domingo

ENRIQUE AMORIM - LA CARRETA (6)


Prólogo de Wilfredo Penco
Montevideo 2004

PRÓLOGO (8)

Al servicio de la realidad

La elaboración de La carreta no termina en la primera edición: continúa en las siguientes (55). En la edición de 1933 -la tercera- se introduce una serie de variantes y lo mismo sucede en la de 1942 -la quinta-. En esta, la modificación más importante es la inclusión de un nuevo capítulo que había sido publicado como cuento, como ya fue señalado, con el título “Carreta solitaria” en 1941.

La madurez narrativa, propio del oficio consolidado con el transcurso de los años -en esas dos décadas, Amorim había publicado cuatro libros de cuentos, cuatro de poesía y tres novelas-, domina este relato tenso que coloca a La carreta en un plano no transitado antes. Una ubicación temporal más precisa -son tiempos de revueltas y caudillos alzados- incorpora el trasfondo histórico, reconocible, aun cuando elude referencias explícitas al correlato de la historia nacional. En este capítulo, además, vuelve a aparecer Matacabayo, pero sin quitanderas en su torno -hay algunas vagas alusiones a su vinculación con las mujeres- y con su muerte culmina la narración. Intercalado como capítulo XIV, el que llevaba ese número en las ediciones anteriores pasa a ser el XV en esta quinta, y sigue siendo el final de la novela.

Diez años más tarde, en la edición siguiente, la definitiva, son introducidas nuevas modificaciones. Decenas de párrafos han sido escritos una vez más y también su estructura es sometida a cambios: el capítulo XIII de la anterior -en el que muere Chiquiño- pasa a ser el XIV, y este -que narra la muerte de Matacabayo- el XIII. Como anota Mose (56), al invertir ambos capítulos, la muerte del padre aparece antes que la del hijo, con lo cual se fortalece el paralelismo entre ambos al relacionarlos en el párrafo final del capítulo XIV -de la edición de 1952- y otorgando a su vez una mayor unidad a la novela.

En la tercera edición, de 1933, Amorim incluye una nota final que titula “A propósito de las quitanderas”, en la que establece algunas importantes reflexiones sobre sus personajes en cuanto creaciones propiamente literarias (“A mí solo me cabe la certeza de que las `quitanderas’ han existido en mi imaginación, por el hecho cabal de haberles dado vida en páginas novelescas”) y la perspectiva que ha procurado dar desde la novela (“Creo que con La carreta he enfocado desde un ángulo, la vida sexual de los pobladores del norte uruguayo, región fronteriza con el Brasil. En aquellas inmediaciones, la mujer por raro designio, hace sentir su ausencia y esta señalada particularidad, es la que determinó sin duda en mí, la visión amarga y dolorosa de las quitanderas”). Esto último es reforzado cuando explica: “Clima áspero y fuerte, paisaje rudo, cerrillada y ranchos, han determinada el alma de las gentes que pasan por estas páginas” (57).

De este modo, Amorim reivindica para su trabajo narrativo el camino del realismo, la mímesis de la realidad, pero en el plano de la ficción. Ya lo hizo notar Ángel Rama cuando se refirió al narrador y su “íntima confianza en la permanencia, variedad y riqueza del realismo” (58). En similar sentido, sobre el final de su vida, contestó a una encuesta publicada en el semanario Marcha: “Lo único corrientes el realismo en cualquiera de sus formas. Lo demás es letanía, cansancio, lágrimas, baba fría, desesperación (pero no mucha) y unas ganas tremendas de llorar, como en la letra del tango” (59).

