miércoles

OLGA PIERRI (1914 / 2016)


UNA ADMIRABLE ALARMA CELESTE RECORRE EL MUNDO

Hugo Giovanetti Viola

Esta mañana Olga Pierri se fue de vuelo a la Más Dimensión y seguramente los medios de prensa de muchas partes del mundo estarán divulgando la noticia.

Nuestro tributo será despedirla adelantando los tres primeros capítulos de un libro que se titulará La mirada de Olga Pierri.


1 / MISIÓN

Me prometí empezar a escribir este trabajo el 3 de junio de 2016, cuando Olga Pierri cumplió 102 años.

Un mes antes había colaborado como asistente durante las primeras tomas de un largometraje documental que Juan Pablo Pedemonte está realizando sobre la vida de una de nuestras mayores artistas con vocación de eternidad, y aquella tarde ya me sentí definitivamente en misión de narrar mi película sobre su Ella secreta.

Tengo archivada una conversación de tres horas que le grabamos en 2013 junto con mi amigo y alumno Leandro Telles, pero la idea de hacer un libro-reportaje sin jugo ficcional y ensayístico nunca me terminó de convencer.

Fue muy útil, sin embargo.

Porque hace 46 años que conozco a Olga Pierri y me siento parte de su familia, pero en esa charla honda aparecieron historias de su infancia que enriquecieron mi visión de su vuelo completo.

Y la tarde que fuimos con Pedemonte no estábamos muy seguros de si ella iba a aceptar la propuesta del largometraje, pero la encontramos en un estado de muchachez superadulta que la hizo tomarse la cosa como una especie de juego celestial y filmó escenas hasta jocosas con más cancha que la mismísima Shirley MacLaine.

Sus endémicos recelos a la cámara se habían evaporado

Y como en los últimos tiempos su trasluz memorioso sufre de rajaduras constantes, yo le pedía que repitiera episodios de la niñez que me había contado tres años antes y Olga sonreía alarmada:

-De eso ya me olvidé. ¿Qué fue lo que te dije?

Y enseguida que se los volvía a refrescar ella se reenganchaba y disfrutaba tanto volviendo a corretear por aquellas lontananzas, que la filmación terminó siendo una delicia.

Ahora acaba de aceptar el siempre tan temido traslado a una casa de salud porque se le hizo imposible seguir viviendo sola en su apartamentito, y el testimonio de aquella filmación seguramente se va a transformar en un tesoro de los que la canción que más le sigue gustando tocar a Olga Pierri asegura que sólo pueden contemplarse en Algún lugar más alto que el arcoiris.


2 / MIRADA

Reproduzco casi íntegramente la nota publicada el año pasado en el blog de elMontevideano Laboratorio de Artes:

Estoy escribiendo esta paginita el 3 de junio de 2015 porque hoy Olga Pierri, una legendaria Capitana del Vuelo guitarrístico a nivel nacional y mundial, cumple sus 101 años en plena actividad.

(…) Yo había entrado en el mundo raro de su mirada azul a principios de los 70, cuando me decidí a estudiar en serio y a prepararme para ganarme la vida con la docencia musical, y enseguida sentí que en aquella mirada había un hervor de platería barroca capaz de conmover al mundo entero.

En aquel momento su sobrijo Álvaro, que desde que ganó el Concurso de Guitarra de París en 1975 se fue transformando meteóricamente en el mayor guitarrista clásico de la historia, ya era una adolescente de proyección internacional y todavía se escapaba clandestinamente del caserón de Joaquín Núñez para dirigir a alguna banda beatlera del barrio. A mí también los Beatles me habían cambiado la vida a partir de los 14 años, pero el nivel de exigencia misionera que me inoculó Olga -que fue la encargada de redondear y perfeccionar el sistema docente de su padre, el humildísimo y galáctico José Pierri Sapere- sólo puedo compararlo con el torresgarcianismo que heredé de mi padre, además de mis muy precoces lecturas de Herrera y Reissig, García Lorca, Vallejo, Hemingway y Salinger, o el mester de juglaría aportado in situ por Guillermo Fernández o los patadones dorados que me encajaba Onetti en el apartamento de Gonzalo Ramírez para que me dejara de joder con el trepadurismo al éxito vacío.

