domingo

NOCHE OSCURA (36) - SAN JUAN DE LA CRUZ


LIBRO SEGUNDO

DE LA NOCHE OSCURA, TRÁTASE DE LA MÁS ÍNTIMA PURGACIÓN, QUE ES LA SEGUNDA NOCHE (PASIVA) DEL ESPÍRITU.

CAPÍTULO 7 (2)

Prosigue en la misma materia de otras afliciones y aprietos de la voluntad

4 / Mas, si ha de ser algo de veras, por fuerte que sea, dura algunos años; puesto que en estos medios hay interpolaciones de alivios, en que por dispensación de Dios, dejando esta contemplación oscura de embestir en forma y modo purgativo, embiste iluminativa y amorosamente, en que el alma, bien como salida de tal mazmorra y tales prisiones y puesta en recreación de anchura y libertad, siente y gusta gran suavidad de paz y amigabilidad amorosa con Dios con abundancia fácil de comunicación espiritual. Lo cual es al alma indicio de la salud que va en ella obrando de dicha purgación y prenuncio de la abundancia que espera; y aun esto es tanto a veces, que le parece al alma que son acabados ya sus trabajos. Porque de esta cualidad son las cosas espirituales en el alma cuando son más puramente espirituales; que cuando son trabajos, le parece al alma que nunca de salir de ellos y que se le acabaron ya los bienes, como se ha visto por las autoridades alegadas; y cuando son bienes espirituales, también le parece al alma que ya se acabaron sus males y que no le faltarán ya los bienes; como David, viéndose en ellos, lo confesó diciendo: Yo dije en mi abundancia: No me moveré para siempre (Ps.29,7).

5 / Y esto acaece porque la posesión actual de un contrario en el espíritu de suyo remueve la actual posesión y sentimiento del otro contrario; lo cual no acaece así en la parte sensitiva del alma, por ser flaca de aprehensión. Mas, como quiera que el espíritu no está aquí bien purgado y limpio de las afecciones que en la parte inferior tiene contraídas, aunque en cuanto espíritu no se mude, en cuanto está afectado con ellas se podrá mudar en penas, como vemos que después de mudó David, sintiendo muchos males y penas, aunque en el tiempo de su abundancia le había parecido y dicho que no se había de mover jamás. Así el alma, como entonces se ve actuada con aquella abundancia de bienes espirituales, no echando de ver la raíz de imperfección e impureza que todavía le queda, piensa que se acabaron sus trabajos.

6 / Mas este pensamiento las menos veces acaece, porque, hasta que acabada de hacer la purificación espiritual, muy raras veces suele ser la comunicación suave tan abundante que le encubra la raíz que queda, de manera que deje el alma de sentir allá en el interior un no sé que la falta o que está por hacer, que no le deja cumplidamente gozar de aquel alivio, sintiendo allá adentro como un enemigo suyo que, aunque está como sosegado y (a)dormido, se recela que volverá a revivir y a hacer de las suyas. Y así es que, cuando más segura está y menos se cata, vuelve a tragar y absorber el alma en otro grado peor y más duro, oscuro y lastimero que el pasado, el cual dura otra temporada por ventura más larga que la primera. Y aquí el alma otra vez viene a creer que todos los bienes están acabados para siempre. Que no le basta la experiencia que tuvo del bien pasado que gozó después del primer trabajo -en que también pensaba que ya no había más que penar- para dejar de creer en este segundo grado de aprieto que estaba ya todo acabado y que no volverá como la vez pasada; porque, como digo, esta creencia tan confirmada se causa en el alma de la actual aprehensión del espíritu, que aniquila en él todo lo que a ella es contrario.

7 / Esta es la causa por los que yacen en el purgatorio padecen grandes dudas de que han de salir de allí jamás y de que se han de acabar sus penas. Porque, aunque habitualmente tienen las tres virtudes teologales, que son fe, esperanza y caridad, la actualidad que tienen del sentimiento de las penas y privación de Dios no les deja gozar del bien actual y consuelo de estas virtudes. Porque, aunque ellos echan de ver que quieren bien a Dios no les deja gozar del bien actual y consuelo de estas virtudes. Porque, aunque ellos echan de ver q ue quieren bien a Dios, no les consuela esto, porque les parece que no les quiere Dios a ellos ni de que tal cosa son dignos; antes, como se ven privados de Él, puestos en sus miserias, paréceles que tienen muy bien en sí por qué ser aborrecidos y desechados de Dios con mucha razón para siempre.

Y así, el alma en esta purgación, aunque ella se ve que quiere bien a Dios y que daría mil vidas por Él -como es así la verdad, porque en estos trabajos aman con muchas veras estas almas a su Dios-, con todo, no le es alivio esto, antes le causa más pena; porque queriéndole ella tanto que no tiene otra cosa que le dé cuidado, como se ve tan miserables, no pudiendo creer que Dios la quiere a ella, ni que tiene ni tendrá por qué -sino antes porque tiene por qué ser aborrecida no sólo de Él, sino de toda creatura para siempre-, duélese de ver en sí causas por que merezca ser desechada de quien ella tanto quiere y desea.

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