jueves

LA MIRADA DE OLGA PIERRI (1914 / 2016) - 4ta entrega


TRIBUTO A LA MARIPOSA MONARCA DE LA GUITARRA URUGUAYA

Hugo Giovanetti Viola
                                                                                                                                                         
este libro está dedicado a Ignacio Giovanetti
que sabe distinguir entre el respeto musical
y la valoración de la verdad profunda

El que tenga oídos para amar, que aplauda.
El que tenga oídos para aplaudir, que mienta.
LOGION APÓCRIFO

La vuelta a las artes antiguas es una prueba de que hubo un salto en el proceso de la técnica y que el espíritu retrocede y trata de reincorporarse al ritmo natural y continuado de la creación.
CÉSAR VALLEJO

Es terrible
Pero
Cada día
Son más claros
Los intereses
Más oscuros
EFRAÍN HUERTA


16 / PERSEGUIDOR

Reproduzco un fragmento del retrato que le dediqué a Álvaro Pierri en una sección de elMontevideano Laboratorio de Artes que titulamos Los Capitanes del Vuelo:

Una vez tocamos con Los Hammers en un baile organizado por un grupo de viaje y dos chiquilines se agarraron a piñazos para acompañarnos con una pandereta. Y después uno de ellos nos pidió la guitarra Kawai para tocar con la bandita de la clase y mientras punteaba y cantaba “Run for your life” con la polenta de Lennon y Harrison juntos nosotros comentábamos: “Ese pendejo de lentes es un monstruo, carajo”.

Tenía 16 años y era Álvaro Pierri, el mayor guitarrista clásico de la historia.

Cuando empecé a ir a lo de Olga nos hicimos amigos enseguida y yo no me perdía ningún concierto y me hacía sudar como loco, porque Álvaro todavía estudiaba poquísimo y pifiaba y una vez que se paró en la mitad de una obra en el Millington Drake se agarró una bronca tan grande y siguió tocando con tanto vuelo que yo allí me di cuenta de que era un “perseguidor del absoluto”, para hablarlo en Cortázar.

Y entre mediados del 72 y abril del 73, cuando viajé al “axis mundi” donde Notre Dame y Satanás se pelearon por mi alma, yo ya estaba divorciándome y nos veíamos mucho, porque Olga no hacía problemas para que “farreara” conmigo. La madre de Álvaro tenía gravísimos altibajos de salud mental que lo desesperaban y las “farras” eran, aparte de ir a alguna reunión donde él siempre acaparaba a las chiquilinas, hermanarnos en las depresiones y soñar con el precioso problema del futuro.

Y a fines del 74 viajó un mes a París junto con Abel Carlevaro a dar un concierto televisivo y grabar para la ORTF, y lo primero que hizo fue borrarse del hotel y venirse al apartamento que nos prestaba el hermano de otro pasaplatos reventado.

No estudió un solo día. El concierto se suspendió por una huelga y la tarde que grabó en la gran torre vidriada conmigo adentro del estudio se equivocó tanto en “El gran solo” que terminó diciéndole al sonidista que le mandaba la cinta desde Montevideo y dejó que Carlevaro, a esta altura ya pálidamente sonriente, trabajara tranquilo.

Y esa noche terminó pasando el plato con nosotros en “Le Bateau Ivre” y después tocó “Elogio de la danza” y el desconcertadísimo dueño del boliche, un marroquí que conocía a Yupanqui y cantaba y grababa unas milongas espantosas, nos invitó con un vino murmurando: “Tiene ritmo, el chiquillo”.



17 / PROVIDENCIA

A mediados de los 90 Olga se mudó definitivamente a un apartamento que alquiló en Joaquín Núñez y colgó encima del sofá donde daba las clases una reproducción de La maison jaune de Van Gogh que a mí siempre me impresionó mucho.

Mi querido Theo, le escribió Vincent a su hermano en 1888, cuando se instaló en la casita de dos plantas donde recibiría a Gauguin: Por fin estamos en el buen camino. Ciertamente, no importa estar sin hogar y vivir en los cafés, como un viajero, pero esto se ha vuelto insoportable para mí.

-Bueno -se le aterciopeló un día la sonrisa a la Monarca, viéndome tan enganchado con la contemplación de aquella esquina desproporcionadamente amarilla que se recortaba sobre un atardecer violáceo casi asustante. -Cuando yo falte, ese cuadro es para vos.

