domingo

TIEMPOS POSMODERNOS (8) - RICARDO AROCENA


Apuntes sobre la soledad, la comunicación, la incomunicación, la modernidad, la posmodernidad, la sociedad de la información, la penetración cultural y el imperialismo

“Qué tiempos serán los que vivimos,
que hay que defender lo obvio”.
Bertolt Brecht


WHISKY

En tiempos de la Patria Vieja ya había una imprenta por estas tierras. En 1863, Santiago Fabini, hermano del músico y dueño de La Razón y el Telégrafo, funda el diario El Siglo, que contó con la primera imprenta a vapor del Uruguay, que era capaz de editar hasta 2000 ejemplares por día. Escribieron en él con un enfoque principista y liberal José Pedro Ramírez, Elbio Fernández, Fermín Ferreira, Carlos María Ramírez, Julio Herrera y Obes, Juan Andrés Ramírez y Pablo de María. Aquel medio se definía como defensor “del derecho individual agredido por el poder” y a favor de la libertad en el orden y del orden en la ley.

Pero el pionero del periodismo moderno fue José Batlle y Ordóñez, quien impulsa su ideario a través del diario El Día, que fundado en 1886, reaparece en 1889 y era vendido en la calle “a vintén”. A lo largo de su existencia, fue una herramienta político partidaria de primer orden, con una incidencia decisiva en la sociedad, aunque también una empresa poderosa, autosustentable y lucrativa. Con los años sus definiciones irán mutando con respecto a las sostenidas por el batllismo tradicional, hasta que desaparece en la última década del siglo XX.

En 1914 surge El Plata y en 1818 El País, que introduce innovaciones en materia gráfica, con mayores titulares y mayor cantidad de ilustraciones. Fue fundado y dirigido por Leonel Aguirre, Eduardo Rodríguez Larreta y Washington Beltrán y estuvo formalmente comprometido con el directorio del Partido Nacional. La radiotelefonía comenzó con Radio Carve el 12/ X/ 1928 y la primera emisora del Estado, CX6 Sodre, lo hizo en 1931; en tanto el primer canal de televisión, Saeta, comenzó a funcionar el 7/ XII/ 1956; Montecarlo, Canal 4, el 23/ 4/ 1961 y Teledoce, el 2/V/ 1962. El Canal 5, por su parte, realizó su primera emisión el 19/ VI/ 1963

Mientras el país se institucionalizaba, los dueños de las riquezas consolidaban su dominio sobre la información construyendo “aparatos ideológicos”. El primer canal de televisión en Montevideo fue otorgado a quienes ya poseían Radio Carve, es decir a las familias Fontaina y De Feo, que mantienen hoy en día representantes en ANDEBU. El Canal 12, por su parte, fue destinado por el poder político a las familias Scheck y Aguirre, vinculadas al Partido Nacional, que también forman parte de la directiva del Semanario Búsqueda, medio totalmente consustanciado con la ultraconservadora Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

Los grandes propietarios mencionados, a través de EQUITAL, monopolizaron la televisión por cable hasta que irrumpió el grupo argentino Cablevisión, relacionado con el diario Clarín, que profundizó la extranjerización de la comunicación. Este fenómeno ha ido creciendo, por ejemplo, grupos económicos controlan gran parte de las radios AM y FM, por otro lado, un rápido zapping por los canales uruguayos permite constatar que en el siglo XXI continúan basando su información internacional, además de en la CNN, en las agencias internacionales extranjeras de siempre.

La oferta de la televisión privada uruguaya no deja de ser lastimosa: uniformes informativos de noticias fuera contexto a los cuales escapa lo esencial de la realidad nacional, gruesos desequilibrios temáticos según los cuales se prioriza lo deportivo y lo policial, programas livianos de entretenimiento que “al descuido” no dejan de sembrar opinión, melodramáticas novelas de lejanas culturas, periodísticos sesgados o livianos, repetidos policiales norteamericanos, etc. La TV cable no mejora la situación; en conjunto lo que proponen es mediocre, sombrío, de escaso nivel cultural y fomenta la alienación.