Sin embargo, esa afirmación categórica, sin puntualizaciones, no era lo que efectivamente representaba la concepción había llevado a la práctica en su narrativa. En una carta a Ruben Cotelo le dice también categórico: “Yo no soy un escritor realista. Soy un escritor al servicio de la realidad. Lo que sutilmente es otra cosa. Si no se descompone esa realidad, si no se la altera, si no se la recrea deforma, no me interesa. Si la realidad no se deja atravesar por el prisma del artista, no es válido el texto, no es literatura”, Por eso La carreta es una invención de cabo a rabo” (60


Notas

(55) Las ediciones de La carreta son las que siguen: Buenos Aires, Editorial Claridad 1932, 160 pp., Colección “Cuentistas de hoy” (incluye “La obra literaria de Enrique Amorim (Comentario Biobibliográfico) por Juan Carlos Welker). Buenos Aires, Editorial Claridad, 1932, (ídem primera edición). Buenos Aires, Ediciones Triángulo, 1933, 260 pp. (incluye “A propósito de las quitanderas” por E A, “De Don Martiniano Leguizamón en La Nación, Del folklore argentino las quitanderas”. “Opinión y juicio del autor del Vocabulario Rioplatense. Don Daniel Granada”. “Don Roberto J. Payró en La Nación (1924)”, “Las quitanderas en la literatura francesa. De Chicago Daily Tribune, París, marzo 26 de 1929”. “En Candide Paris, Abril 1929”.  “L’Intransigeant, Vendredi 22, Mars 1929”, “Les nouvelles Litteraires, Samedi 3, Mars 1929”. “Un juicio de Fernán Silva Valdés, Revista Nosotros, Buenos Aires”, Buenos Aires, Librerías Anaconda, 1937, 260 pp. (ídem tercera edición). Buenos Aires, Editorial Claridad, 1942, 224 pp. Colección Claridad, vol 5, Ilustraciones de Carybe (incluye “Enrique Amorim” por Ricardo A. Latcham), Buenos Aires, Editorial Losada, 1952, 236 pp., Biblioteca contemporánea, Buenos Aires, Editorial Losada, 1953, 136 pp, Biblioteca contemporánea. Desde su publicación inicial en 1932, y hasta la tercera edición, incluida La Carreta tuvo como subtítulo “novela de quitanderas y vagabundos”. Esta denominación adicional es acotada en la cuarta edición a sólo “novela”, y desaparece también la mención al género en las siguientes.
La editorial Losada hizo una nueva reimpresión en 1967, y la Comisión de Iniciativa del Homenaje Nacional a Enrique Amorim publicó en Montevideo en 1988 una edición popular de 176 páginas que incluyó una “Presentación” de los editores, un “Esbozo biográfico” de Oscar Kahn,, “Respuesta a Enrique Amorim” (poema) de Rafael Alberti, “Perspectiva de un narrador” de Rómulo Cosse y un Apéndice con comentarios lexicográficos y críticos, testimonios, una bibliografía incompleta y mal organizada y otros documentos y referencias.
Ese mismo año, con los auspicios de la Unesco y bajo la coordinación de Fernando Ainsa, pasó a formar parte de la colección Archivos una edición crítica de La Carreta, en la que se estableció el texto definitivo tomando como base la versión de 1952 y se lo relacionó con variantes de la primera y la quinta ediciones, en un Apéndice y un “Dossier” quedaron organizados los materiales preparatorios de la novela. Este trabajo estuvo a mi cargo. Colaboraron también en esta edición con diversos estudios, además del coordinador Kemick E. A. Mose, Huguette Pottier Navarro, Mercedes Ramírez y Ana Rodríguez Villamil. La deficiente bibliografía de la que es autor Walter Rela, fue corregida en una segunda edición, Madrid, 1996.
(56) Mose, K.E.A, Enrique Amorim y “Producción de…”, ob. cit.
(57) Amorim, Enrique, “A propósito…” ob. cit.
(58) Rama, Ángel, “Enrique Amorim” ob. cit.
(59) “Encuesta a escritores uruguayos. Responde Enrique Amorim”, Marcha, Montevideo, 8 de abril de 1960
(60) Esta carta es recogida parcialmente en “Mito y…” ob. cit.

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