domingo

NOCHE OSCURA (38) - SAN JUAN DE LA CRUZ


LIBRO SEGUNDO

DE LA NOCHE OSCURA, TRÁTASE DE LA MÁS ÍNTIMA PURGACIÓN, QUE ES LA SEGUNDA NOCHE (PASIVA) DEL ESPÍRITU.

CAPÍTULO 9 (3)

8 / Tal es la obra que en ella hace esta Noche encubridora de las esperanzas de la luz del día. Porque a este propósito dice también el profeta Job: En la noche es horadada mi boca con dolores, y los que me comen no duermen (30,17). Porque aquí por la boca se entiende la voluntad, la cual es traspasada con estos dolores, que en despedazar el alma ni cesan ni duermen, porque las dudas y recelos que traspasan el alma así nunca duermen.

9 / Profunda es esta guerra y combate, porque la paz que espera ha de ser muy profunda; y el dolor espiritual es íntimo y muy delgado, porque el amor que ha de poseer ha de ser también muy íntimo y apurado, porque, cuanto más íntima y esmerada y pura ha de ser la labor y tanto más fuerte cuanto el edificio más firme, por eso, como dice Job, se está marchitando el alma e hirviendo sus interiores (30,16) sin alguna esperanza, y ni más ni menos, porque el alma ha de venir a poseer y gozar en el estado de perfección a que por medio de esta purgativa Noche camina a innumerables bienes de dones y virtudes, así, según la sustancia del alma como también según las potencias de ella, conviene que primero generalmente se vea y sienta ajena y privada de todos ellos y vacía y pobre de ellos, y le parezca que de ellos está tan lejos, que no se pueda persuadir que jamás ha a de venir a ellos, sino que todo bien se le acabó. Como también lo da a entender Jeremías en la dicha autoridad, cuando dice: Olvidado estoy de los bienes (Thren. 3,17).

10 / Pero veamos ahora cuál sea la causa por que siendo esta luz de contemplación tan suave y amigable para el alma, que no hay más que desear -pues (como arriba queda dicho) es la misma con la que se ha de unir el alma y hallar en ella todos los bienes en el estado de la perfección que desea-, le cause con su embestimiento, a estos principios, tan penosos y esquivos efectos como aquí habemos dicho.

11 / A esta fácilmente se responde diciendo lo que ya en parte habemos dicho, y es que la causa de esto es que no hay de parte de la contemplación e infusión divina cosa que de suyo pueda dar pena, antes mucha suavidad y deleite, como después se dirá; sino que la causa es la flaqueza e imperfección que entonces tiene el alma, y disposiciones que en sí tiene contrarios para recibirlos; en los cuales, embistiendo la dicha lumbre divina, ha de padecer el alma de la manera ya dicha.

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