domingo

LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN (12) - CARLOS CASTANEDA -


II (4)

Sábado, 5 de agosto, 1961.

Más tarde, aquella mañana después del desayuno, el dueño de casa, don Juan y yo regresamos a donde vivía don Juan. Yo estaba muy cansado, pero no pude dormirme en la camioneta. Sólo después de que el hombre se marchó, me quedé dormido, en el zaguán de la casa de don Juan.

Cuando desperté era de noche y don Juan me había tapado con una cobija. Lo busqué, pero no estaba en la casa. Regresó más tarde con una olla de frijoles refritos y un montón de tortillas. Yo tenía mucha hambre.

Después de comer, mientras descansábamos, me pidió narrarle cuanto me hubiera ocurrido la noche anterior. Relaté mis experiencias en gran detalle y con la mayor exactitud posible. Cuando terminé, él asintió y dijo:

-Creo que andas muy bien. Se me dificulta explicarte ahora cómo y por qué. Pero creo que te fue bien. Verás, a veces él es juguetón como un niño; otras veces es terrible, espantoso. O hace travesuras o es muy serio. No se puede saber de antemano cómo va a ser con otra persona. Pero cuando lo conoce bien… a veces. Tú anoche jugaste con él. Eres la única persona que conozco que ha tenido un encuentro así.

-¿En qué forma difiere mi experiencia de la de los otros?

-Tú no eres indio; por eso se me dificulta aclarar qué es qué. Pero él o toma a las gentes o las rechaza, sin importarles que sean indias o no. Eso lo sé. Lo he visto por docenas. También sé que travesea, hace reír a algunos, pero jamás lo he visto con nadie.

-¿Puede usted decirme ahora, don Juan, cómo protege el peyote…?

No me dejó terminar. Me tocó vigorosamente el hombro.

-No lo nombres nunca así. Todavía no has visto lo bastante para conocerlo.

-¿Cómo protege Mescalito a la gente?

-Aconseja. Responde cualquier cosa que le preguntes.

-¿Entonces Mescalito es real? Digo, ¿es algo que puede verse?

Pareció desconcertado por mi pregunta. Me miró con una especie de expresión vacía.

-Lo que quise decir es que Mescalito…

-Oí lo que dijiste. ¿Qué no lo viste anoche?

Quise decirle que sólo había visto un perro, pero noté su mirada de extrañeza.

-¿Entonces cree usted que lo que vi anoche era él?

Me miró con desprecio. Chasqueó la lengua, sacudió la cabeza como si no pudiera creerlo, y en tono muy belicoso añadió:

-¿A poco crees que era tu… mamá?

Hizo una pausa antes de decir “mamá” porque lo que iba a decir era “tu chingada madre”. La palabra “mamá” resultó tan incongruente que ambos reímos largo tiempo.

Luego me di cuenta de que se había quedado dormido sin responder a mi pregunta.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+