La prensa escrita parecería estar en retirada ante el avance de las nuevas tecnologías, pero además de varios semanarios, subsisten algunos medios de escaso tiraje como El Observador, que cuenta con el apoyo del poderoso Opus Dei y La República, que ante la crisis debió buscar refugio en un grupo financiero de Santiago del Estero. Sin embargo algunas propuestas periodísticas independientes han venido ocupando un espacio, como es el caso de La Diaria, que se reparte por suscripción.

En el Uruguay durante muchos años solamente hemos podido acceder en materia cinematográfica a menos del diez por ciento de lo que se produce en el planeta. Ojalá que en el futuro el cine nacional pudiera cambiar el escenario, pero apenas recibimos la producción cinematográfica de las majors, es decir de las principales compañías productoras de películas del mundo y unas pocas películas europeas, también distribuidas por la gran industria transnacional.

En otras palabras, por mucho tiempo, solamente fueron estrenados filmes distribuidos por Hollywood y no mucho más. Esas producciones por lo general fueron de "mero entretenimiento", con películas más o menos iguales unas a otras y carentes de cualquier contenido artístico y cultural. Gran parte del cine mundial sigue siendo desconocido por el espectador de estas latitudes, con todo lo que eso significa para la cultura de nuestro país y la formación de su gente.

Hace un par de años, el periodista Fabián Werner, director del sitio web “Sudestada” denunciaba las amenazas a la libertad de información en Uruguay: "La gente no se entera cuando hay un juicio a otro periodista. La ciudadanía no se entera y sin embargo tiene una consecuencia directa sobre la calidad de la información que se le da a la gente, porque lo más común es que el periodista se ve obligado a dejar de informar sobre ese asunto»

En el Uruguay ha habido casos de intromisión judicial, presiones políticas, periodistas que fueron casi que obligados a revelar sus fuentes de información, cuando existe legislación que garantiza el anonimato, censura, denuncias, despidos, etc., pero por lo general los colegas de los grandes medios no informan de los atropellos del poder político, económico o mediático contra sus pares.

Una serie de reformas han mejorado la normativa legal en materia de libertad de expresión, como por ejemplo la despenalización de los denominados delitos de comunicación, la ley de radiodifusión comunitaria, la ley de acceso a la información pública y más recientemente la ley de servicios de comunicación audiovisual.

Con respecto a este tema, la Coalición por una Comunicación Democrática (CCD) -que nuclea a organizaciones sociales, sindicales y académicas- y la Asociación de Productores y Realizadores de Cine de Uruguay (Asoprod) han venido solicitando la reglamentación de la Ley, algunos de cuyos artículos fueron declarados inconstitucionales por la Suprema Corte de Justicia.

Las organizaciones reclaman a los poderes públicos que apliquen los artículos que no han sido cuestionados. “Ha sido declarada constitucional la creación y competencias del Consejo de Comunicación Audiovisual, órgano responsable de la aplicación de la ley, como así también parte de los artículos referidos a la exigencia de mínimos de producción audiovisual nacional; los artículos referidos a la protección de niños, niñas y adolescentes y las reglas de ‘must carry’ para los servicios de televisión abierta. Hasta ahora, en una ley de 200 artículos y cuando la Corte se ha expedido en dos sentencias que cuestionaban cerca de 30, sólo han sido declarados inconstitucionales dos de ellos y tres incisos”, señalaron.

Los adelantos tecnológicos, que mejoraron calidades y abarataron costos, también permitieron la aparición de un número importante de medios de prensa barriales y radios comunitarias y facilitaron el desarrollo de órganos sectoriales, de asociaciones profesionales, de cooperativas, de sindicatos, de grupos de presión, etc.  Últimamente nuevas propuestas virtuales han emergido con enorme aceptación por parte del público, como por ejemplo elMontevideano Laboratorio de Artes, entre otras; también ha crecido, impulsada por los propios involucrados, la producción informativa, literaria, musical o fílmica independiente. Sin embargo el Estado parece desconocer los nuevos fenómenos y continúa favoreciendo a los consagrados de siempre.

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