domingo

LOS RECOVECOS DE MANUEL MIGUEL (29) - Desbocada reinvención de la vida de Manuel Espínola Gómez



Hugo Giovanetti Viola

Primera edición: Caracol al Galope, 1999.
Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes, 2016.


SÉPTIMA PUERTA: HOMBRE AL SESGO (4)

Mientras cruzamos la cancha ya desierta del 13 me entero que el papalote está refaccionando un aljibe en el chalé veraniego de un primo de Tomatito que se llama D’Artagnan. Me río del nombre del botija.

-¿Pero ustedes están en conocimiento de que los tres mosqueteros eran cuatro? -mariposea Tomatito.

-Yo lo único que sé es que vos un irresponsable que no tenés Goyete -casi grita Manolo. -¿Cómo le vas a decir al Papalote que yo dibujo almas? ¿Cómo me vas a comprometer a dibujar “el alma” de una gurisa? Mirá: Váyanse todos a la putísima madre que los parió.

Entonces el pelirrojo toma un trago muy largo de vineta y se pone en cuatro patas y jadea:

-Tené paciencia, hermanito. Te lo pide tu amigo perro.

Nos miramos con Manolo, y él levanta un rostro herido hacia las primeras estrellas y resopla:

-Bueno, vamos. Pero parate de una vez, carajo. Mirá si todavía la vineta te hace vernos pámpanos en la cabeza y terminás a manotazo limpio.


El chalé de la familia de D’Artagnan estaba deshabitado, pero la humareda inmóvil que emergía del aljibe lamía su oscuridad como un amanecer. Tomatito arrancó una rosa de la pérgola y se adelantó a depositarla en los dientes del Lobo, que apenas había abierto un ojo sin llegar ni a gruñir.

-YEMANJÁ DEL MAR DULCE -anunció a modo de contraseña, acodándose sobre el brocal plateado por el humo.


Inmediatamente asoma una escalera y bajamos tosiendo al gigantesco aljibe cuadrangular donde trabaja y duerme el Papalote. Yo me siento despeñado en una aventura más enervante que las de Sandokan.

-Bienvenidas, milicias -nos saluda el negro, y amontona una bolsas de arpillera para que nos acomodemos sobre el suelo de porlan.

-UUUU-UUUUH!!!! -prueba el eco Manolo, recuperando desorbitadamente el buen humor.


Pero el negro y Tomatito se miraron sin pestañear por encima de la fogata que culebreaba en la cavidad central y el pelirrojo dijo:

-Tarea cumplida, jefe. Yemanjá del Mar Dulce salió a escuchar la serenata y mi amigo la retrató.

-Mire: usted no le haga caso a este degenerado -se defendió Manolo, aunque dejó que Tomatito le sacara el block de las manos y se lo alcanzara al Papalote.

-Ma-macita -silabeó el negro después de observar el retrato, y manoteó una rosa que brillaba en el suelo junto a su panamá.


-¿Pero por qué le dicen Yemanjá si se llama Clota? -se anima a preguntar Manolo. Y me explica en secreto: -Iba a la escuela con nosotros, hasta el año pasado. Ahora vive encerrada con las Pito de Oro.


Entonces el Papalote levantó el grafito de la infanta en dirección a la pared recién revocada que quedaba a su izquierda y vimos proyectarse una figura de granulosidad reverberante como las del cine en tecnicolor: era una especie de elefanta marina con cabeza y con tetas de mujer (y la misma mirada giocondesca surgida del rancho-queco tras el vuelo del Papalote) que observó a Manolito y explicó agudamente:

-Yo soy todas las guazú-virá chumbeadas, rapaz. Soy la madre de este putísimo mundo y la diosa del agua embarrada. ¿Comprendiste? Y el negrazo me sacó el cuore a flote y vos lo dibujaste como Exá manda. Por eso estoy aquí, en el pozo del gascón camorrero. Para servirlos, che.

Nos miramos entre todos, y el Papalote usó la rosa como pañuelo para aplastar los lagrimones que le rayaban la cara caballuna.

-¿Precisan poner a prueba a alguien? -insistió Yemanjá. -Pidan nomás, que hay banca.

Volvimos a mirarnos con Tomatito, pero Manolo conservó el asombro clavado en el resplandor puntillista de la pared. Y de golpe se arrancó la boina y desembuchó:

-Yo quiero poner a prueba a mi viejo, qué joder.



-Cerrá los ojos -ordenó la diosa. -Y soñá lo que precises para picanearlo. Pero tiene que ser esta noche o nunca más: aunque puede ser en cualquier época de la vida del viejo. ¿Entendiste?

Y le tiró un beso al negro y anunció:

-Tengo que volver al Tasende, mi héroe. Usted siga escarbando donde duele y no pierda la fe. Se pellen los que se pellen.

El Papalote sonrió arcoíricamente y le entregó el block a Tomatito. Cuando Manolo abrió los ojos Yemanjá ya había desaparecido.


Ahora estamos sentados entre el aliento a rosas que flota bajo la pérgola, y el General (que apenas cayó de visita dobló prolijamente un diario antes de acomodarse sobre el tablón polvoriento sostenido con ladrillos) le alcanza una botella de brebaje al negro. Tomatito hace circular su frasco de vineta pero Manolo lo rechaza gruñendo:

-Yo no estoy pa festejos.

-Yo festejo la pasión / que no se cae del olvido -brinda entonces el negro, con añejada prestancia payadoril. -Y antes que tu pelo herido / prefiero ser tu canción.


Entonces Manolito se levantó de un salto y quedó recortado sobre el amanecer lunar que doraba la sierra.

-Eso, General -dijo, como si fuera un Hamlet de Orihuela a punto de desamordazar la pureza de un cráneo. -A vos no te duraron mucho los bigotes con los que te casaste. (Aunque te duraron, sí.) Pero yo no voy a obedecer las órdenes de ninguna madre postiza que te guste.

Dijo. Y salió corriendo sin que nadie se animara a seguirlo.


-Cristo -resopla el General al rato, prendiendo una tagarnina. -Qué difícil es todo, la puta madre que me parió.

-Pero lo más difícil de todo es el amor -sentencia el Papalote, con pausada tristeza.

Y yo le acepto un trago de vineta a Tomatito y me parece ver a mi padre fumando sin hablar y espejando un mensaje del Mar Dulcea través de la oquedad de la Lucha: En el principio flota y fosforece / como un humeante traje de carne desplegándose / sobre dos esqueletos apagados. / Después pasa la vida. / Y en la red de cloacales trincheras ciudadanas / quedan algunos huesos -solitarios o no- / luminosos y fieles / remontando la noche.


De golpe el lobo empezó a aullar rabiosamente hacia la luna que recién terminaba de asomarse sobre el pinar de los Fabini. Porque no era una luna. Era un rostro de mujer con facciones hermosas y una especie de almíbar moribundo resplandeciéndole entre las arrugas: el llanto parecía recién surgido de la Fonte, pero la rocosidad del cráneo era monstruosa.

-VADE RETRO, PELUCA DE MEDUSA!!!! -se sumó Tomatito a los ladridos del perrazo-escudero.

Y el general debe haber comprendido ipso facto que ya no le valdría la pena casarse con Celina (una de las mujeronas que vimos en lo de Rosa) porque además no había derecho a refregarle el hocico con las privaciones acostumbradas.

-Yo me voy a timbear un rato al club -dijo.

Y tiró con violencia el resto de la targanina.

-Pero déjame la botella que tengo que brindar por una guazú-virá que reflotamos a medias con tu hijo -mostró su dentadura intacta el Papalote.

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