domingo

LOS RECOVECOS DE MANUEL MIGUEL (33) - Desbocada reinvención de la vida de Manuel Espínola Gómez



Hugo Giovanetti Viola

Primera edición: Caracol al Galope, 1999.
Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes, 2016.

OCTAVA PUERTA: SIGLOS AROMÁTICOS (4)

La luz artificial de la chambre 22 permanece prendida, aunque ya doblegada por el amanecer. Abel entra componiendo un legítimo Caballero de la Triste Figura, deposita el estuche de la guitarra en el suelo y se sienta a ojear un libro que estaba abierto sobre su cama. Después sacude la cabeza con serena tristeza y se pone el piyama y se acuesta a fumar un Peter Stuyvesant.


Ray De Deus llegó casi enseguida.

-Qué lindo está París para caminar de noche -dijo sin atreverse a mirar a la víctima.

La víctima se atrevió a mirar los ojos asesinos brillando a media máquina, y en ese momento el destellador propagó una marea de azules toledanos y Abel aplastó el cigarrillo y fue compactamente emponchado por el sueño.

-Qué lindo está París -repitió el riverense tirado boca arriba en su cama, aunque sin desvestirse. -Me cagaste la vida, votija. ¿Cómo se te ocurrió que me podías salvar, invécil? ¿Cómo se te ocurrió que podía ser tu hermano del alma? Amor mío.

Y torció una mirada relampagueante hacia la cama donde el otro ya roncaba y repitió:

-Amor mío.

Entonces pegó un salto y avanzó por el piso desparejo (y regado de puchos aserrín ropa sucia y cadáveres de cucarachas) hasta el rincón del piano.



-Cuidado -digo. -Si encuentra una cruz negra de oro macizo que hay escondida adentro del piano le parte la cabeza. Cuidado, por favor.

-Me parece que este sobremundo no alcanza para frenarlo -se le hinchan los tendones del cuello a Manolo.

-Dios -jadea el detective.

Y de golpe escuchamos un Andante silbado dulcemente y cuando nos damos vuelta vemos a Mozart-niño soplando en dirección a la carnalidad floral de Ojos de Plata.


Después la melodía se filtró en la bohardilla-sepulcro diciendo:

-No podrá el horror / hundir la piel del cielo / porque habrá un mar / bajo tu vuelo / hoy soy / hoy voy / hoy sé quién soy / y hoy doy mi fe / y hoy sé / que nos sabrá la belleza dolernos / porque nunca podrá el sol del agua clara / morir.

Entonces Ojos de Plata empezó a caminar por encima del vuelo del Andante (ya casi trasmutado en Adagio) del Convierto Nº 21 para piano y orquesta y penetró en la chambre 22 fosforeciendo transparentemente. Y el niño remató la ilación del Gran Tiempo como si sentenciara:

-No podrá el dolor / hundir la piel del alma / porque habrá un pez / bajo tu calma / hoy soy / hoy voy / hoy sé / quién soy / y hoy doy mi fe / y hoy sé / que no sabrá la tristeza vencernos / porque nunca podrá el sol del hombre nuevo / morir.

Y cuando cuajó un silencio polvoriento bajo la floración de la silueta transfigurada en ORO Ray De Deus tiritó, se fregó la melena blanquirroja y volvió a su cama sin llegar a entreabrir el piano.



-¿Y qué guardaría ahí adentro ese sabandija? -me pregunta Manolo después que Ojos de Plata vuelve a la chambre 23 haciendo equilibrismo de espaldas como si tal cosa.

-Y yo qué sé.

-Los pobres novelistas son igual que las vírgenes -me defiende B.T. -Se imaginan lo que pueden, nomás.

Isabelino Pena larga una carcajada y empina la botella de rosado ojicerradamente.

-Lo que Nannerl esconde adentro del piano es el traje de novia que le robó a mi abuela -dice Amadé, con la gestualidad que acompaña a una ocurrencia chistosa.

Pero nadie se ríe.

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