LIBRO SEGUNDO
DE LA NOCHE OSCURA, TRÁTASE DE LA MÁS ÍNTIMA PURGACIÓN, QUE ES LA SEGUNDA NOCHE (PASIVA) DEL ESPÍRITU.
Explícase de raíz esta purgación por una comparación.
1 / De donde, para mayor claridad de lo dicho y de lo que se ha de decir, conviene aquí notar que esta purgativa y amorosa noticia o luz divina que aquí decimos, de la misma manera se ha en el alma (purgándola y disponiéndola para unirla consigo perfectamente), que ha el fuego en el madero para transformarle en sí. Porque el fuego material, en aplicándose al madero, lo primero que hace es comenzarle a secar, echándole la humedad fuera y haciéndole llorar el agua que en sí tiene; luego le va poniendo negro, oscuro y feo y aun de mal olor, y, yéndose secándose poco a poco, le va sacando a luz y echando afuera todos los accidentes feos y oscuros que tiene contrarios al fuego; y, finalmente, comenzándole a inflamar por de fuera y calentarle, viene a transformarle en sí y ponerle hermoso como el mismo fuego; en el cual término, ya de parte del madero ninguna pasión hay ni acción propia, salva la gravedad y cantidad más espesa que la del fuego, porque las propiedades del fuego y acciones tiene en sí; porque está seco, y seco está; caliente, y caliente está; claro, y esclarece; esta ligero mucho más que antes; obrando el fuego en él estas propiedades y efectos.
2 / A este mismo modo, pues, habemos de filosofar acerca de este divino fuego de amor de contemplación, que antes que una y transforme el alma en sí, primero la purga de todos sus accidentes contrarios; hácela salir afuera sus fealdades y pónela negra y oscura, y así parece peor que antes y más fea y abominable que solía. Porque, como esta divina purgación anda removiendo todos los malos y viciosos humores que, por estar ellos muy arraigados y asentados en el alma, no los echaba ella de ver, y así no entendía que tenía en sí tanto mal, y ahora, para echarlos fuera y aniquilarlos, se los pone al ojo y los ve claramente -alumbrada por esta oscura luz de la divina contemplación, aunque no es peor que antes ni en sí ni para con Dios- como ve en sí lo que antes no veía, parécele claro que está tal, que no sólo no está para que Dios la vea, más que está para que la aborrezca y que ya la tiene aborrecida.
De esta comparación podremos ahora entender muchas cosas acerca de lo que vamos diciendo y pensamos decir.
3 / Lo primero podemos entender cómo la misma luz y sabiduría amorosa que se ha de unir y transformar en el alma es la misma que al principio la purga y dispone; así como el mismo fuego que transforma en sí al madero, incorporándose en él, es el que primero le estuvo disponiendo para el mismo efecto.
4 / Lo segundo, echaremos de ver cómo estas personalidades no las siente el alma de parte de la dicha Sabiduría, pues, como dice el Sabio, todos los bienes juntos le vienen al alma con ella (Sap. 7,11); sino de parte de la flaqueza e imperfección que tiene el alma para no poder recibir sin esta purgación su luz divina, suavidad y deleite- así como el madero, que no puede, luego que se le aplica el fuego, ser transformado hasta que sea dispuesto-, y por eso pena tanto. Lo cual el Eclesiástico aprueba bien diciendo lo que él padeció para venir a unirse con ella y gozarla, diciendo así: Mi ánima agonizó en ella, y mis entrañas se conturbaron en adquirirla; por eso poseerá buena posesión (51,29).
5 / Lo tercero, podemos sacar de aquí, de camino, la manera de penar de los del purgatorio. Porque el fuego no tendría en ellos poder, aunque se les aplicase, si ellos no tuviesen imperfecciones en que padecer, que son la materia en que allí puede el fuego, la cual acabada, no hay más que arder. Como aquí, acabadas las imperfecciones, se acaba el penar del alma y queda el gozar.
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