domingo

JULIO HERRERA Y REISSIG - EPÍLOGO WAGNERIANO A LA “POLÍTICA DE FUSIÓN” (18)


Con surtidos de psicología sobre el Imperio de Zapicán

Todos estos peajeros, y estos Reyes, y estos mercaderes; todos estos guardianes de países y de tiendas, todos son mis enemigos. Abomino todo sacrificio al dios vulgo o al dios éxito. Me repugna lo trivial. Odio la hipocresía y el servilismo como los mayores crímenes. He de decir la Verdad aunque me aplaste el Universo.

NIETZSCHE:

Así hablaba Zaratustra.


Consideraciones sobre lo expuesto – Las actividades giran en torno de lo inmediato. Los sabidillos, los universitarios, los que pretenden pensar no tienen en la mente los resultados remotos. Desconocen la ambición. No alcanzan qué es el futuro. La correspondencia en el tiempo es en extremo limitada. Es por eso que se gastan en oratorias de política menuda, en editoriales de diario, en lucubraciones superficiales de literatura parasitaria, aspirando cuando mucho a una banca de camarista, a un elogio de los amigos, a una consideración de la trivialidad. Nadie ha escrito, hasta la fecha, una obra de pensamiento; nada que viva, que manifieste en su autor el sentimiento de la ambición, la exuberancia vital, el impulso del propio ser, la existencia de una correlación en el tiempo, de un anticipo de goce, de lo que llama el psicólogo el placer de lo imperecedero. Por el contrario todo lo que se ha dado a la imprenta es efímero, ligero, imitado, superficial, común, llano, circunscripto, cuando no vacuo, insustancial y tonto. Hase buscado en ello, satisfacciones superficiales de vanidad, dominios ostensibles, encumbramientos en la política, efectismos agradables, lisonjas inmediatas, ventajas materialistas. Tales libros, o producciones de cualquier forma y género, faltos de observación, de estudio, de seriedad científica o de valor estético, que no han requerido de sus autores el ejercicio de facultades superiores, que no presuponen ni contracción, ni laboriosidad, ni factor de tiempo y de experiencia, hablan, son el testimonio elocuente de dos cosas a la vez, a cual más importante: la primera, de la carencia de ideas en nuestra gente, de su rudeza primitiva, de su intelecto romo; la segunda, de su falta de ambición, de que la correspondencia en el tiempo se halla encerrada en límites estrechos; de que nada les supone los resultados remotos; de que el futuro es un mito para nuestros uruguayos.

La falta del sentimiento citado alcanza a las poquísimas excepciones, a los fenómenos que me complazco en reconocer han existido en esta comarca, excepciones como se comprende a la ordinariez mental de los habitantes del país. Tales pueden considerarse Manuel Herrera y Obes, Andrés Lamas, Santiago Vázquez, Cándido Joanicó, Pacheco, los Varela, los Berro, Vázquez y Vega, Juan Carlos Gómez, entre los antiguos, y entre los modernos, Carlos Ma. Ramírez, Ángel Floro Costa y Julio Herrera y Obes, los cuales no se han ocupado de dotar a la mísera biblioteca de autores nacionales de una obra imperecedera sobre diplomacia, derecho, sociología, historia política, finanzas y literatura, que les grabaran un nombre en el catálogo del pensamiento.

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