Recogidos aquí, pues, en esta inflamación de amor todos los apetitos y fuerzas del alma, explica San Juan de la Cruz en Noche oscura, su máximo tratado místico, estando ella herida y tocada según todos ellos, y apasionada, ¿cuáles podremos entender que serán los movimientos y digresiones de todas estas fuerzas y apetitos, viéndose inflamadas y heridas de fuerte amor y sin la posesión y satisfacción de él, en la oscuridad y duda?

En el momento de pintar La maison jaune Vincent tenía 34 años y acababa de encontrar en aquella luz de Arles que lo enamoró hasta la locura, el via crucis que desemboca inexorablemente en la unión con Dios.

¡Oh Noche que guiaste! / Oh noche amable más que el alborada! / Oh Noche que juntaste / Amado con amada / amada en el Amado transformada!

Anteayer colgué en el muro de Facebook una reflexión que me inspiró una canción escuchada el año pasado en la parroquia: Recién cuando comprendemos cómo nos ama inclaudicablemente la Providencia, estamos en condiciones de no vivir mendigando cualquier amor humillante.

Y ayer me llamó Luis Eduardo Miranda, el albacea de Olga, para pedirme que fuera a buscar el cuadro de Van Gogh porque ya estaban terminando de vaciar el apartamento.

Ella había insistido muchas veces en que no se olvidaran de entregármelo.

Y ahora voy a completar los 12 capítulos que le faltan a este trabajo con la llamarada de la Providencia llegándome arrolladoramente desde el reino de Arles.



18 / SALVAJE

Cuando Álvaro terminó el liceo Olga lo hizo inscribirse en la Facultad de Humanidades y Ciencias para que estudiara Musicología.

El Conservatorio Nacional de Música fundado en 1953 recién pasaría a depender de la Facultad (y ya con el nombre de Conservatorio Universitario) en 1974, y en aquel edificio aduanero de vetusta pomposidad novecentista el concertista cachorro pudo empezar a hacer sus estudios superiores dirigido por eminencias como Héctor Tosar, Hugo Balzo, Mauricio Maidanik y Alberto Soriano.

Y fue en aquella época que el arquetipo de la mujer salvaje radicalizó completamente a  la guitarrista madre (como a ella le gustaba autodefinirse) y empezaron los choques tragicómicos con el sobrijo ya condenado a la independización.

Clarissa Pinkola Estés señala que la mujer lobuna debe cuidar y alimentar a su diosa emergente, y que la pujanza desequilibrante de esa quintaesencia de la fuerza del alma (…) es un hecho psíquico incontrovertible (…) difícil e intensamente fructífero.

Olga siempre rechazó de plano el vanguardismo musical de principios del siglo XX (que en el terreno guitarrístico no rebasó el moderado margen de audacia rupturista de Rodrigo, Tansman o Villa-Lobos) y cuando empezó a enseñarme los Estudios sencillos de Brouwer me contó que un día escuchó desde el corredor que Álvaro estaba machacando una especie de aquelarre rítmico sin tonalidad ni melodía y corrió a preguntarle qué era ese mamarracho.

-Esto es un estudio genial de un cubano que rompe todo -pegó un salto el muchacho de elaborado look Lennon

-Eso es un mamarracho porque te lo dice Olga Pierri -se encrespó la Monarca. -No sé quién te lo habrá dado, pero ni se te vaya a ocurrir tocarlo en un concierto porque vas a pasar vergüenza.

-Claro que lo voy a tocar -la desafió envalentado por su flamante rango universitario el sobrijo. -Y este tipo es un genio porque te lo dice Álvaro Pierri.

-¿Y vos podrás creer que demoré como seis meses en darme cuenta de que Brouwer era extraordinario y no tuve más remedio que reconocérselo? -terminó el cuento Olga, con la fosforecencia aterciopelada por la diversión. -Y ahora me enamoré de Elogio de la danza y a cada rato le pido que la toque.



19 / ARTÍCULO

Ahora necesito reproducir los principales fragmentos de un artículo de Álvaro Pierri que apareció en octubre de 1971 en el Nº 4 de la revista cultural Universo, con el título de Que la música sea.

Pienso que aquí queda clarísimo cuál era la preocupación musical esencial de un concertista que a los 18 años ya estaba plenamente afirmado en una concepción estética que priorizaba la obtención de la gracia de profundidad como principal núcleo de tensión para después desarrollar el perfeccionamiento técnico imprescindible.

