con ella, porque los cines no se la quieren estrenar. Yo te pago un fee por cada producción, y gano al venderla a empresas privadas, públicas o estatales que me compran publicidad, porque entienden que estamos haciendo algo para la comunidad, y eso se relaciona con sus áreas de responsabilidad social.
Así es como Medio & Medio empezó a trabajar, compramos películas y salimos a exhibirlas, nos transformamos en “exhibidores itinerantes”. Después de pasar tres años intensos, recorriendo el Uruguay de punta a punta varias veces, en el 2011 decidimos generar nuestro propio contenido. Me dije: “Si soy el dueño del circo, en vez de alquilar animales, vamos a comprarlos.” Así fue que Medio & Medio se convirtió en una productora de desarrollo.
¿Y cuál fue la película inaugural de este nuevo período?
El último Carnaval, en el 2011. Es una película documental sobre el fenómeno social del carnaval de La Pedrera, mi ópera prima. Cuando le dije a mi socio que me tenía fe para dirigirla, abrió los ojos y me dijo: “¡¿Lo qué?!”, pero me apoyó. Es que era algo que yo no había hecho nunca. Con esa película hicimos la primera gira de nuestra plataforma itinerante de cine, durante tres meses, por todo el país.
Luego de ser productor, ¿cómo te sentiste en ese nuevo papel de “director”?
Me fasciné y aprendí de gente que sabe mucho, como Pablo Banchero, Santiago Carámbula, gente del palo audiovisual. Yo soy mucho de prueba, error y corrección, me gusta el campo de batalla, así es como aprendo y estoy abierto a las críticas para crecer.
Fede, ¿vos ibas a las giras?
A todas las funciones, durante los tres primeros años no me perdí una sola de ellas. Me recorrí todo el país, desde Bella Unión hasta Carmelo, pasando por Aiguá, con mi equipo, la camioneta y la pantalla. Armando la pantalla, presentando mi película y charlando con la gente, que es lo más maravilloso que tiene mi trabajo… Y es lo intangible. Es poder estar en un pueblo de catorce personas, literalmente, y llevarles una pantalla de cine donde seguramente trece de ellas no hayan visto cine nunca. Me pasó que vienen abuelos, padres, que me abrazan al final de la función y me dicen que sus hijos nunca habían visto cine o que hacía 30 años que no lo hacían. Por eso me costó tanto dejar de hacer giras, no solamente por conocer mi país, sino por llevar a la gente un pedazo de lo que nosotros consideramos tan cotidiano.
¿Cuánto dura cada gira por el interior?
Sería como “la permanencia dentro de la itinerancia”. Porque si fuiste una vez y no volviste más… Tenés que volver para ver en qué impactaste. Y si bien no lo podemos hacer tantas veces como quisiéramos, sí es una obligación repetir pueblos y lugares. Hay que volver a la gente.
Contás todo lo que hiciste como algo súper natural, cuando mucha gente, en tu lugar, se hubiese paralizado del miedo. Es un valor agregado que tenés, ¿sos consciente de ello?
Me pasaba de que a veces me tomaba un avión sin saber a ciencia cierta qué me iba a deparar el destino; otras veces, de llegar a algún aeropuerto y que nadie me estuviera esperando, o que la institución de ese país no era tan seria como lo esperaba, entonces dormía en un lugar más o menos. Pero miedo… Nunca.
El año que viene Medio & Medio cumpliría diez años. Mucho agua bajo el puente.
Medio& amp; Medio estará arrancando el décimo año de giras consecutivas ininterrumpidas por todo el país, con más de 3 mil funciones en forma gratuita. Estamos trabajando simultáneamente con siete películas documentales que serán estrenadas entre el 2017 y el 2018. Todas esas películas van a pasar todas por el circuito itinerante de Ecocinema.
