domingo

LA CONVERSACIÓN CONSIGO MISMO DEL MARQUÉS CARACCIOLI (20)


por Pedro Gaudiano


APÉNDICE 9


La conversación consigo mismo, por el marqués Caraccioli *

“Sería muy conveniente que estimasen los hombres a su alma, tanto como aprecian un equipaje y una joya. Esto parece que no es pedir demasiado. Una mujer que cultivara su alma, y la contemplara tal como lo hace con su cara, sería digna de nuestros mayores elogios” (p. 160).

“¡Cuántos pretextos y astucias para impedir la conversación con nosotros mismos! La guerra, la política, las rentas, las artes, se hacen desgraciadamente en nuestras manos motivos de disipación que nos apartan de nuestros propios pensamientos, nos sacan de nuestras casillas, y enteramente nos enajenan. Más se aprecia arrojarse al hierro y al fuego, entregarse al furor de las ondas y tempestades, que vivir consigo, dice Pascal. La ciencia de moda consiste en vivir sólo en la exterioridad del alma, y en huir uno de sí mismo diestramente” (p. 164).

“Pero por más que nos ocupemos en contemplar nuestros cuerpos, mientras no cuidemos de nuestras almas, es muy cierto no veremos este universo sino como incógnito, y todo lo que tiene de importante estará para nosotros oculto. Dice Platón, que cuando el alma se sirve del cuerpo para ver algunos objetos, entonces se descamina y se turba; porque entonces se divierte en la materia; pero cuando se mira a sí sola, se conduce a lo que es puro e inmortal” (pp. 169-170).

“Una partida de caza se lleva cinco horas; una comedia se toma tres; un juego cuatro; la comida, cena y el sueño diez; ¿queréis las dos que restan? Llevároslas, que estoy cierto que daréis gusto, porque estaban destinadas para la ociosidad o para el enfado; este es el noble repartimiento de una vida concedida únicamente para reflexionar. Los que no juegan, fabrican, creyendo que han de ser eternos acá en la tierra. La vista de un palacio le quita al espíritu la memoria de un sepulcro que ya está abierto para tragarse a su ambición, sus proyectos y sus pernas  cuando estén más ocupados con pintores y vidrieros.

El tiempo del estudio y de la conversación interior, se les ha dado de valde a algunos solitarios que se les tiene por originales, u hombre inútiles, como si más de la mitad del mundo, que no conoce sino jugar, comer, dormir y pasearse, hiciera grandes servicios a la sociedad” (pp. 173-174).

“Confesémoslo de buena fe, una persona a solas con su alma, nos parece un ente de razón. Nos cuesta trabajo el creerlo, cuanto más el imitarlo. En vista de esto, ¿deberá parecer extraño que mueran algunos tan ignorantes como nacieron? Parece que sólo ocupamos la tierra para vegetar, pero con mucho menos honor que innumerables árboles que actualmente dan excelentes frutos. Nada precipita más al hombre en falsos juicios que la disipación. Todos por falta de reflexión, se reservan una preocupación favorita, y se forman un sistema conforme a sus inclinaciones!

¡Qué cosa tan extraña! Nada hay en la naturaleza que no haya servido sucesivamente para apartar al hombre de sí mismo, y desviarlo de toda reflexión. Astros, elementos, plantas, animales, insectos, guerras, todo ha contribuido a sacarnos de nosotros mismos: Los hombres no han pensado que tenían dentro de sí el mejor y más extenso libro, supuesto que todos han salido de este manantial. Ve aquí lo que ha hecho que hayan perdido de vista los mayores y más importantes objetos. Ellos han tomado el partido de no reflexionar sobre su miseria, ignorancia y muerte, creyendo compensar de este modo la impotencia en que se hallan de librarse de ellas. Socorro verdaderamente inútil, que no sirve sino de paliar el mal, lejos de remediarle.

Cuando yo comencé el estudio del hombre, dice Pascal, yo creí hallar muchos compañeros en este estudio, supuesto que es el más propio; pero me engañé; hay muchos menos que en el estudio de la geometría” (pp. 175-177).

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