Y esa es la impronta específica del filum capitaneado por la impar Olga Pierri.

(…) Creemos que, en apariencia, todos estamos de completo acuerdo en que el arte musical lleva implícito otro: el arte expresivo. O sea, que siendo la música un elemento de comunicación (relación) espiritual, no debe ser concebida como un mero sistema, como una exclusiva construcción cerebral. A primera vista, sería obvio señalar que el compositor no compone técnica, sino que la usa como un medio para concretar un sentimiento. / Sin embargo, esto parece haber sido totalmente desconocido por algunos destacados intérpretes nacionales, para los cuales la inspiración se limita sólo a ver y a disfrutar una feliz combinación de signos, estructuras, sistemas, etc., no participando de la hermosa riqueza de la expresión auténtica. / Estos son malos ejemplos para los jóvenes, que pueden deslumbrarse frente a todos los consagrados y admirar el impacto de una técnica magistral, sin entender que la música es esencialmente una comunicación que se  crease recibe y se trasmite por inspiración. (…) Tomemos por máximo ejemplo a Andrés Segovia: sus versiones son magistrales desde el punto de vista técnico, y artístico. Porque no estamos en absoluto en contra de la técnica, siempre y cuando se utilice para lo que realmente importa. Es evidente que si el intérprete no posee un dominio total del instrumento como de la obra, no puede desarrollar lo intrínseco. Pero la sola exhibición, repetimos, no es música, sino reproducción impersonal de sonidos. (…) Hacemos un llamado a la nueva generación de músicos guitarristas para que reflexionen y entiendan, de una vez, que el instrumento está, en definitiva, al servicio del sentimiento. Y no olvidar que es inútil forzarse, porque el músico no es un mero producto del oficio: nace, no se hace. Que la música sea.



20 / FUGA

Cuando Álvaro viajó a París en el 74 ya estaba ennoviado con una muchacha brasileña que había conocido en un ómnibus al volver de Porto Alegre, donde acababa de ganar un importante concurso internacional.

Yo la conocí en el verano del 75 en Punta del Este, y a los pocos meses supe que el sobrijo se había casado y radicado en Santa María sin el permiso de Olga, como una especie de fugitivo onettiano.

La Monarca ni siquiera fue al casamiento, y cuando yo le preguntaba qué era de la vida de Álvaro ella me contestaba que no tenía la menor idea y que seguramente debía andar tocando bossa-nova por la calle.

Después me enteré que el sobrijo estaba trabajando como docente en la Universidad Federal de Santa María y noté que el distanciamiento ya se había distendido.

Hasta que en el 76 leí en los titulares de primera plana de El Día q ue Álvaro Pierri había ganado el Primer Premio del XVIII Concurso de France Musique / Radio France con medalla de oro y lo grité como un gol de Forlán en Sudáfrica.

Porque aquello era muy parecido a embadurnarle la cara al mundo de celeste (el año anterior habían sido seleccionados como finalistas Eduardo Fernández y Baltazar Benítez junto a los argentinos Roberto Aussel y Miguel Girollet, que obtuvo un polémico Primer Premio) y enseguida el heredero del filum perlado pasó a ser representado por el legendario Robert Vidal y firmó un contrato con el sello Polydor.

Y aquí no tengo más remedio que reafirmar el paralelismo entre Olga Pierri y Joaquín Torres García pero en un sentido grave: a los hijos varones del fundador del universalismo constructivo, Augusto y Horacio, también se les inculcó coléricamente que no se podían casar nada más que con la pintura y permanecieron solteros hasta que les faltó el padre.

Lo cierto es que en la familia Pierri las cosas terminaron por acomodarse y la misma noche en la que Manuel Espínola Gómez inauguró su histórica exposición polifocalista en Galería Losada Álvaro se presentó en el Millington Drake, lo que nos hizo vivir una clarinante sincronía de grandezas resistentes al oscurantismo fascista.

No me acuerdo si Abel Carlevaro estaba en el teatro.

Pero la Maestra de Álvaro Pierri estaba. 

1 comentario:

Regina Carrizo dijo...

Historias que me traen recuerdos...la de una gurisa que veía y escuchaba todos esos comentarios como asomada desde una ventana.

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