domingo

JULIO HERRERA Y REISSIG - EPÍLOGO WAGNERIANO A LA “POLÍTICA DE FUSIÓN” (15)


Con surtidos de psicología sobre el Imperio de Zapicán

Todos estos peajeros, y estos Reyes, y estos mercaderes; todos estos guardianes de países y de tiendas, todos son mis enemigos. Abomino todo sacrificio al dios vulgo o al dios éxito. Me repugna lo trivial. Odio la hipocresía y el servilismo como los mayores crímenes. He de decir la Verdad aunque me aplaste el Universo.

NIETZSCHE:
Así hablaba Zaratustra.


También has olvidado la fría serenidad del escalpelo en manos del autopsista por la tanda de cuartel, al ocuparte de don José Gabriel Palomeque, Estrázulas, Acevedo y otras figuras muy dignas, cuyos ideales fueron siempre la inhumación del pasado, para dar lugar a una época saludable de reconstitución y sosiego, que bien la necesitaba este gorgojo territorial, pisoteado miserablemente por la ambición de las logias, por los camastrones de la funambulía maquiavélica, y por el guarangaje ensoberbecido de nuestra campaña indómita.

Tampoco creo que don Venancio Flores, un capuchino con espada, en cuanto a bondad, pueda haber sido un traidor, un carnívoro de la falsía, arrodillándose a los pies de Oribe, después de haberlo guerreado con espartana entereza. Creo que en este buen hombre, han palpitado constantemente las intenciones más puras, la sinceridad más evangélica, la buena fe más virgen, y si su frágil carácter le fue fatal por un momento, culpa fue de sus prosélitos que en las horas más aciagas de la crisis del 55 le hicieron creer que era un Cavaignac, un redentor antropolátrico, el Tetragramaton de las batallas…!

También se te encabritó la cabalgadura al enfrentar a don Bernardo Berro que si no ha sido, ni mucho menos, un Cincinato ni un Lincoln, como le pregonan sus turiferarios, fue un hombre público tan honrado como un mozo de cordel, astuto como Gavroche o como el Rey de los sumatrenses, y no hay para qué partirle sobre la cabeza, como un ánfora de bilis, el hígado de un partidista.

De cualquiera manera, querido amigo, te felicito por tu trabajo que a pesar de sus deficiencias es lo mejor que se ha puesto en venta por estos mundos intelectuales, donde las obras más favorecidas por nuestro público, hasta el presente, son el Anuario de Barreiro y Ramos y el libro de cocina de Monsieur Pascal. El estilo, que según Guyau, es el traje del pensamiento, así como la idea es la lumbre de la palabra, ha sido para ti una toga vieja de sencillez anglicana. Yo lo prefiero, así, escueto en un asunto como el que tratas, al cursismo de los gallardetes y al mal gusto de las carnestolendas que esponjan el de muchos otros, evocándonos los anillos de la nariz del salvaje.

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