Y ahora que se puso de moda velar a los falsos profetas glamorosos en el Palacio de los Sueños Perdidos, es urgente recalcar que nadie que no conciba el ejercicio artístico como una iluminatio purificadora (y esto es literalmente una cuestión de vida o muerte) puede ayudarnos a crecer con gracia de profundidad, que es lo único que importa a la hora de durar con pureza en este coágulo terráqueo tan terriblemente hermoso.

(…) Y la consigna esencial de esta Capitana siempre fue vivir sacrificadísimamente para repartir la magia de una vibración perlada al servicio de lo eterno. Por eso nos mira así: para que no nos distraiga la búsqueda de una libertad triste.


3 / VISITA

Lo que necesito contar en este tercer capítulo lo viví hoy, porque una amiga del alma me acompañó a la tan temida casa de salud donde Olga está esperando que se le abran las puertas del cielo.

No me animaba a ir solo.

Esta misma semana la había llamado por teléfono y recibí un beso de despedida tan nebuloso que supe que tenía que apurarme a visitarla con pan en los ojos -Juan Carlos Macedo dixit.

Y comprobamos que en este momento ya no deglute y murmura apenas alguna palabrita, aunque te agarra las manos con una gracia de frotación casi angélicamente perruna.

La enfermera nos contó que hasta hace unos días tocaba un poco la guitarra y atendía las llamadas telefónicas, pero hoy lo que pude hacer fue hablarle sobre todo el amor que le mandaban mis hijos y mis alumnos sabiendo que ella oía.

Y entonces mi amiga me sugirió que tocara la guitarra y le hice escuchar a Olga la Mazurca y Canciones de mi pueblo para que la habitara el ánima de su padre, que es uno de los protagonistas fundamentales de esta historia de vida.

Encogido, / oí desde mis hombros / su sosegada producción -rezó César Vallejo en uno de sus poemas agónicos: Sus paujiles picos, pareadas palomitas, las póbridas, hojeándose los hígados, / sobrinas de la nube… Vida! Vida! Esta es la vida!

Al rato la enfermera le preguntó si quería ir a sentarse un rato frente a la televisión y después que la ayudamos a acomodarse en un sillón de la otra pieza pude distinguir con total claridad la inmutable paz azul que reinaba en su hondura.

Y cuando me le senté al lado nos inclinamos sobre los almohadones con los cráneos unidos y en ese toque nos dijimos todo.

Su mensaje se podría resumir con dos versos musicalizados en una de las cantatas más perfectas de Bach:

¡Suena ya, hora tan deseada!

Dios amado, ¿cuándo moriré?

Al poco rato la cargamos en brazos como a una criatura con mi amiga y la dejamos en su cama mansamente dormida.


28 de setiembre de 2016

3 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Cristina Felipa Diaz dijo...

Al leer este artículo me parece estarla viendo, yo la conocí en la casa de la escalera, yo tenía 16 años pero estudie poco tiempo debido a que no quise estudiar maspor lo que de que termine peleada con mi madre
Hace un par de años teniendo yo mas de 70 me reencontré con ella, le costo ubicarme pero al final me reconoció pudiendo recordar donde yo vivía a tres cuadras de su casa.

Me acepto como alumna y para mi era un placer el día que me tocaba ir, la paciencia que me tenía.
Lo mucho que pudimos hablar de otros tiempos, y todo lo que llegue a aprender siempre tubo un perfil muy bajo y le molestaba que la entrevistaran.
Fui a visitarla lo mas que pude a la casa de salud pero desgraciadamente justo cuando se fue, yo estaba en Chile por que mi hija que vive alli me necesitaba.
Lamenté mucho no poder acompañarla
Beba



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