Selección, prólogo y notas: Beatriz Colombi y Danilo Albero-Vergara
PRÓLOGO (4)
SEXTA ENTREGA
La poética del cuento (3)
Dice Maupassant respecto de una conversación con Flaubert: “No sé si tendrá Ud. talento. Lo que me he enseñado revela una cierta inteligencia; pero no olvide esto, joven: que el talento -según la frase Chateaubriand- no es más que una larga paciencia. Trabaje Ud.” Este consejo tiene su correlato en el punto III del Decálogo: “Más que nada el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia”. Similar paralelo podemos establecer entre el punto VII del Decálogo: “No adjetives sin necesidad. Inútil serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo” y el consejo de Maupassant en el citado prólogo: “Cualquiera que sea la cosa que se quiere decir, sólo hay una palabra para expresarla, un verbo para animarla y un adjetivo para calificarla. Así, pues, es preciso buscar, hasta que los hayamos descubierto, ese vocablo, ese verbo y ese adjetivo…”
Es innegable que el detallismo descriptivo de Quiroga adeuda a la línea realista decimonónica, basta pensar en la etiología de una picadura de yaracacusú en “A la deriva”, o en la muerte por hipotermia de Rivet en “Tacuara mansión” y que lo remiten a la enseñanza de Maupassant: “Cuando pase Ud. -me decía Flaubert- ante un tendero sentado a la puerta de su tienda, delante de un portero que fuma en pipa, de una parada de coches, presénteme a este tendero y a este portero tal como estén en su actitud, conteniendo también toda su apariencia física, indicada por medio de la imagen, y toda su naturaleza moral, de manera tal que no pueda confundirlos… y hágame ver, con una sola frase, en qué se diferencia un caballo de alquiler de los otros cincuenta que lo siguen o lo preceden”.
El reverso de esta manía descriptiva del realismo puede leerse en “Cadáveres frescos”, de 1930. El artículo encierra, bajo un título de amague surrealista, las no menos surrealistas consecuencias de una investigación del escritor en búsqueda de la palabra, no en un diccionario, sino en lugares tan insólitos como una estación de ferrocarril o una funeraria. El fracaso de la excursión testimonia, también en nota paródica, el fracaso del método realista. Este aspecto del trabajo literario se vuelve obsesivo en Quiroga: la palabra precisa, el tecnicismo apropiado, sus proverbiales visitas a la ferretería Francesa para conocer nuevas herramientas y máquinas.
Cierta crítica coetánea le atribuyó un descuido estilístico notable, materia que dio lugar a polémicas, avivadas por el desafiante punto VI del decálogo. No obstante, Quiroga fue un obsesivo corrector de sí mismo y de los otros y un sensible monitor de la tonalidad y sonoridad de las palabras, como lo revela en sus artículos sobre traducción.
En “El cuento norteamericano” de 1929, Quiroga hace nuevas definiciones en el reconocimiento de una figura clave para el género: Bret Harte. En el norteamericano, Quiroga encuentra un maestro para su propio proyecto cuentístico. Su saga de cuentos ambientados en el Oeste en la época de la fiebre del oro, que dan nacimiento al relato del Far West, guardan un paralelo con la producción quiroguiana, al menos con el más impecable de sus libros, Los desterrados. Los personajes de los cuentos más memorables de Bret Harte (“The Luck of Roaring Camp”, “The Outcast of Poker Flat”, “Tennessee’s Partner”), son también una cruza de “pioneers” y desterrados, de trasplantados y proscriptos. Medio-hombres, jugadores, borrachos, mineros parcos y ensimismados que viven en la precariedad de los campamentos y pueblos nacientes. Todo es inestable, los hombres, los asentamientos y las leyes, pero aun así en este mundo hay lugar para el heroísmo anónimo y para una solidaridad ríspida y montaraz que nos remite a la amistad de Brown y Rivet de “Tacuara mansión”. Quiroga finaliza su artículo con una coda que podría haber sido el undécimo principio del “Decálogo…”: “Acción dominante, enorme amor a la vida, determinación y obra a la par: Time is money, dicen por allá. Ninguna actividad como el cuento exige dicha virtud”. Tiempo, dinero y escritura: dimensiones que la vida moderna acelera, confunde y resignifica.
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