Hoy Medio & Medio cuenta con cuatro unidades móviles que trabajan en paralelo. También, hemos aplicado nueva tecnología; las unidades de Ecocinema hoy funcionan con energía solar. Además, agregamos los talleres educativos, llegamos a los pueblos con nuestras camionetas que son laboratorios móviles; hablamos sobre el cuidado del medioambiente, la renovación de la matriz energética (eólica y solar), que entiendan el país que se viene. Son funciones nocturnas, pero durante el día estamos en las escuelas. Y funciona todo el año, invierno y verano; no discontinuamos nuestro trabajo por factores climáticos. Como base utilizamos teatros abandonados o centros culturales. Cuando baja el sol, la gente empieza a juntarse alrededor del cine. Las funciones son siempre gratuitas y los talleres de las escuelas también.
Tengo entendido que ampliaron horizontes.
Sí. Hoy con Ecocinema estamos ampliando nuestra área de trabajo en todo América Latina. Estamos operando en seis países de nuestro continente con la misma filosofía y espíritu de trabajo. Una vez al año hacemos intercambio y circulación de contenidos.
El concepto de Ecocinema, ¿ya existía en otras partes del mundo?
Sí, nosotros no inventamos nada. Detectamos una problemática que se estaba dando de la mano a los cambios de la industria cinematográfica en el mundo, y también con la forma que tiene la gente de ver y consumir el cine. Las salas de cine se están concentrando en espacios (centros comerciales), o sea, el esquema del cine de barrio desapareció, y las entradas de cine encarecieron. Hay estudios que dicen que cada diez personas en el Uruguay, sólo tres tienen la posibilidad de ir al cine; por eso entendimos que en esas siete personas restantes había un problema al cual atacar. Así fue que desarrollamos este sistema de distribución, que no lo inventamos, lo que hicimos fue trabajarlo y profesionalizarlo; incorporamos pantallas inflables, tecnología de punta para darle a la gente la calidad similar a la que reciben en una sala de cine comercial. No perder la magia que tiene el cine por más que esté al aire libre. Hubo una apuesta de generar este proyecto de manera permanente.
Hoy la gente ya no va a la sala de cine, se queda en su casa viendo Netflix, entonces llevemos el cine a la gente. Invitemos a salir a ese público que antes tenía esas instancias de convivencia social y que las ha perdido por la tecnología, por la inseguridad, por los costos. Pongamos una pantalla en la plaza, pongamos música y a disfrutar. En cuanto a costos, no pagan la entrada; en cuanto a inseguridad, estás invitando a que la gente se reúna y se aleje de la delincuencia; y en cuanto a la tecnología, le estamos llevando el cine a su casa.
Con todas las películas que tienen en proceso, ¿te contactás con el miedo al éxito o al fracaso?
Mi mayor miedo es quedarme en un lugar donde sienta que no intenté lo que vine a hacer. Después, si funciona o no, el fracaso es doloroso, pero también te genera una enseñanza para toda la vida. Nunca le tuve miedo al éxito o al fracaso; aprendí más de los fracasos que del éxito.
¿Qué es lo que más te motiva laboralmente?
Los desafíos.
¿Qué te deja todo esto?
Ver la realidad de mi país. Trabajar en la descentralización de la cultura, que tu trabajo sea visto por la mayor cantidad de gente, quedar conforme con tu trabajo. Y si una película que tú hacés genera un mínimo cambio, ya vale la pena; como me pasó con el documental 12 horas 2 minutos, cuyo tema es el trasplante de órganos, que la gente me enviaba mensajes llorando, y decía que no creía en la donación hasta que lo vio. O gente que vio Gonchi: la película, que no lo conocía hasta que vio el documental, y sus valores sirvieron de inspiración. Esos son los motivos que me llevan a esforzarme cada vez más e intentar sacar lo mejor de la historia. Para mí es todo una responsabilidad. Ecocinema es el proyecto que más cariño le tengo, es como el hijo predilecto, más allá de que cada película tiene un lugar en mi corazón.
(La Citadina)
(La Citadina)
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