jueves

FELIZ - JUAN DE MARSILIO


primera edición WEB / elMontevideano Laboratorio de Artes / 2017

JUAN DE MARSILIO (Montevideo, 1963) es docente de literatura, periodista cultural y poeta. Ha publicado los siguientes poemarios: Alondras, lobizones, elefantes (Montevideo, Signos, 1990), La casa y su habitante (Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1991), La sed y el agua extraña (Toluca, La tinta del alcatraz, 1995), Pavana para un dinosaurio difunto (Montevideo, los libros del chancho con alas, 2005), Futuro (Montevideo, los libros del chancho con alas, 2006), 48 (Montevideo, los libros del chancho con alas, 2007), Algunos otros poemas políticos (Montevideo, los libros del chancho con alas, 2009), las palabras esas (trece panfletos provisorios y un poema de infancia (Montevideo, los libros del chancho con alas, 2012) y Jazmín del país / episodios nacionales y peñaroles (Montevideo, Ediciones del Mirador, 2015).

                                                                   
FELIZ (I)

        a mi esposa

Kyrie

Por nuestras vidas de shopping y clase media,
Señor,
ten piedad de nosotros.

Por los hermanos que comen de nuestra basura,
Cristo,
ten piedad de nosotros.

Porque admiramos a los millonarios,
Señor,
ten piedad de nosotros.

(Pero si nos partieses con tus rayos
estarías en todo tu derecho.)


Feliz

He
aquí
lo que no logro
-aunque dicen algunos que debería-
considerar
mi culpa:
soy
feliz.
A pesar de mi prójimo
humillado y hambriento,
soy
empecinadamente
feliz.
A pesar
de las muchas muchachas feúchas,
esas de las de novio
por milagro grandísimo y a veces ni así,
en este mundo lleno de vedettes y top models,
soy,
con terquedad acaso
digna de mejor causa
feliz.
A pesar de los niños nacidos
para el abuso,
o sí,
defiendo,
con uñas y dientes y palos y piedras y todo lo que tenga al alcance
de mi mano feliz
mi felicidad
(y en lo que puedo,
la de mis hermanos).
A pesar
de los muchísimos imbéciles
que se creen felices
porque ignoran
(a veces a sabiendas)
toda la mierda de este puerco mundo,
soy,
contra viento, marea y lugares comunes,
feliz.
A pesar de los cínicos
que empiezan diciendo
que cómo apreciaríamos
la luz
si no fuese por mérito de la sombra
y terminan, al rato, afirmando
que no se hacen tortillas sin romper huevos
y que siempre hubo tristes y sufrientes
porque el mundo es así,
soy
feliz con lucidez,
melancólicamente
feliz,
en este mundo nuestro
que insisto en ver hermoso,
por mucho que el Diablo lo traiga a las patadas
y otro poco nosotros.


Nosotros y la palma de Su mano

"que Dios te lleve en la palma de su mano"
(de una antigua bendición irlandesa que algunos atribuyen a San Patricio)

Es tranquila y soleada
y de seguro anchísima
la palma
de la mano de Dios,
a estar por el hecho indudable
de que todos andamos en ella
toda nuestra vida
(aunque en nuestra pasmosa terquedad
los más de nosotros
lo más de nuestro tiempo
nos las ingeniamos
para no darnos ni cuenta
e ir por la palma de la mano de Dios
como si anduviésemos de recorrida
por el más sórdido de los prostíbulos
del mismísimo infierno).


Teorema de la muerte de los solitarios

Los solitarios no mueren
porque nadie
-salvo una vez los Beatles,
en aquella canción-
los percibe,
los echa luego en falta...
Salvo Dios,
quien como todo el mundo sabe,
es Dios de vivos y no de muertos,
por lo que procede ipso facto
a resucitarlos
y llevarlos consigo,
que era lo que queríamos demostrar.


Encuentros casuales

He aquí
que de golpe me acabo de topar con Dios,
en mis calles, las de ir al laburo,
y tenía la cara
de un prójimo intrascendente y más bien desaseado
con el que me cruzo de lunes a viernes
desde hace dos décadas.

Es curioso:
recuerdo alguna vez,
perdida entre los días de los años,
haber creído percibir en ese
rostro tan anodino
al mismísimo Diablo.


La tibieza del sol

Hay mucho más que andar rumbo al silencio
y aturdirse con ruido mientras tanto.
Hay muchas más opciones
que estupidez o espanto.
Uno viaja sumando decepciones
-esto es verdad, imbécil quien lo niegue-
pero día por día
sigue siendo posible la tibieza del sol
y pasearse pensando que hay un sitio
donde toda tristeza se consuela,
donde al fin se comprende,
donde se halla el sentido de este horror en que andamos
y luego al fin se olvidan cicatrices y tajos
-que no hallan sitio en la conversación
del dulce rato eterno con los muertos queridos.


Invernales

Hay gentes
que nacen y deben vivir desde el mismo principio su vida en invierno.

Aprenden a amarlo
-aunque no lo aprendan pronto
ni nunca deje de dolerles.

Si alguna vez les toca primavera,
saben que será breve y la disfrutan
de un modo melancólico y sereno.

Los bendiga el buen Dios con sol eterno.


Humo

Breves dibujos del humo en el viento.
Los restos del hogar se elevan leves
hasta que se diluyen en el cielo de invierno
(nadie, fuera de Dios, sabe seguro
si este paisaje es algo más que un sueño).
Contempla este poema un caminante
que se detiene apenas un momento
en el que casi llega a comprender
lo fugaz y lo eterno.
Vuelve a su andar el hombre
-algo lo espera lejos-
y el sol por sobre el gris sigue su marcha
de siempre hacia la noche y el silencio.

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